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Fabián Salazar Guerrero, PhD. Doctor en Teología. Asesor Espiritual.

En algún momento de la existencia miramos a nuestro alrededor, percibimos todo oscuro y nos sentimos profundamente hastiados de lo que vivimos; y aunque los demás nos vean contentos y tengamos lo que “necesitamos”, se evidencia que estamos rotos, con la sensación de estar en el lugar o el tiempo equivocado y profundamente defraudados de nosotros mismos.

Sentimos una embriagadora y dolorosa tristeza sin saber por qué o dónde nos duele. Quedamos paralizados, sin energía para dar más batallas y, además, todo se junta en un remolino de rabia contra nosotros mismos y contra el mundo. Queremos salir corriendo para que nadie nos encuentre. Queremos escapar durmiendo profundamente y, lo peor, es que aún esto se nos niega. Queremos que pase “algo” que nos saque de esa situación, pero nos quedamos esperando, pues en realidad nada sucede.

Nos sentimos en un vacío indescriptible que soportamos en silencio para que nadie se de cuenta. Sin embargo, en el fondo, estamos llenos de resentimiento, de rabia, de desilusión y de una inexplicable sensación de fracaso. Tenemos miedo de expresar ese descontento para evitar el qué dirán, para evitar que piensen que somos desagradecidos con la vida, para evitar que nos vean vulnerables o que se den cuenta de que, aunque parecemos tan fuertes, en realidad somos débiles y las lágrimas también nos acompañan.

Y aunque los demás nos vean contentos y tengamos lo que “necesitamos”, se evidencia que estamos rotos, con la sensación de estar en el lugar o el tiempo equivocado y profundamente defraudados de nosotros mismos».

Hay días que intentamos auto engañarnos diciéndonos que no pasa nada o pretendiendo que lo que nos sucede lo podemos controlar; pero en realidad es una bola de nieve que nos lleva a tomar malas decisiones, a buscar falsos refugios, a desquitarnos con quienes menos tienen que ver, a atentar contra nosotros mismos, a pensar estupideces sobre nuestro destino, a evadir las situaciones de la vida cotidiana y, en últimas, a enfermarnos de mente y de corazón.

Pero no todo es desesperanza. En medio de la densidad de la noche aparecen las estrellas que alumbran nuestro cielo. Estas estrellas son personas, ángeles, mensajes, situaciones, libros, testimonios, seres amados o acompañantes profesionales que nos dan un respiro, que nos recuerdan que ser débil no es tan malo, que pedir ayuda no nos quitará respeto ante los demás, que sufrir en silencio no tiene sentido, que a pesar de lo difícil que parezca la noche no es eterna y que en realidad nunca estuvimos solos.

Entonces ya no parecen tan terribles los abismos de la incertidumbre, y empezamos a volver a los sueños, a retomar aquello que le da sentido a nuestros esfuerzos, a amar la vida por el simple hecho de estar vivos, a apartar de nuestro lado a aquellos que nos hacen sentir oscuros, a tomar decisiones valientes, a secar nuestras lágrimas, a apasionarnos por cada momento y a creer que merecemos la felicidad.

Descubrimos que no necesitamos cargarnos el mundo entero y que es posible afrontar un día a la vez con sus luces y dificultades. Aprendemos a valorar lo pequeño, pues la vida entera está hecha de pequeños momentos irrepetibles, de pequeñas estrellas, pequeños detalles, pequeños esfuerzos, pequeños actos de cariño y servicio que unidos se vuelven enormes como un jardín que adorna el sendero de la existencia.

Estas estrellas son personas que nos recuerdan que ser débil no es tan malo, que pedir ayuda no nos quitará respeto ante los demás y que sufrir en silencio no tiene sentido».

Este escrito de hoy no pretende dar “Tips” para superar los desiertos o las noches oscuras por las que muchos hemos pasado, solo busca animar en la esperanza y el amor a quienes en este momento están viviendo esta situación para que no se hundan más en su desasosiego, e invitarnos a que busquen ayuda en los otros para que den expresión a su dolor. También queremos animarlos a darse cuenta de que existen estrellas amorosas que Dios envía para guiarlos en medio del dolor y de la angustia. Finalmente queremos recordarles que cuando la noche es más oscura, es porque ya va a amanecer.

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teologosalazar@gmail.com
@teologosalazar

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