En sus últimos años, el
historiador Eric Hobsbawm destacó con particular énfasis la revivificación que
tienen los planteamientos de Marx en la actualidad y, de forma particular,
aquellos que examinan las crisis cíclicas del capitalismo.
Comunista de toda la vida
En pleno ascenso nazi, 1932, y
nada menos que en Viena, Eric Hobsbawm se hizo comunista y no dejo de serlo
hasta su muerte aunque su condición de miembro activo del partido comunista
inglés la mantuvo sólo durante unos 50 años, desde 1936.
Esa larga permanencia -y otros
aspectos de su vida en estrecha relación con episodios cruciales del siglo 20-,
los refiere en «Años interesantes. Una vida del siglo XX», publicado en 2002.
Allí explica -con el rigor
intelectual, agudo humor y fresca elegancia que fueron sus características- porqué
no renunció a la militancia marxista
pese a las incontables controversias y divergencias que atendió, al tiempo que
se labró una carrera académica de excelencia que lo llevó a ser calificado como
uno de los intelectuales más destacados del siglo 20 (y lo que va del 21).
Persistente luchador contra el nazismo
Al comienzo de los 30, Europa
era un hervidero. Trascurrían «los días
en que los cielos se caían, la hora en que los cimientos de la tierra se
esfumaron«. Los ideales socialistas ganaban acogida entre los trabajadores como
forma de enfrentar las consecuencias del crack del 29.
Sin embargo, las corrientes
del Ancien régime buscaban afianzar a toda costa su poder y alentaban la
esperanza de acabar el foco de todos sus males, el marxismo, con el
fortalecimiento de las diversas formaciones fascistas, Hitler en primer
lugar.
«Yo no llegué al comunismo
como un joven británico en Inglaterra, sino como un centroeuropeo en pleno
hundimiento de la República de Weimar. Y llegué a él cuando ser comunista
significaba no sólo combatir el fascismo, sino una revolución mundial. Sigo
perteneciendo al vagón de cola de la primera generación de comunistas, aquellos
para los que la Revolución de Octubre era el principal punto de referencia en
el universo político«, señala al respecto Hobsbawm.
A diferencia de quienes
optaron por renunciar a sus anhelos juveniles (demostrando con ello un ligero
sentido del compromiso consigo mismos), a cambio de su acomodamiento en la
sociedad que alguna vez habían pensado transformar, Hobsbawm permaneció activo en el marxismo esencial, aquel que
profundiza en el examen de los acontecimientos para encontrar la causa de los
desajustes y elaborar alternativas que trasformen, para mejorlas, la vida, la
libertad y la solidaridad humanas.
El orgullo de ser fiel a si mismo
En sus debates con el régimen
soviético y los «socialismos» nacionales en los países de su esfera de
influencia (tan lúcidos, claros y públicos como los que siempre mantuvo contra
el capitalismo y sus adláteres), no encontró razones suficientes para
irse…además tampoco nadie pidió su salida. En «Años interesantes» admite
que a esa firmeza también contribuyó cierto sentimiento de orgullo: «Quitarme
de encima el sambenito de pertenecer al Partido habría mejorado mis
perspectivas de éxito profesional, especialmente en Estados Unidos. Me habría resultado fácil escabullirme a la
chita, callando. Pero logré probarme a mí mismo que podía alcanzar el éxito
como comunista reconocido -independientemente de lo que signifique eso del
«éxito»-, a pesar de dicho sambenito y en plena Guerra Fría. No es que defienda
ésta forma de egoísmo, pero tampoco puedo negar su fuerza. Así que me quedé«.
Marx: a cambiar el mundo de nuevo
Los intentos de solución a la
crisis -evidentemente incongruentes y
torpes-, corroboran la ineptitud de las élites dominantes, su incapacidad
histórica, sus carencias mentales y su cortedad de vista, que la renovada
vigencia de los planteamientos marxistas.
M
allá de los círculos académicos donde Hobsbawm brilló, hoy se estudian los
textos de Marx con renovado entusiasmo: hasta líderes, políticos y empresarios
de se disputan plazas en seminarios y cursos universitarios como sucede, por
ejemplo en los cursos que dicta el maestro Sergio
de Zubiría en los Andes. ás
En referencia a esa tendencia el
propio London Times tituló una foto de Marx con: «Ha vuelto», cuando el desplome de
las bolsas y la amenaza de quiebra llevó –a fines de 2008- a una rápida nacionalización de los imperiales bancos británicos.
Por esos mismas días la prensa
internacional mostró una fotografía del presidente de Francia, hojeando El Capital que en los últimos años se mantiene en el tope
de las listas de libros más vendidos en Alemania y otros países europeos.
«Hasta el papa Benedicto XVI se vio obligado
a elogiar la gran habilidad analítica de Marx. Karl Marx, el gran ogro del
siglo XX, había sido resucitado en las universidades, los encuentros de debate
y las oficinas editoriales«, dice Tristram Hunt en una entrevista con motivo del lanzamiento de «Cómo cambiar el mundo», el último titulo publicado en vida del
historiador inglés.
«Todavía sigue pareciéndome plausible el
reemplazo del capitalismo«, dijo Howsbawm para señalar la concurrencia de
hechos que llevan a reconocer la vigencia del marxismo y a repasar sus exquisitos
trabajos sobre la historia mundial.
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«El cura predica, pero no practica». Hobsbawm, al igual que Marx y Engels, dedicaron su vida a fustigar el capitalismo y sus adláteres, viviendo siempre a prudente distancia de los paraísos socialistas. No encotraron en todo el mundo una ciudad mejor para vivir que Londres, la capital del infierno de la Revolución industrial, la madre del sistema capitalista.
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