No hay manera fácil de abordar este tema. Sobre el asesinato de Yuliana Samboní se ha hablado ampliamente y desde muchas perspectivas y dada la cercanía que el Politécnico Grancolombiano ha tenido con la comunidad del barrio Bosque Calderón Tejada y el acompañamiento en actividades sociales que se han realizado con sus habitantes, me siento comprometido a expresar mi solidaridad y presentar una reflexión, no para reiterar lo que ya se ha dicho hasta el cansancio, sino como una oportunidad para pensar en cómo reaccionamos ante semejante tragedia.
Ante todo, debería ser claro que el responsable de este crimen es un peligro para la sociedad y deberá asumir un castigo ejemplar. Sobre esto coincidimos todos, pero preocupa enfrentarnos a reacciones tan extremas que, justificadas en la ira y la frustración, abogan por la violencia.
Por un lado, algunos sectores de la opinión pública se empeñaron por enmarcar lo sucedido dentro de una problemática de clases, apresurándose a asegurar que el crimen quedaría impune por cuenta de la clase social a la que pertenece el presunto asesino. Aunque tristemente hay evidencia para considerar esta posibilidad, lo cierto es que la premura y el odio con el que se arrojaron estas especulaciones alimentó la intolerancia y la desinformación.
Una de las reacciones más extremas, fue el reiterado llamado al linchamiento del presunto asesino. Se clamó con intensidad por acciones violentas catalizadas por la rabia, como si, por arte de magia, al matarlo se le pudiera devolver la vida a Yuliana. Pero paliar el dolor de esta pérdida con un acto de salvajismo, nos haría tan salvajes como el propio asesino.
Ante el desconcierto y la impotencia, nos acercamos peligrosamente a soluciones que suenan fáciles y que alivian la amargura, pero que desafortunadamente no nos llevan a ninguna parte y menos a la solución de problemas estructurales que están consumiendo a nuestra sociedad. Pretender que la justicia actúe motivada por la rabia y la venganza es un despropósito que desvía la atención de situaciones graves y profundas en nuestra sociedad sobre las cuales sí podemos trabajar. Debemos reconocer que esa cultura machista, revanchista, que valida y reproduce la violencia, es la misma que hizo la vista gorda a los antecedentes del asesino.
En casos como estos, en donde se enturbia la razón, es en los que con más fervor debemos aferrarnos a nuestro sentido de humanidad. Es preciso que ante la tragedia nos alejemos de extremismos o soluciones fáciles y que podamos blindarnos del bombardeo mediático y las agendas políticas, que se dan un festín con esta situación y que acaban por confundir y distraer.
La propuesta va en el sentido de que, en lugar de alimentar el ciclo doloroso de la violencia, hagamos un escrutinio juicioso de nuestra sociedad y de nuestros valores para asegurarnos de que nadie más tenga que sufrir lo que padeció la pequeña.
El barrio Bosque Calderón Tejada está conformado por una comunidad emprendedora, que ha generado acciones sociales que buscan el bienestar y progreso de sus habitantes, acciones que dejan un importante aprendizaje a otras comunidades. El barrio debe asumir el reto de afrontar la ausencia de uno de sus miembros más vulnerables; hoy me uno a su duelo y le expreso mis mejores deseos para salir adelante.
Fernando Dávila Ladrón de Guevara
Rector Institución Universitaria Politécnico Grancolombiano
Me gusta. Trata de ir al grano de lo que realmente pasa en el mundo. Sobre todo porque se refiere a lo estructural de nuestra sociedad actual. Pero hay que entender que estamos quedandonos en el salvajismo por falta de razón.
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Gracias por esta reflexión Fernando. Ante hechos tan inhumanos es precisamente la razón lo único que nos permitirá superarlo.
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