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Mire, don Bruno, el sol brillante saliendo por encima del pino que me mostró ayer.

Se ve enorme tan cerca de la tierra, ¿cierto, Juan?

¿Es por eso que se ven tan enormes el sol y la luna cuando están saliendo y cuando se ponen?

Sí, Juan, la perspectiva que da la tierra con relación a ellos hace que parezcan mucho más grandes que cuando están altos y solos en el cielo.

Pues que rico me siento esta madrugada de alto verano, don Bruno.

Hablando de rico, Juan, hoy vamos a enriquecer a Colombia y a los colombianos en nuestra charla.

¿Será posible, don Bruno?

Escuche y verá, Juan…

Juan, ya conoces bien el tema de liberar las importaciones colombianas por el sinnúmero de beneficios que le traería a la patria. Este es un tema tan trascendental para enriquecer a todos los colombianos, que sigamos hablándolo con nuevos argumentos bien valiosos.

Hágale, don Bruno, que ya entiendo eso del proteccionismo y lo malo que es para mi país.

El proteccionismo es un subsidio que, en forma de impuesto a través del estado, todos los colombianos le pagan a algunas empresas y que acaba en los bolsillos de algunos muy ricos, muchos de los cuales no viven en Colombia, pero que sí llevan su subsidio a otros países donde contribuyen a su desarrollo y enriquecimiento y no a los de Colombia.

Y oiga, Juan, para enfrentar la apertura, Colombia cuenta con unas capacidades de iniciativa y creatividad sobresalientes en su sector del rebusque, que conforma la tajada mayor del giro de la economía colombiana y de su empleo e ingresos. Cuánto bien le hará al país que opere el rebusque en condiciones de libertad e igualdad.

Sí, Juan, para permitirle a todos los Colombianos las mismas oportunidades de tener empleo e ingresos, según sus capacidades y disponibilidades.

Si, don Bruno, es que el problema con la legislación populista es que muchas veces impone todo lo opuesto a lo popular.

Demasiado bien dicho, Juan.

Y, Juan, en el caso de la legislación laboral colombiana, se ha creado una situación nada democrática de desigualdad entre los colombianos.

Hay un sector de empleados favorecidos por encima del resto de la fuerza laboral colombiana, Juan.

Además, Juan, esos empleados, por ser protegidos, pierden su factor competitivo que, como en todo lo económico, es la base del éxito, y lleva a que su trabajo tienda a la baja en su productividad, eficiencia y calidad.

Sin duda, don Bruno.

Y por encima de todo ello, la legislación laboral colombiana encarece la producción y, por lo tanto, el costo de vida de los colombianos.

Entonces, Juan, la legislación laboral colombiana crea desempleo y encarece el costo de vida colombiano. Si se cambia la legislación laboral, Colombia estaría libre de competir internamente entre todas las clases económicas, con todos los beneficios productivos, de economías y de escala, de costos y de precios, con la reducción del costo de vida colombiano correspondiente.

Demasiado bueno, don Bruno.

Y oiga, Juan, este ejemplo tan sobresaliente y temeroso. Las ensambladoras de vehículos colombianas, sobre todo una, se han dejado llevar por huelgas y amenazas de huelgas, muy mal manejadas por sus directivos. Esto ha llevado a que sus costos y obligaciones laborales sean tan altos, que, sin el proteccionismo, no existirían y les costaría todo lo que tienen, y más, para liquidar a sus trabajadores e irse del país.

La otra ensambladora que había, simplemente se fue, Juan. Ya entendemos porque.

Por ello, Juan, es que las tarifas arancelarias para vehículos en Colombia son las más altas del país y los colombianos pagan por sus vehículos tanto más de lo que deberían.

¿Sabe eso que es, don Bruno?

¿Qué, Juan?

Eso no es más que hacer pagar a los colombianos la incompetencia de los gobernantes colombianos y la indiferencia del alto sector económico privado colombiano.

¡Acertado, Juan!

Y eso tiene que cambiar para que Colombia pueda volver a aspirar a ser la gran nación, que fue su intención en el día de su nacimiento.

