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Por Rocío Mendoza Manjarrés
Directora Barranquilla Cómo Vamos
@BquillaCmoVamos

Colombia es un país de disensos. A diario lo vivimos con tan solo conectarnos a las noticias. Muchos dicen incluso que son demasiados, que quitan mucho tiempo que se debería invertir en administrar el país. No obstante, escuchar otras voces y perspectivas argumentadas, indudablemente puede enriquecer los proyectos de ciudad, siempre y cuando no se trate de criticar por criticar.

En Barranquilla, por ejemplo, acaba de ocurrir algo atípico con el plan de desarrollo, denominado Barranquilla Capital de Vida. En tiempo récord y por unanimidad, el Concejo Distrital de Barranquilla lo aprobó el pasado 20 de abril. Sin mayores debates, se le dio el sí a la hoja de ruta presentada por el alcalde Alejandro Char, la cual orientará el destino de la ciudad en estos cuatro años.

Se podría decir que en este caso la amplia participación obvió el debate, pues es justo reconocer el carácter participativo que la administración y el concejo le dieron al ejercicio en su etapa de formulación: más de 3 mil propuestas fueron recibidas de la comunidad en interesantes ejercicios denominados “cabildos abiertos”, realizados en todas las localidades.

Entonces, como el plan se construyó con el concurso de la administración, los concejales y la comunidad, el argumento fue que prácticamente no había mucho que debatir. Quedó así aprobado el plan de desarrollo, con un poco más de 30 días de anticipación a la fecha límite que establece la Ley.

¿Bueno o malo? ¿Negro o blanco? Ni lo uno ni lo otro. Lo que hay es mucho gris.

Gobernabilidad y equilibro

Es importante para cualquier administración tener gobernabilidad, entendida como la capacidad para tomar decisiones, emprender iniciativas y proyectos, y poder materializarlos.

Esta gobernabilidad pasa por lograr acuerdos y consensos entre el Estado y los diversos actores de la sociedad. Implica superar diferencias e intereses alrededor de una visión compartida de ciudad. Sin duda, esta ha sido una fortaleza presente en los últimos gobiernos de Barranquilla.

Sin embargo, en esta dinámica debe haber un equilibrio de poder, de pesos y contrapesos. Es saludable y deseable que se presenten tensiones, pues ayudan a incrementar la responsabilidad y la integridad en el manejo de la gestión pública y de sustraerla de la apropiación privada.

Para generar este equilibrio se hace necesario que la sociedad civil: gremios, veedurías, organizaciones sociales y colectivos ciudadanos y academia asuman un papel deliberante y actuante alrededor de lo público.

Esto le hace falta en gran manera en Barranquilla, tal y como lo evidencia la más reciente Encuesta de Percepción Ciudadana (2015) de Barranquilla Cómo Vamos, en la que más de la mitad de los barranquilleros (54%) dijo no haber formado parte de alguna organización o grupo en ese año.

Incentivar la participación política

¿Poca iniciativa? ¿Desinterés? ¿Falta de incentivos? ¿Poca receptividad de los gobiernos? La pregunta no es fácil de resolver. Lo cierto es que faltó algo de disenso, de crítica, de cuestionamiento, de independencia y rigor en este ejercicio. Esto no necesariamente implica que el plan aprobado no sea una buena herramienta.

Lo insípido del debate público en torno al plan de desarrollo, se debe en parte al debilitamiento de la sociedad civil en los últimos años. Quizás cuando todo marcha aparentemente bien se genera un desincentivo para la participación política, en especial en sus formas de control social y veeduría.

En efecto, es posible que la sociedad civil se relaje y se adquiera un matiz o un rasgo característico en la democracia más próximo a la representación que a la participación. Interesante analizar qué subyace u origina este debilitamiento, que pone en manos del ciudadano y de las instituciones de la sociedad civil una gran corresponsabilidad, no por acción sino por omisión.

Oposición, control social y político

En Barranquilla no existe oposición política, los pocos intentos han caído en personalismos, carecen de rigor y continuidad: aparecen fugazmente cada cuatro años, arman el avispero, se pierden y vuelven a aparecer.

Además, el control social ejercido por los ciudadanos es débil y apenas estamos aprendiendo a incidir y ser eficaces. Y el rol de control político que debe realizar el concejo no gusta entre los propios concejales.

Este Concejo ha jugado un papel importante en la coadministración de la ciudad al aprobarle al alcalde los proyectos y recursos que ha solicitado, esto es muy importante para avanzar en el gobierno de la ciudad y sacar adelante obras de importancia para Barranquilla. Sin embargo, se necesita que el control político se haga con la misma vehemencia y celeridad.

Es también una oportunidad de la nueva administración y del concejo para mejorar su imagen ante el ciudadano. Cabe recordar que en la encuesta de percepción del 2015, hecha por Barranquilla Cómo Vamos, solo el 33% de los encuestados percibió que la alcaldía hace acciones por mejorar su calidad de vida y apenas el 3% lo percibió así para el concejo distrital.

Encendamos alarmas

Se debe aumentar el control para evitar excesos y regular el ejercicio del poder. Deben prender las alarmas los últimos hechos en la ciudad, donde un prestigioso representante de un gremio empresarial supuestamente incurrió en graves anomalías por exceso de confianza y entrega de poder aparentemente ilimitado desde sus directivos, bajo la premisa de un buen desempeño y excelente gestión.

Esto nos hace reflexionar acerca de la importancia de los límites, el contrapeso y el control para blindar a la ciudad de posibles abusos de poder, los embates de malos gobiernos y decisiones erradas que terminaremos pagándolas todos.

Cuando en materia de gobernabilidad una administración tiene la fortuna de tener el campo abonado, uno de los retos más importantes es precisamente fortalecer la institucionalidad asociada al accountability social -término relacionado con la responsabilidad y la rendición de cuentas- incentivando, valorando y promoviendo el disenso, la crítica y la deliberación pública.

Cuando este ejercicio se hace con rigor, sin extremos y pensando realmente en la ciudad, la gestión se fortalece, se afina y se legitima mucho más.

@redcomovamoscol 

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La Red Colombiana de Ciudades Cómo Vamos -RCCCV- articula a 13 programas Cómo Vamos, que comprenden 22 ciudades, para evaluar los cambios en la calidad de vida y generar información confiable, imparcial y comparable. Contribuimos a desarrollar gobiernos efectivos y transparentes, además de promover ciudadanías más informadas, responsables y participativas. Hacemos parte de la Red Latinoamericana por Ciudades y Territorios Justos, Democráticos y Sustentables.

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