La respuesta al interrogante del títular la da con su habitual estilo el Dr. Perogrullo. El público paga sus obras, las avenidas que recorre, el combustible que consume en sus recorridos, los árboles de las alamedas, las canecas, el mobiliario y, obviamente, también pagará el Metro.
El punto es, como lo señalan algunos comentarios de la anterior entrada a ¡Albricias!, que no es lo mismo ser público en Bogotá que, para no salir del tema, en Medellín cuyo Metro finalmente se financió con los aportes públicos recaudados en todo el país. Y, puesto que los costos inicialmente calculados (U$ 800 millones), terminaron siendo más de U$ 3.200 millones; la diferencia debió cubrirla la Nación (que «somos todos«, aunque unos sean más todo que la mayoría, como ocurre con un célebre ex – ministro que se apropió de unas acciones propiedad de Ecopetrol, que es también de la Nación).
Los aportes de la capital a la Nación son, por diversas causas, los más altos del país. A través de los mecanismos del llamado «situado fiscal», una parte de esos recursos se destina a impulsar obras en regiones donde no se obtiene ni lo mínimo para la subsistencia. Eso es equitativo y solidario. Lo que resulta inaceptable es que cuantiosos recursos se destinen a financiar proyectos en prósperas regiones por la simple razón de que influyentes personajes son oriundos de allá.
Al fondo de comunicaciones del Ministerio ídem tributan todos los usuarios de los servicios de telefonía fija y móvil, TV por suscripción e Internet de cierto nivel económico hacia arriba. El caudal de ingresos es importante. Algo se destina a la Agenda de Conectividad, Compartel y Computadores para educar en regiones pobres. Pero grandes sumas se destinan a proyectos de avance tecnológico para sectores pudientes de la región natal del primer mandatario, mientras que las zonas deprimidas de muchas ciudades -por no hablar de las rurales-, siguen en la edad de piedra…eso, a propósito, da piedra.
Comentarios