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Juan, mire este nuevo comentario a nuestra charla sobre la inmutable (incambiable) y omnipresente ley del cambio.

Qué bueno, don Bruno, es tener a quienes aprecian nuestros esfuerzos, y este comentario, no solo es muy lúcido y coherente, sino que muestra alta inteligencia, una gran capacidad de entendimiento y sano optimismo por parte del escritor.

“El blog 40 me pareció tremendo. La ley del cambio es infalible. Es muy interesante la idea de que el cambio y la evolución se relacionan simplemente por el concepto de querer algo. Y es muy llamativo que esa evolución ahora funcione de manera diferente porque el hombre ya tiene parte del control y la responsabilidad. Asustador que esa responsabilidad la esté asumiendo como un niño sin saber por dónde coger, pero, volviendo a la teoría inicial, en el fondo, el hombre sabe qué es lo que quiere, así que creo que habrá esperanza de que se encarrile por donde debe ser ese cambio”.

Bueno, Juan, como vamos a hablar hoy del Estado y la creación de riqueza, recordemos, otra vez, qué es riqueza y cómo se crea. Riqueza es el superávit del trabajo del hombre y se concentra esa riqueza producto del superávit del trabajo del hombre (capital) para crear más trabajo para el hombre y, así, más superávit del trabajo del hombre (capitalismo) y, ese, Juan, es el ciclo creciente de la creación de riqueza”.

Ahora, Juan, ¿cuál es el papel del Estado en la creación de riqueza de su pueblo?

Clave esa pregunta, don Bruno, porque es ignorada casi universalmente para el desmejoramiento de los pueblos.

Efectivamente, Juan, y es ignorada porque los pueblos no hacen –en voz alta e insistentemente- esa pregunta a sus Estados, y los Estados se quedan callados, obviamente, para que no los llamen a cuentas y puedan seguir con el aprovechamiento personal, el despilfarro, el malgasto y la despreocupación por el manejo de la duramente ganada plata de sus pueblos, que recibe el Estado en impuestos.

La labor de todo Estado, en cuanto a la creación de riqueza de su pueblo, de lo cual depende totalmente el mayor o menor bienestar de ese pueblo, es facilitar y promover la creación de riqueza de su pueblo, haciendo todo lo que necesita ese pueblo para maximizar su creación de riqueza, y que su pueblo no tiene la capacidad de concentración de riqueza para hacer.

También le corresponde al Estado proteger la cantidad y continuidad de la creación de riqueza de su pueblo, manteniendo la paz interna y externa, la seguridad, el orden, la Justicia, etc.

¡Y, la protección del medio ambiente!

La triste realidad es que los países pobres son pobres, en gran medida, por la alta inefectividad y corrupción de sus Estados, Estados que les cuesta a sus pueblos una tajada tan grande en impuestos perdidos de sus superávits de trabajo, que los pueblos se mantienen en la pobreza y el atraso.

Un Estado inefectivo, corrupto y sobre inflado convierte el superávit del trabajo de su pueblo, que siempre será positivo según lo que hemos llamado la “Ley de la Naturaleza de la Creación de Riqueza”, en negativo, relativo a lo que sería ese superávit del trabajo del pueblo si no tuviera el costo de su Estado. Y no hay sino llanto y lamento para ese pueblo, cuando el deber del Estado con los impuestos de su pueblo es garantizar que la creación natural de riqueza de su pueblo sea mayor gracias a esos impuestos.

Que tristeza para esos pueblos, don Bruno, y más que tristeza, vergüenza. Y qué preocupación para nosotros, don Bruno, que el Estado nuestro es uno de esos Estados, y que cada vez es peor en ese sentido.

Sí, Juan, nuestro Estado es una enorme, obesa empresa que ha estado quebrada durante décadas, pero que ha sido sostenida por sus accionistas, el pueblo de nuestro país, en condiciones de alto lujo, con su nómina gigante, sus viáticos y viajes, sus lujosos automóviles, sus guardaespaldas, sus desfalcos y sus engaños. Y el Estado se ríe de lo bobo que es su pueblo.

Sí, Juan, y el nuevo gobierno, con unas gráficas engañadoras de un Ministerio de Hacienda que parece no saber ni lo más elemental sobre la ciencia de economía, buscando más impuestos de un pueblo que paga de las más altas cantidades de impuestos del mundo, y cuyo Estado da de los menores retornos a su Pueblo sobre sus impuestos, siendo un pueblo pobre, y pobre por ello mismo.

Bueno, Juan, volvamos al tema. El Capitalismo está regido por la ley que, el capitalismo mismo, si no gana plata, se acaba, y más importantemente, es estimulado, en su existencia y progreso, por el hecho de que ganar plata es de las mayores ambiciones de los hombres, por la buena vida que proporciona.

Con razón, don Bruno, al capitalismo le va tan bien y siempre está organizado y bien manejado y tiene ética en su accionar.

Es que el capitalismo, Juan, tiene que responder a sus accionistas que le exigen todas esas buenas calidades para poder ganar toda la plata que deben ganar esos accionistas.

En cambio, el Estado, Juan, en última instancia, no tiene, en la práctica, que cumplir con nada, ni producir nada, ni responderle a nadie, ni está controlado por nadie.

La efectividad del Estado depende del sentido del deber y del patriotismo de sus elegidos y de los que esos elegidos nombran.

Ah no, don Bruno, no hay nada de eso en nuestro Estado. Mire no más nuestro Estado lo llevado que esta, y pa’ lo más llevado que va.

Que no sea, Juan, que nuestro país, gracias a su Estado, llegue a estar desgraciadamente quebrado.

Don Bruno, ojalá toda esa plata que entra a Colombia del narcotráfico aguante para que no pase eso.

Sí, Juan, y es importante mencionar acá que el bienestarismo, como hemos llamado a esa evolución del capitalismo, hace que el tamaño y costo del Estado se reduzca a sus mínimas expresiones para que el pueblo tenga la mínima carga en el costo de su administración y de gobierno y, así, el mayor alcance posible para su máxima creación de riqueza.

Pues, don Bruno, todo esto de la charla de hoy, aunque no lo intencionamos así, es prueba contundente de que la combinación del bienestarismo, con lo que en otras charlas introdujimos sobre la democracia dual, es la combinación que nuestro país, y el mundo, necesitan para la próxima etapa de su evolución, y que se deben abordar ya mismo.

Muy bien, Juan. Qué buena charla de nuevo. En la próxima, haremos otra antesala, y muy apasionante, a lo que vamos a llamar la ley de la naturaleza para el gobernar de hombre.

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Charlas entre dos Colombianos de polos opuestos, pero con una atracción de imán entre ellos; Don Bruno, finquero, cursando su sexta década de vida, estudioso y erudito, y Juan, su mayordomo, cursando su cuarta década de vida, capaz, consciente e inteligente.

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