Un sistema de transporte que sirva realmente a la sociedad, es resultado de la realización de políticas públicas -conocidas y respaldadas por la ciudadanía-, que se orienten a atender las necesidades de las personas en condiciones de seguridad, confiabilidad, dignidad y tarifas justas.
Lamentablemente, en Bogotá la gran ausente siempre ha sido la sociedad civil, la gente, esa desconocida que padece, aguanta y sigue esperando lo mejor. Pero, el transporte público masivo de personas en Bogotá es el resultado de décadas de políticas arbitrarias, pactos ocultos, incumplimientos, abusos y decisiones caprichosas.
La mayor parte de las vías construidas a partir del medio siglo sobre los rieles del tranvía destruido el 9 de abril, fue para que circularan, pesados y con alto consumo de gasolina, los automotores de la época, entre el centro y las zonas periféricas donde se asentaron amplias masas de migrantes provenientes de todo el país.
Disputas ocultas
Sin embargo, en vez de buscar cómo responder a esas nuevas condiciones, las autoridades se inclinaron a proteger y promover los intereses de importadores, proveedores y empresarios de vehículos, combustibles y repuestos. Cruentas disputas ocultas se dieron entre aguerridos bandos por el control de rutas, cupos y autorizaciones en la llamada “guerra del centavo”. Políticos, alcaldes, concejales y funcionarios tomaron partido por uno u otro contingente aunque casi nunca en favor de la ciudadanía.
Así, ante la eliminación del trolebús y la frustración de no contar con un metro (que algunos impiden sólo por no serle totalmente favorable a sus estrechos intereses), la clase media adoptó el anhelo del carro propio como seña de identidad y, sin desearlo, sumó confusión a la confusión y pavor al tráfico capitalino.
Ligero, metro ligero
El esquema propuesto por el Plan de Desarrollo Bogotá Humana comprende la construcción del denominado “metro ligero” (¿tranvía?): un anillo férreo urbano que une corredores abandonados del tren con nuevos tramos, como el de la Séptima entre la calle 193 y portal 20 de Julio.
Hoy, con eso del “carril único”, la Séptima resulta más pesada, conflictiva y azarosa de lo que pensaron quienes se ilusionaron con el tranvía. Por eso, a un año de la elección de alcalde, Gustavo Petro debería rendir a los bogotanos cuentas por el incumplimiento de este otro compromiso.
Si se hizo lo correcto en lo que va del mandato entonces ¿qué impide iniciar de inmediato la construcción del tranvía sobre la Séptima? ¿Qué fuerzas llevan al alcalde actual a quebrar su compromiso y fallarle a Bogotá en una cuestión clave para la ciudad?
La ciudadanía bogotana se sentiría bien identificada con un tranvía por la Séptima, en vez de ese engendro de los “azules” que circulan fantasmales bajo la sigla SIPT que no es (por lo menos todavía), sistema, ni está integrado ni integra ni significa lo público y cuyos servicios dejan mucho que desear en cuanto rutas, frecuencias, recorridos señalización e información a los usuarios.
las mafias no dejan hacer nada que sirva para el país-solo para sus bolsillos debe servir.
Califica: