Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.

Los teléfonos móviles y los ordenadores portátiles se han convertido en dispositivos principales de la guerra para-estatal-narco que emponzoña al país.

De un tiempo para acá no hay suceso de la tal guerra[i] que no tenga como ingrediente la captura de llamadas y la caída en combate de, al menos, un par de computadores. Al parecer las tropas y sus mandos prefieren un phono con radio y MP incorporados a una gruesa bamba dorada y un lap-top versátil a un kilo de anfo comprado a cualquier ex – presidente sudamericano.

Equidad digital

Como la accesibilidad de esos grupos es similar a la de los países nórdicos, convendría que los expertos de la Agenda de Conectividad sumaran esas cifras, para reducir nuestra brecha digital interna a rangos como los de Namibia o Albania, donde la inequidad tecnológica es ostensiblemente menor.

Los ciudadanos del común tenemos derecho a saber por qué los movimientos clandestinos sí reciben un óptimo acceso a Internet  y telefonía inalámbrica, cuánto pagan y si tienen tarifas preferenciales, con qué ancho de banda pueden operar, etc. Por encima se ve que las condiciones, para ellos, son más favorables que las de cualquier usuario corriente.

Trato preferente

Ojalá a ningún ministerio, superintendencia o comisión reguladora de comunicaciones se le ocurra hacer seguimiento al desempeño de los proveedores de acceso a paras, narcos y guerrillos; pues la calidad del servicio de que disfrutan (incuestionable, hasta ahora), podría caer por efecto de la supervisión oficial.

En cambio, las razones por las que los proveedores de equipos e infraestructura dan a esos grupos un trato preferencial, saltan a la vista: compras en volumen, pagos de contado y en divisas permiten descuentos y oferta privilegiada de novedades que tardan meses en llegar a las vitrinas legales.

Caletas-Internet

Las “Caletas-Internet” (más funcionales que los portales municipales y las salas universitarias e, inclusive, que algunos locutorios de parroquia), permiten superar las condiciones inhóspitas de las zonas donde, al parecer, se refugian los grupos insurgentes.

Allí, el grueso de la tropa puede revisar sus correos, chatear y llamar a colegas en otras partes del país y el exterior. Los mandos, en cambio, atienden los asuntos propios de su jerarquía desde sus espaciosos cambuches dotados de lo último en tecnología.

Las limitaciones son equivalentes, e inclusive menores, a las existentes en cualquier colegio público municipal: los horarios son más amplios, se permite la piratería y el ingreso a páginas restringidas, en especial aquellas donde se comprueba la depravación de los enemigos.

No todo es, obviamente, color de rosa. Últimamente, las fallas en materia de seguridad –pese a la obsesión rayana en la paranoia que acusan los grupos violentos-, han creado situaciones color verde olivo.

¿Dónde hay buenas carracas?

Todos sabemos que en esta época la información es un recurso fundamental. Pero siempre, desde Caín y su hermano, ha sido un arma letal (Por aquí, ¿dónde consigo unas buenas carracas de burro?).

Los cambios en los temas de la información pueden haber perjudicado a aquellos para quienes la respuesta al ¿quién vive? es más difícil de olvidar que el pass-word de 7 dígitos.

Tal vez por eso, muchos veteranos fusileros pasan por alto las más mínimas normas de seguridad informática y ponen en la red información explosiva (valga el término) como, para no ir muy lejos, sus relaciones con políticos, gobiernos y grupos extranjeros.

Las consecuencias saltan, literalmente, a la vista

No se necesita tener inteligencia militar, siquiera, para entender que quien observa y escucha a sus enemigos tiene más ventajas que quien no lo hace. Si, además, por torpeza y soberbia, éstos se empecinan en valorar la capacidad de fuego por sobre la información y la comunicación; más temprano que tarde serán derrotados sin vuelta de hoja.

Las consecuencias de persistir en conceptos anquilosados los hacen saltar, literalmente, a la vista de todo el mundo: duros narcos en sangrienta compinchería con duros feudales y caballistas de pelo y medio; acèrrimos seguidores de discurso fascista enseñado por curas y politicastros venales; duros criminales enriquecidos por el vicio elitista que usan a todos los anteriores como testaferros lo mismo que a reinas de belleza, pastores y rabinos, políticos y congresistas, periodistas y ministros convencidos de tener la razón cuando simplemente tiene, por ahora, el poder de poder liquidar a quien se oponga a sus mezquinos designios

Center.km@gmail.com

 

 

 


[i] Uso el término para evitar el melifluo “conflicto” tan del gusto de todos los politólogos que aparecen de izquierda a derecha…

Compartir post