Para que
los niños de Dagua -y de 1078 municipios más- tengan la misma oportunidad de
acceso al conocimiento que universidades de élite en las grandes ciudades, basta con que les llegue la fibra óptica.
Por lo menos así lo
proclamó, entusiasmado, el ministro de las TIC al adjudicar la licitación de instalación
de fibra óptica a la firma UT Fibra Óptica. Lo reiteró con el fervor de provinciano descrestado por las invenciones traídas a Macondo por Melquiades.
Es increíble que los gobernantes anteriores no hubiesen advertido
dónde estaba la solución a las carencias educativas que afectan al país. De haberlo
sabido, todo se habría resuelto al tupir con ese prodigio (que, para fines
prácticos, se usa hace más de 45 años en telecomunicaciones), las redes de un
país donde los primeros anillos de fibra óptica llevan funcionando más de 2
décadas.
¡Qué pena con esos iluminados! Pero la fibra óptica no es la
última gota del desierto que imaginan. Es cierto que multiplica la capacidad de
transporte de inmensos paquetes de señales a velocidades cercanas a las de la
luz.
Pero resulta engañoso (por no decir demagógico) calificarla como la gran solución para sectores desprovistos
de trabajo, ingresos, aulas y bibliotecas. Tampoco crea por si sola oportunidades
de negocio (a menos que se trate de intermediarios, operadores y proveedores de
contenidos a gran escala), ni garantiza el acceso masivo a Internet, ni
suministra la información que las comunidades requieren para vincularse
activamente a los procesos claves de la modernidad.
Mejorar la
infraestructura tecnológica es necesario, pero insuficiente si no se tienen en cuenta otros aspectos decisivos para el desarrollo colectivo y personal. Como lo señalan
métodos y experiencias pedagógicas que practican muchos
colegios en todo el mundo, la formación podría verse más favorecida que
perjudicada si en los primeros años se mantiene una sana distancia crítica con
los dispositivos tecnológicos como Internet, celulares y tabletas.
Y el país ¿qué?
Así mismo,
la licitación adjudicada al grupo Salinas para el tendido de fibra óptica, lejos
de favorecer el empleo y la ingeniería nacionales reduce sus posibilidades
competitivas y acoge el ingreso de bancos, aseguradoras, TV Azteca, la cadena de
almacenes Elecktra y Total Play (propiedad del mismos grupo y próxima
competidora de Telmex y Telefónica, en menoscabo de los proveedores locales UNE
y ETB).
Ojalá ese
aperturismo de que alardea el ministro de las TIC no redunde, al cabo de pocos
años, en más perjuicios económicos, sociales y técnicos como los derivados de
la enajenación de Telecom.
A
propósito resulta inaudito que las explicaciones sobre la conveniencia de
capitalizar la extinta Telecom (ahora Coltel) las dé el actual presidente de
Telefónica Colombia, quien dirigió la venta en nombre del gobierno colombiano y
ahora procura la «salvaguarda» de los intereses nacionales afectados por esa
decisión…y pensar que el actual ministro de las TIC fue también empleado de Telefónica hasta un día antes de llegar al cargo.
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