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Que se metan con uno que lleva más de veinte años andando en bicicleta y se botaba por precipicios para ganarse carreras, vaya y venga. Pero que se metan con una mujer que hasta hace poco comenzó a andar en bicicleta y la tumben y dejen con morados, siete puntos en la quijada y dolor en todas las extremidades, tienen ‘güevo’. Y que sea una persona en una moto eléctrica la que genere todo esto es aún peor.

Desde que me atropellaron me han llovido historias de personas que les pasan cosas parecidas. «A mí me pasó igualito pero el tipo por lo menos paró», dice el uno. «A mí, encima de echarme el carro, me plantaron un puñetazo», dice el otro. Y así sucesivamente, día tras día aparecen historias cada vez más fantásticas sobre cómo la multitud motorizada aterroriza a los pobres inmotorizados de dos ruedas. En realidad no me sorprende lo que dicen, pero sí me sorprende la frecuencia con que pasan estas cosas.

No obstante, yo pensé que esas cosas no podían pasar con tanta frecuencia como para preocuparme de verdad…. hasta esta mañana. Me explico: en nuestra oficina se respiran bicicletas. No lo digo de manera poética, sino porque es verdad: el piso donde trabajamos tiene generalmente seis o más bicicletas parqueadas al lado de la chimenea, y huele a grasa cada vez que uno pasa por ahí. Y esto ha venido pasando desde hace un tiempo: gradualmente quienes trabajan ahí han comenzado a andar en bicicleta.

«Lo que más me sorprendió de andar en bicicleta es que uno tiene vientecito en la cara – eso no pasa ni en bus ni en carro ni a pie, es bien chévere» es más o menos lo que dijo Gertrudis* cuando ya había salido dos veces seguidas de su casa a la oficina en bicicleta. Yo me sentía feliz de saber que estábamos generando una cultura del uso de la bicicleta sin hacer mucho esfuerzo. Simplemente la gente comenzó a llegar en bicicleta, otros a acompañarlos, y poquito a poco comenzaron a venir cada uno por su lado, en su horario y por su propia ruta.

Todo eso cambió esta mañana, cuando Gertrudis* iba por la Carrera XX entre YY y YZ* y una persona en una motocicleta eléctrica la sobrepasó (a ella y a otros más) y les hizo caer… más bien, les hizo caer, rasparse las rodillas, codos, boca, ojo y tuvieron que ir al clinicentro más cercano. Gertrudis estuvo de buenas: no se rompió ningún hueso pero sí tuvieron que plantarle siete puntos en la mandíbula y tres días de incapacidad.

El conductor de la motocicleta eléctrica acompañó a Gertrudis* al clinicentro pero parece que tenía otras cosas que hacer porque la dejó ahí mientras esperaba a que le dijeran si se había roto algo. El incidente no fue registrado como siniestro y no estará en las estadísticas. Y, lo que más triste me parece, todos dijeron que los vehículos involucrados habían sido dos bicicletas….

Noeñor. Este concepto del Ministerio de Transporte de Agosto de 2012 indica claramente que ese vehículo de dos ruedas con motor eléctrico «se asimila a la descripción de motocicleta» y que «debe estar matriculado,  portar placas, ser conducido por una persona que posea licencia de conducción quien deberá portar casco y chaleco, poseer SOAT, cumplir con las normas especiales para vehículos tipo motocicletas.» Y… dejemos así. Yo no estaba, ni ví la cosa. Yo solo sé que dijeron que eso era una bicicleta y listo. Pero si yo entiendo bien esto debió haber sido registrado de manera distinta.

Ahora el mensaje principal: eso que dicen que es una bicicleta eléctrica debería ser categorizado bien, y debería tener unas normas claras. Quienes las vendan deben indicarle al comprador lo siguiente:

(a) no están claramente reglamentadas

(b) pueden llegar a una velocidad considerablemente alta

(c) si no la saben conducir con prudencia, pueden terminar generando un siniestro como el que sufrió Gertrudis*

Y quienes las conducen deberían tener eso claro y conducir con más cuidado. Me da mucha tristeza ver que un vehículo que podría resolver la movilidad de muchas personas si se reglamentara y se utilizara bien termine generando este tipo de problemas.

*nombre y datos ficticios para proteger la identidad de la atropellada y su privacidad.

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