Voces coléricas, fariseas, se levantan contra la familia de Gabo por la decisión de vender algunos documentos del escritor al Centro Harry Ransom de la Universidad de Texas. Desde las mismas filas que enfrentó García Márquez para llegar a convertirse en el escritor de talla universal reconocido por todos, califican a los García Barcha poco menos que de “vende-patrias”.
A lo largo de su vida, Gabo desafió los obstáculos plantados por esa élite que maneja el país a su antojo desde los tiempos de las guerras civiles. Los que negaron la pensión al coronel Gerinaldo Márquez, entregaron Panamá a los gringos, perpetraron la Masacre de las Bananeras, desataron la violencia liberal-conservadora, auspiciaron la dictadura de Rojas Pinilla, montaron el Frente Nacional y auspician el narco-para-militarismo, tienen razones para aborrecer a quien los mostró tal como son.
Actitud de entrega
La Biblioteca Nacional, según su actual directora, solicitó a la familia de Gabo la entrega de los archivos para que reposen en sus arcas. Menos mal no se les ocurrió pedirlos con orden judicial. Pero, aunque no se conocen las condiciones ofrecidas, es evidente el interés oficial por tomar los archivos bajo su resguardo para «protegerlo» con claves de acceso restringido, imposibles de consultar y, mejor todavía, si pueden escatimar lo debido a quienes tienen justo derecho: los herederos del maestro de Aracataca.
A propósito, hay que ver cómo está el pueblo donde nació el más grande escritor en lengua castellana, después de don Miguel de Cervantes Saavedra. Y no se hable del acueducto, la casa del coronel o el puesto de salud. ¿Dónde una biblioteca que convoque a los interesados, un remedo de parque temático, algo así como un “panaca” de Macondo?
Nada. Para eso no hay programas ni presupuestos aunque, a decir verdad, más que plata lo que falta es voluntad, o ganas. O imaginación. Para los gobernantes colombianos resulta más fácil, por ejemplo, patrocinar una corrida de toros en homenaje a un dudoso funcionario, o regalar tabletas en las escuelas rurales, que editar y repartir gratuitamente una edición decorosa de “El General en su laberinto”.
Esa tacañería con que la élite maltrata la memoria de eminentes luchadores por la libertad -Nariño, Caldas, Camilo Torres, Bolívar y Sucre para hablar sólo de los forjadores de la Nación- en el caso de los artistas e intelectuales llega a la vileza. Se convierte en pura infamia.
Los oprobios de una élite inculta
Las desazones del matrimonio de Mercedes Barcha con el hijo del telegrafista no las causó ese que la amo con alegre embeleso y probidad. Sus padecimientos fueron por el acoso policiaco, político y económico que afrontó el joven reportero, su esposo, persistente en develar los oprobios de los gobernantes incultos, ineptos y presuntuosos que mandan en Colombia con talante indigno.
La obra literaria y periodística de García Márquez creció a contrapelo del querer de esa dirigencia que terminó soportándolo, únicamente por el prestigio ganado a puro pulso. Pero, jamás admiten su reservada militancia comunista.
En medio de las precariedades del exilio en México (al que los llevó el porfiada acecho, de las autoridades civiles, militares, empresariales, periodísticas y eclesiásticas), Gabo pudo terminar de escribir “Cien años de soledad”. Mercedes debió empeñar la plancha para pagar el envío de los originales a Buenos Aires.
El mundo acogió con deleite la historia de Macondo, al tiempo que el conservadurismo colombiano la repelió por contraria a la doctrina cristiana y apartada de los cánones que imperaban sobre la literatura nacional. Quienes cumplían la consigna de defender el establecimiento a sangre y fuego elogiaban los “ribetes clásicos” de Laureano Gómez.
Padres de familia de ilustres apellidos exigieron a los colegios capitalinos y de provincia, prohibir los libros del autor de la “Mala Hora” y “El coronel no tiene quien le escriba”, además, por supuesto, de la novela que se reimprimía, traducía y circulaba profusamente en todos los rincones del planeta.
El Centro Harry Ransom de la Universidad de Texas reúne condiciones, con ningún parangón en Colombia, para estudiar y publicar el fondo Gabriel García Márquez, tal como lo hace con otros prestigiosos escritores mundiales cuyas colecciones son material de estudio, están perfectamente cuidados y se publican en formato digital.
Algo diferente al reposo que ofrecen aquí a los materiales escritos por Gabo. Es probable que en Colombia nada de ellos quede después de años de maltrato, descuidos y saqueo. Por no hablar de la inexistencia de una entidad que les dé el trato adecuado.
Inclusive si el congreso aprobara crear un centro de estudios literarios dedicado a García Márquez, luego vendría la designación de un recomendado –e incapaz- para que lo dirija con la supervisión de la procuraduría, actualmente bajo dominio del opus dei. Macondiano.
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La herencia de Gabo para los colombianos, esta consignada en los libros que con su realismo mágico nos enseñan a valorar el talento de nuestros coterraneos. Y la herencia familiar son los bienes convertibles en dinero que mercedes y sus hijos podrán disfrutar,pues bien apretados que les toco vivir en el exilio para que ahora no puedan vivir con holgura. El resto es falso nacionalismo.
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Algunas precisiones literarias y políticas absolutamente necesarias a la «mala hora» de los nuevos ataques del «nacionalismo hirsuto», como los provocados por la buena idea de entregar los «papeles» de Gabo al Centro Harry Ransom.
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