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Sí, todos tenemos que pagar las deudas, eso no se discute, y todos tiene derecho a cobrarlas, tampoco se discute. Pero que a uno lo estén llamando antes de la fecha establecida para pagar la cuota de un préstamo o de una tarjeta de crédito ya raya con el acoso. Y está sucediendo. Lo peor es que cuando uno quiere quejarse porque le están cobrando antes de tiempo solo le responden que es por culpa del sistema.

O cuando uno se ha demorado tan solo uno o dos días en pagar porque sencillamente no estuvo en la ciudad o se embolató por cualquier motivo, ya le están llegando a uno los mensajes al celular para recordarle que su préstamo está vencido.

Realmente las entidades bancarias y las empresas de telefonía celular se esmeran en recordarle a uno que tiene compromisos financieros: por correo físico, por mensajes de celular, por correo electrónico. Y eso sin mencionar las llamadas a las 7:00 de la mañana cuando al deudor está corriendo para empezar el día, las del fin de semana a primera hora de la mañana cuando uno quiere descansar o las llamadas al celular justo en una reunión o cuando uno está manejando. Claro, uno siempre tiene la opción de no contestarles a los números desconocidos, pero la verdad es que estos cobradores de call center son muy insistentes.

Realmente los considero. Ya no tienen que vestirse de sacoleva ni aparecer sorpresivamente en la puerta de la casa para golpear y avergonzar ante los vecinos al que no paga, como sucedía hace muchos años con los llamados “chepitos”, pero seguramente a cada uno de ellos le contabilizarán sus comisiones por cada llamada efectiva que realicen, por cada deudor al que comprometan con un pago futuro, por cada vez que preguntan al inicio de la conversación: ¿Cómo se encuentra usted en el día de hoy?

Y pobre del que conteste un teléfono fijo si no es el deudor, empiezan otro montón de preguntas: que quién es, que cómo se llama, qué relación tiene con el señor que no ha pagado, si conoce otro número donde sea posible contactarlo, que a qué hora llega. Como si la familia estuviera obligada a revelar los datos del pariente que aún no ha pagado.

Son desesperantes, pero lo peor es que no es culpa de ellos. Les diseñan un libreto, les definen lo que tiene que decir y de allí en adelante defiéndanse como pueda. No quisiera estar en su pellejo, pero pareciera como si quienes mandan a cobrar les dijeran de entrada que quien se demora dos días en cancelar una tarjeta de crédito fuera un delincuente y tocara ponerlo contra las cuerdas, tomarlo del cuello y hacerlo confesar: diga usted la verdad y nada más que la verdad: ¿Por qué no ha pagado?

Sí, es cierto que hay gente que no paga las deudas. Sí, hay cuentas que nunca se cancelan, pero no todos tenemos que ser tratados como si fuéramos mala paga y menos después de que los bancos hacen semejantes estudios de riesgo para definir a quién le prestan plata y a quién no. Otra cosa es que por afán de colocar tarjetas de crédito las repartan a diestra y siniestra, pero eso sí, que ellos asuman las consecuencias de sus actos, como debemos asumirlos también los mal queridos usuarios del sistema financiero. Pero eso así, vaya y vea cómo soluciona su problema cuando es el banco el que la embarra. Uno puede demorarse una hora en el call center mientras lo pasan de persona a persona antes de que le conteste la indicada  para decirle que su queja ha sido registrada y le den tan solo un número  para que le siga la pista.

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