Qué bonito, don Bruno.

Es que, Juan, lo absurda y onerosa de la legislación laboral colombiana es el resultado del populismo.

Sí, don Bruno, es que en Colombia se hace gran retórica del “vamos a darles a los trabajadores el moro y el oro”. Y todos los colombianos naturalmente se consideran uno de esos trabajadores al oír esa retórica, pero la verdad es que a lo que ha llevado el populismo laboral es a la segregación laboral, a la desigualdad laboral, a la ineficiencia laboral, al desempleo, al empobrecimiento y al obligado desobedecimiento de la ley.

Juan, todo populismo necesita un análisis más allá de su fervor del momento, porque, al menos en lo económico, pero también en términos generales, las medidas populistas acaban siendo todo lo opuesto a populares y el pueblo colombiano es el que acaba pagando sus consecuencias.

Colombia necesitará, para su superación y bienestar, un régimen laboral suficientemente libre para que sea eficiente, productivo y accesible, para así garantizar la productividad colombiana y el empleo de todos los colombianos.

Un mercado laboral competitivo contribuiría mucho a la estabilidad social, al sostenimiento de la economía y a garantizar el costo de vida. Así, contribuiría sustancialmente a la confianza de los colombianos en sí mismos y, del mundo, en la economía colombiana.

Por otro lado, hay que liberar los controles de cambio para que sean bienvenidos todos los dineros del mundo a Colombia y para promover la repatriación de capitales colombianos para su inversión y productividad en el país.

Entonces, Juan, ¿qué se quiere decir por liberar los controles de cambio? Que el Estado no intervenga para nada en las transacciones internacionales. Que el Estado solo vigile a las entidades financieras en ese aspecto, pero no a las cuentas de esas entidades.

Los controles de cambio solo perjudican y empobrecen a Colombia.

Es que, Juan,  los controles de cambio nunca tuvieron efecto alguno perceptible sobre las actividades para las cuales se tienen, actividades relacionadas con el narcotráfico en primer renglón. La verdad es que estos controles existen más que todo para complacer a otras naciones, en particular a las más poderosa.

Otros países no tienen ningún reparo en recibir dineros colombianos para su propio enriquecimiento, tal como los dineros de los ricos colombianos que viven allá, dineros que podrían estar enriqueciendo a Colombia.

Liberar los controles de cambio pondría a Colombia en una situación privilegiada de liquidez internacional y aportaría todo el capital en moneda dura para ensanchar su industria y poner en marcha el sano aprovechamiento de las tierras colombianas.

Liberar los controles de cambio en Colombia seria la manera más sencilla e inmediata y efectiva de provocar un boom económico colombiano, que traería, en sí, un gran crecimiento, para el bien social de los colombianos y la prosperidad futura del país.

Así, se enriquecerían todos los colombianos

Otra idea: hacer del Archipiélago de San Andrés un paraíso fiscal, al estilo de Caimán o de Turcos y Caicos. Con ello, se puede asegurar el bienestar y el progreso del Archipiélago, para así aferrarlo del todo a Colombia y no a Nicaragua, y además, como mayor estimulo, en conjunto con la liberación de los controles de cambio, fomentaría la llegada a Colombia de dineros del mundo y dineros de colombianos guardados en el exterior.

Y, Juan, la garantía de privacidad y libre uso de capitales traídos a Colombia que le daría a San Andrés el hecho de ser un paraíso fiscal, haría de San Andrés un trampolín de inversión y de confianza en Colombia, para su enorme fortalecimiento social y económico.

Y, don Bruno, los beneficios para el Archipiélago de San Andrés serian casi milagrosos. Se volvería también un paraíso turístico internacional gracias a ello.

¡Y que el Archipiélago de San Andrés sea de Colombia y para Colombia!

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Charlas entre dos Colombianos de polos opuestos, pero con una atracción de imán entre ellos; Don Bruno, finquero, cursando su sexta década de vida, estudioso y erudito, y Juan, su mayordomo, cursando su cuarta década de vida, capaz, consciente e inteligente.

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