Ni tan bajita
que se quede en un simple saludo a la bandera, ni tan alta que ponga a temblar
la frágil institucionalidad democrática: en sus justas proporciones, para sacar
de la apatía algunos sectores, pero sin que desordenen mucho el juego.
Embeleco o canal de expresión
Es el momento
en que todos los municipios y departamentos empiezan a discutir sus respectivos
planes de desarrollo, se pone de presente, la diversidad de interpretaciones
que presenta el principio constitucional de la participación.
Algunos la
consideran un embeleco democratero y populista, que sólo sirve para enredar las
cosas e incomodar la buena marcha del gobierno. Otros piensan que es allí donde
la genuina voluntad popular se expresa y se materializa en decisiones y
proyectos concretos.
Entre una y
otra, hay para todos los gustos: verbenas en la plaza del pueblo, largas
peroratas en los parques de los barrios, perifoneo pagado por la administración,
volantes y altavoces, conciábulos de expertos estrenando cargo (y, de ñapa,
conocimientos que vienen anexos al acta de posesión), casi como si fuese, otra
vez, la campaña electoral que pasó, sólo que ahora los vencedores hablan con
más énfasis y los derrotados, si quieren y les permiten, discursean como «ciudadanía
participante».
La diversa ciudadanía participante
«Ciudadanía
participante» es, en este cuadro, la asistencia motivada por los activistas que
no han tenido tiempo de estudiar la propuesta de plan (generalmente elaborada
con un ojo en el programa político y otro en los titulares de prensa) por andar
en el montaje del tinglado, consiguiendo tarima y animando la espera.
Lo importante,
después de la espera, los himnos y la izada de bandera, empieza cuando llegan
las autoridades echan su discurso y se van de afán, no sin antes darse una
vuelta por los toldos, recibir un bocado allí, una hojita allá, repartir
abrazos a los parroquianos y dejarse tomar fotos con las niñas de la banda de música
del colegio parroquial entre las que, por lo general, tienen un par de
sobrinas.
También entran
en el juego de la «participación ciudadana», eventos similares en canchas de
barrio y salones comunales (con funcionarios de menor jerarquía), con asociaciones
de vecinos, juntas comunales, agremiaciones, damas grises y rosadas y
personajes prestantes aunque estas últimas se realizan en recintos más
discretos, pero más efectivos al momento de aclarar un párrafo o introducir un
sujeto con predicado.
El poder en escena
No hay tiempo,
ni espacio, para la consulta escrupulosa ni el debate técnico pues eso no se
entiende, suma detalles innecesarios, contradice las ideas del gobierno, es
insubstancial y, por si fuera poco, no le agrega nada a las negociaciones que se
adelantan con la asamblea, o el concejo según sea el caso, que es el qué
finalmente aprueba el plan que regirá los destinos del municipio durante los
próximos 4 años.
Nada trivial,
sin embargo: en tales eventos de participación ciudadana se escenifica el
poder, con tal eficacia simbólica, que gana legitimidad y adhesión emocional mientras
confina las tesis diferentes en las franjas áridas del silencio, como señala
con admirable lucidez G. Balandier en «El poder en escenas».
En la
actualidad es indispensable considerar que entre el escenario y la platea,
entre el aparato del estado y la sociedad civil, las TIC generan un entorno
global donde transcurren procesos
sociales, políticos y culturales de enorme trascendencia.
Participación y TIC
Por eso, no
basta con poner buzones para que el público deposite sugerencias, o abrir telecentros
(esa especie de salones comunales con computadores) para creer que así se
asegura la participativos de la ciudadanía.
De una parte es
la sociedad civil en sus interacciones diarias, concretas, mediante el uso
intensivo de las TIC, quien da sentido y rumbo a asuntos tan cruciales como los
de enfrentar la crisis económica y política actual del «primer» mundo. Pero la
participación en TIC se limita, como piensan algunos, a movilizaciones o
protestas callejeras convocadas por medios o redes sociales.
De otra parte, las
estructuras productivas, políticas y culturales definidas por Internet y la
información; constituyen el marco donde los actores sociales (y los ciudadanos
en general) encuentran mayores posibilidades de representar sus intereses y
valores mediante hábiles estrategias que los conectan y ponen en relación con
todo tipo de instituciones, a la escala que estimen necesario.
En esas
condiciones, cuando un grupo de ciudadanos no encuentra receptividad a través
de las vías convencionales para exponer una iniciativa, manifestar su
descontento o recibir respuesta a una demandas, a través de redes vía la Web establecerá
contactos, construye soluciones y desarrolla estrategias de las que resulta un
cúmulo gigantesco de saberes, experiencias, conocimientos, ideas innovadoras o
simple información.
En tal caso, se
podrá decir que las TIC sirven de plataforma a la participación ciudadana, a la
innovación social y la gestión de conocimiento, y suplen la ineptitud,
inflexibilidad e insuficiencia de los mecanismos que hoy despliegan los entes
territoriales en la elaboración de los planes de desarrollo respectivos.
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