En 2015 los hogares salvaron la economía y en lo que va de 2016 salvaron al gobierno del apagón, pero después de ver las marchas Uribistas de ayer (con cerca de 200.000 personas), no es claro si esos mismos hogares le van a salvar el proceso de paz a Santos.
La economía ha funcionado porque este no es país dolarizado y solo el 10% del gasto de los hogares es en bienes importados, y por esto la devaluación causada por la caída del precio del petróleo. Lo único que ha sufrido es la compra de bienes durables importados, mayormente carros nuevos, que tuvieron un freno importante, pero aún no es claro si fue el dólar o por la gran cantidad de carros comprados en 2014, de personas que anticiparon sus compras temiendo fuertes aumentos de precios.
El problema de la economía de los hogares es la inflación y de alguna manera el deseo de emplearse de personas que lo estaban haciendo antes. La inflación comienza a calmarse, pero no porque los precios bajen, sino porque no siguen subiendo tanto, en particular los bienes agrícolas, pero los servicios públicos, el arriendo, la salud y la educación suben continuamente. A esto se suma la salida del billete de $100.000, que causa un inevitable debate sobre capacidad de compra, pobreza e informalidad; más, será un tema pasajero, que no tendrá mayores implicaciones.
Lo más seguro es que en 2016, los hogares continúen gastando bien y dándose gustos como ropa, restaurantes, conciertos, cine y espectáculos, mientras en las noticias el país es debates de paz, señalamientos, acusaciones, fechas incumplidas y una enorme incertidumbre de lo que va a pasar. Por eso es mejor pasarla bueno y comprar pendejadas, que oír noticias.
Los hogares consumieron menos agua y menos energía, evitando que el país cayera en un apagón. Lo hicieron por miedo, no por apoyo al gobierno, y llevan más de dos años pagando energía y agua más cara debido a las consecuencias de El Niño y de los problemas del aparato de producción energética, que ya sale airoso a decir que ellos fueron los héroes del proceso.
La gente apagó la luz, no porque cambió sus hábitos de consumo, sino por el pánico que les da caer en un apagón, en una sociedad “eléctrico-dependiente” como la que vivimos, y seguramente unos pocos por el terror a que los hagan madrugar más. No estaban apoyando al gobierno, están salvando su calidad de vida.
En el proceso de paz las cosas son a otro precio. Claudia López tuiteaba que este gobierno había logrado que derecha e izquierda se uniera para quejarse del desgobierno que vivimos, y si a esto se suma la columna de Paola Ochoa en El Tiempo hace unas semanas, donde claramente le dice al gobierno que debe gobernar y dejar de echarle la culpa de las cosas a otros, el tema es muy complejo.
Esos mismos hogares que están salvando al gobierno, realmente no lo están haciendo. Están cuidando su estilo de vida, lo logrado en estos 25 años recientes, siendo prudentes en sus compras y sus consumos, para no caer en la trampa de perder mucho por poco. Esos mismos hogares no creen que el país vaya bien ni mucho menos que el gobierno haga las cosas como deben ser, porque sienten que el gobierno le ha apostado tanto a la “paz” con las autodenominas FARC, que se olvidó de los otros temas como el energético, la inflación, los salarios, el empleo y generó un ambiente de corrupción enorme, que hoy se muestra como muerte de niños por desnutrición en La Guajira o las meriendas de los comedores escolares. El costo de la reelección, termina siendo una corrupción incontrolable, que tiene herida a la población.
Así, el proceso de paz ha sido un dolor de cabeza para los hogares, que hoy sienten que no solo deben perdonar a las guerrillas por lo hecho y aceptarlas en la vida política y civil, sino que deben tolerar que el gobierno no gobierne, que por la paz se planteen acuerdos increíbles, y que los temas diarios del país sigan olvidados por el tema del conflicto y sin sensación de seguridad, que ya ha elegido a los últimos 8 gobiernos en el país, en diferentes formas de presentarlo.
No es fácil que esos hogares apoyen el proceso en un plebiscito o referendo, y quizá cuando las altas cortes digan que el Presidente no puede someter esto a la voluntad del pueblo, como ocurre con los impuestos, las cosas se podrán más difíciles, y la popularidad del gobierno será mínima, llevándonos a un giro hacia la derecha muy fuerte y veloz, que pondrá en riesgo todo lo acordado en esos diálogos.
Hoy el gobierno necesita volver a gobernar. No con la microgerencia de Uribe, ni la lejanía de Pastrana, o la Tecnocracia de Gaviria, ni mucho menos con la ausencia de Samper. Es momento que la Presidencia se dé cuenta que el país está haciendo la tarea de salvar la economía y problemas puntuales como la crisis de la energía, y debe responder de la misma manera, haciendo cosas concretas para mejorar la calidad de vida de los colombianos y sacarlos de la incertidumbre, y para esto necesita nuevos ministros, más acciones que discursos, porque el gran problema de comunicación de este gobierno no es un tema de “cómo contar”, sino que no tienen nada concreto que contar que le importe a los hogares.
Es momento de gobernar, de presidir, de ministeriar. El país necesita un gobierno con resultados en los temas cotidianos, con mejoras contundentes para los hogares, y dejar que el proceso de paz se mueva al ritmo que deba moverse. Los hogares no vivirán de lo firmado en La Habana, vivirán de sus propios esfuerzos, en un entorno generado por un Estado, pero hoy el Estado, no está.