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Teólogo Fabián Salazar Guerrero, director de la Fundación  INTERFE.

 

Por la velocidad de la vida actual cada vez se tiene menos tiempo para pensar, orar o meditar. El estrés, los hábitos de vida, las preocupaciones, le quitan humanidad a la vida, desplazando el espacio de crecimiento y de cultivo de lo espiritual. 

La Semana Mayor más que una fecha cultural es una bonita ocasión para el ejercicio de reflexionar sobre la propia existencia, para establecer prioridades, para detenerse y para sentir un profundo agradecimiento por la oportunidad de una existencia nueva.

La Semana Santa muestra el amor llevado a la plenitud de entrega de la vida por los amigos y hasta por los enemigos. No es la glorificación del masoquismo, ni la de un Dios sediento de sangre, ni el señalamiento contra un pueblo, ni la del sadismo morboso de la muerte violenta; por el contrario, la cruz es el resultado de una vida coherente que incomoda a la mediocridad, una vida comprometida que denuncia los abusos, una vida misericordiosa que se opuso a la marginación, una vida pacífica contraria a las tentaciones de la venganza y una vida plena que vence la muerte.

Algunas preguntas pueden orientarnos:

¿Qué puedo hacer para invertir en mi crecimiento espiritual desde la oración, la meditación y el agradecimiento?

¿A qué quiero renunciar en mi vida, de todo aquello que me hace daño, que me limita, y que me hace infeliz? ¿Estoy dispuesto a poner todo ese dolor en manos de Dios para renazca en mí una existencia sin miedo y sin sombras?

¿Cuáles de mis adicciones dejaré de lado para lograr una vida más plena y libre?

¿Qué decisiones tomaré para darle más silencio y calma a mi cotidianidad?

¿Qué puedo hacer para servir generosamente a mis semejantes? ¿Qué acciones realizaré para compartir mis bienes y talentos con los más necesitados?

¿Qué alimento espiritual en lecturas y reflexiones seleccionaré para seguir fortaleciendo mi espíritu?

¿En qué celebraciones  acompañaré a mi comunidad de Fe?

¿Qué películas, fuera de las tradiciones de Semana Santa, buscaré para comprender mejor mis propias creencias?

¿A quién iré para darle de corazón mi perdón? ¿ y a quien a pedirlo?

¿Creo de verdad que una vida auténtica puede vencer la muerte de la mediocridad  y la tibieza?

¿Puedo dejar la tristeza, la costumbre de quejarme y el miedo, para continuar mi existencia de manera plena  (Pascua)?

Y finalmente ¿Cómo manifestaré el Amor renovado del Dios de la Vida en mí?

 

Dejo estas reflexiones de crecimiento para estos días.

 

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