En estos días hice una revisión de mi habitación y tuve que decidir qué ropa y qué objetos se quedan. Es un ejercicio que realizo al menos dos veces al año para asegurar que en mi armario y en mi entorno estén las cosas que realmente requiero.
Al comienzo no es fácil pues se exaltan los deseos de retener, y nos damos a nosotros mismos razones y pretextos para no renunciar a aquello que nos estorba o que ya no utilizamos. Lo atesoramos “por si acaso nos sirve” o porque son “recuerdos”, o simplemente porque “son míos y ya”.
Esta práctica de liberar lo que ya no necesitamos permite, por una parte, abrir espacio para que fluya lo nuevo, y por otra nos posibilita crecer espiritualmente cada vez más sin apegos.
Te recomiendo seguir algunos pasos:
-Selecciona un día con el suficiente tiempo para realizar la tarea de revisar cada objeto de tu espacio. Si tienes que interrumpir la actividad seguramente será más difícil completarla.
– Ten listas unas bolsas o cajas en que las que selecciones aquello que vas a donar, aquello que vas a reubicar y aquello que vas a botar.
– Con anticipación decide el destino que vas a darle a lo que salga de tu espacio, por ejemplo: a quién lo vas a dar, a dónde lo llevarás o dónde quedarán reubicados.
– Antes de iniciar asegúrate que tienes todos los elementos de aseo para hacer una limpieza profunda de cada cosa y de cada rincón. Muy recomendable usar tapabocas.
– Sectoriza en espacios tu habitación para darle un orden al arreglo, podría ser: armario, escritorio, mesa de noche, caja de zapatos, paredes, biblioteca etc. Comienza por el sector que más te dé dificultad desprenderte de los objetos que ahí están.
– Hacer acuerdos contigo mismo para que no empieces tu labor y luego la abandones. De esta forma, no terminarás con todo igual a como empezaste o que te engañes a ti mismo justificando no dejar ir las cosas que ya no te son útiles.
– Comienza la revisión de los objetos y date un momento para cada uno, y, aunque sea por unos instantes, es necesario hacerles un duelo por lo que significaron en tu vida. Con muchas de esas cosas también se van parte de nuestros recuerdos.
– Considera que el seleccionar lo que se va y lo que se queda es para tu beneficio, para tu salud y para tu prosperidad. Imagina todo el bien que harán esas propiedades en otros lugares y en otras circunstancias a tantos semejantes que las necesitan en este momento.
– Ayuda colocar música y darle un ambiente de celebración al cambio, pues nos está mostrando lo afortunados que somos y lo bien que vivimos, que hasta nos sobra y podemos compartir.
– Hacer pausas para que el cuerpo y la mente pueda descansar de una actividad que no solo es física, sino profundamente emotiva.
– Una vez coloques las cosas en la clasificación antes acordada por ti mismo, no las vuelvas a revisar, déjalas ir, cierra las cajas o las bolsas y no la vuelvas a abrir.
– Una vez terminada toda tu tarea de revisión, de selección y de limpieza detente y agradece profundamente a la vida, a la divinidad y a ti mismo por haber usado esos objetos y ahora sentirte libre de dejarlos fluir.
– Mira con alegría cómo quedó tu espacio y si ves que algo falta en tu entorno, visualízalo y llámalo como si ya estuviera contigo. De esta manera materializas aquello que requieres en este momento de tu existencia.
Al completar esta experiencia seguramente te sentirás animado para llevarla a otras áreas de la vida, ya que de vez en cuando es conveniente revisar las acciones, hábitos, relaciones o las creencias, y mirar si ya no son necesarias en el presente y así poderlas dejar ir sin dolor.
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Fabián Salazar Guerrero PhD. Doctor en Teología. Asesor en Belleza Espiritual.
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