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Sin grandes avances ni grandes retrocesos en materia tecnológica, el primer quinquenio del siglo 21 que tan prometedor parecía al comienzo, se nos presenta ahora como otro período gris. Lo malo es que estamos en una época en que quien va lento pierde y una «pequeña equivocación» conduce a catástrofes no por invisibles menos perjudiciales.

Hace cinco años, al comenzar el 3er milenio, muchos indicios parecían señalar que Colombia avanzaría con firmeza por las sendas de la modernización tecnológica. Hoy, al cierre del lustro, el panorama es menos claro y, como suele ocurrir en el país del Sagrado Corazón, los responsables impunes (cuando no «caídos hacia arriba´), las políticas en el papel y la gente procurando mejorar las condiciones de vida, de educación y  de trabajo con entusiasmo, inventiva y alegría.

La por entonces recién inagurada competencia en telefonía de larga distancia, por ejemplo. ¿Qué deja de saldo? La vieja Telecom quebró, entre otras razones, por su incapacidad para afrontar las nuevas condiciones de mercado (y la nueva busca a todo trance repetir los errores). Orbitel se sostiene en el segundo lugar y, al menos, da ganancias a los socios capitalistas particulares y 007 Mundo (¿Quién se acuerda de 007 Mundo? Hasta la marca desapareció despues de consumir inmensos presupuestos en publicidad. ¿Recuerdan?).

Los servicios de telefonía fija local se mantienen a duras penas en muchas partes y en las grandes capitales subsisten por inercia frente al avance vertiginoso de la telefonía móvil, sin duda el segmento que más transformaciones ha vivido en este lapso. Cómo por ensalmo, la participación que las telefónicas estatales tenían en Comcel (la dominante del mercado), desapareció. ¡Claro! este también es el período de florecimiento de Harry Potter.

Desde luego, la cobertura de Internet ha crecido. Pero no gracias sino a pesar (y en muchas ocasiones francamente en contra), de las políticas oficiales.

La Agenda de Conectividad se percibía hace 5 años como un programa de extensión de servicios de telefonía a comunidades de verdad apartadas, que favorecía (de paso) a ciertos proveedores de equipos y servía para sostener un discurso futurista mediante la instalación de líneas en lugares donde ni siquiera Telecom tenía cobertura.

Era un programa quizás más demagógico que el actual (me refiero al nacional por que de la «Agenda de Conectividad» de Bogotá, «Internet al Parque», «Internet entre por o para tod@s» o como quiera que se denomine ésta semana la tal política de «Internet Social» (?) distrital; de ese fantasma o duende que ni camina…mejor ni hablar ), pero probablemente más activo, sin duda.

Obviamente el uso de las TIC ha crecido. De manera impredescible e incuantificable (seguimos, como hace un quinquenio, como hace 5 décadas, sin estudiar la realidad, sin observarla siqueira con algún sentido crítico: los hechos se dan y punto. Pasemos a otra cosa), pero han crecido a ojos vista.

Sin embargo ese crecimiento, sucede por riesgo y cuenta de la gente. No por que el estado, los grmios, la academia, los medios, el empresariado o los «líderes sociales» hayan hecho nada en su favor. Se trata, pues, de un crecimiento espontáneo, social, popular, cultural si se quiere.

Las grandes empresas, por ejemplo, han incrementado ciertamente sus inversiones en renovación de la infraestructura tecnológica pero, sin embargo, siguen haciendo lo mismo que antes, tan regular como siempre y con los mismos procesos (o procedimientos), anacrónicos de hace un siglo. por lo general dichas inversiones responden más a la necesidad de reducir los costos de producción que a la vocación de mejorar los productos, la calidad de los servicios o favorecer a los consumidores.

La infraestructura tecnológica puede actualizarse todo lo que se quiera. Pero mientras la mentalidad arriera y parroquial siga entronizada en la administración pública y los comglomerados,el empresariado y los gremios persistan en sus concepciones mezquinas, esa actualización (que no es modernización en el sentido profundo del término), no se traducirá en incrementos de la productividad, el bienestar y la equidad para la población. Como ha suceido, lamentablemente, en estos últimos cinco años, los primeros del siglo 21. ¡Qué paradoja!

 

 

 

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