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“Las normas se hicieron para cumplirlas”. Esa frase célebre ha regido la dinámica familiar de muchos de nosotros y, con toda razón, se convirtió en la prerrogativa con la que nos relacionamos con las reglas y la autoridad. Pero en ocasiones, sobre todo las que involucran la naturaleza humana, vale la pena desconfiar de ese rigor y ampararnos en nuestro criterio.

En todos los ámbitos de la vida debemos regirnos por un marco regulatorio que sirva como base para tomar decisiones. Sin embargo, no es extraño que continuamente nos veamos enfrentados a problemáticas complejas que desbordan el alcance inicial de estas reglas y es entonces cuando debemos hacer uso de ese concepto racional tan importante como es el criterio. Como líder de una institución educativa, este acercamiento, que no es nada fácil, me ha permitido tomar decisiones complejas, respetando la condición humana de los involucrados.

En áreas netamente administrativas y técnicas, ese apego apasionado por las reglas es entendible, pues agiliza procesos que de otra manera serían difíciles de resolver y tiene mucho sentido cuando se trata de verificar procesos automatizados y genéricos. Una regla indicaría, por ejemplo, que deben cumplirse una serie de requisitos para avanzar a una siguiente fase y si esto no se ha cumplido, seguramente no habrá posibilidad de continuar. Pero los seres humanos somos más complejos, estamos sujetos a condiciones complicadas y nos mueven motivaciones indescriptibles que reducen significativamente el peso absoluto que generalmente le damos a las reglas

Es en esos terrenos, tan amplios y tan ricos de la naturaleza humana, en los que nuestra capacidad de tomar decisiones con criterio, debe atender a la necesidad de asegurar el bienestar de los demás. Llevar a extremos reglamentaciones y lineamientos nos acerca peligrosamente a la tiranía de la burocracia, que a favor de la efectividad, desconoce las necesidades reales de las personas.

En la Academia, no debemos olvidar que nuestra relación con los estudiantes es una dinámica entre seres humanos, con experiencias de vida única y personalidades complejas, sobre las que nuestras decisiones tienen un gran impacto.

En áreas orientadas al servicio se ha entendido la necesidad de acercarse a otros, no como clientes, sino como seres humanos y se ha demostrado que, naturalmente, este enfoque es extremadamente exitoso, porque el apego ciego a reglas y procedimientos, deshumaniza nuestras relaciones.

No quiero decir que desconozcamos la importancia de guiarnos por parámetros normativos, pero corremos un peligro si los seguimos sin ningún tipo de cuestionamiento o reflexión.

En términos estrictamente académicos esta problemática se ejemplifica claramente en los sistemas de evaluación. En nuestro afán de rendiros ante las normas, hacemos que, por ejemplo, esa distancia entre un 2.9 y un 3.0, que en términos numéricos es insignificante, se vuelva un umbral insuperable, que incluso puede atentar contra el futuro de un estudiante.

Hacer uso del criterio nos permite tener una relación más responsable y crítica con las reglas; una relación en la que se entiende su utilidad y se respeta su distancia, pero sobretodo que nunca nos haga olvidar que somos humanos.

@FDavilaL

Fernando Dávila Ladrón de Guevara

Rector Institución Universitaria Politécnico Grancolombiano

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