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No vendrán desempleados de bien como yo, o como los otros 2´406.999 de desempleados que tiene este país de oportunidades escasas, roscas y dádivas. Vendrán desempleados de la guerra, gente que sabe matar, gente que ha vivido lo peor de Colombia, que quién sabe si queriendo, o sin quererlo, son cómplices de muchos atropellos a los maltratados derechos humanos. Y no lo digo por los guerrilleros, lo digo por todas las partes de éste podrido conflicto. 
Casi todos mis lectores deben ser personas de ciudad. Pero vayan al campo, vayan a los municipios, a las zonas rurales de Colombia, que albergan casi el 25% de la población, donde literalmente juegan a policías y ladrones. No tienen más opción; o se es malo, o se es perverso, no hay más de dónde escoger. En cualquiera de los bandos que elijan van a asegurar, techo, comida y ropa ¿Qué más se necesita en el campo? Lo tienen todo y como para hacer la guerra no se necesita haber estudiado nada, pues es el trabajo ideal. No necesitan experiencia previa, los ponen al frente. No necesitan haber hecho prácticas en empresas multinacionales, poco a poco estas organizaciones se han transformado en multinacionales. Sin más oportunidades, escogen algún bando de la guerra. 
Una guerra que alcanza para llenarle los bolsillos a todos, porque desarrollar, importar, comercializar, vender, mantener y traficar armas no es gratis, existe un gran negocio detrás de ello. Negocio del que viven familias enteras. En Colombia está montado uno de los astilleros de embarcaciones de guerra más importantes del continente. La empresa de producción y desarrollo de armas pertenece al Gobierno y es de las pocas empresas del Estado que genera ganancias. 
Y a todo esto hay que sumarle, combustible, dotaciones, médicos, clínicas, prostitutas, comida, drogas, medicinas, prótesis, pensiones, vendas, carros, mercados. Todo, todo hay que sumárselo al presupuesto de la guerra, es algo de lo que viven muchísimas familias. Algunos colombianos deben pagar un impuesto de guerra. ¿Impuesto de guerra? vaya justificación al conflicto. Eso solo se puede ver en un país que vive de la guerra y para la guerra.
¿Y el día que se acabe la guerra, qué van a hacer todos esos nuevos desempleados? Se nos viene otro problema, uno grande. Más empresas quebradas, despidos, más gente para las calles, gente que no sabe hacer nada, haciendo nada. Más inútiles con tiempo libre para pensar en nada y cuando ese tipo de gente piensa en nada, el resultado es atroz. 
El carácter violento del colombiano, potenciado por el hambre que sentirán los desempleados de la posguerra, después de no encontrar en qué ocuparse, generará más violencia, desembocará en un círculo vicioso interminable. 
Síganme en Twitter: @Des_empleada

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