No necesitas encontrarte bella para sanar tu relación con el cuerpo
Los avisos dicen que tu cuerpo es hermoso así como es. Es el nuevo activismo. Como una corriente de aire fresco, permites que el mensaje entre hondo, y lo recibes con los brazos abiertos después de luchar por años. Estás lista para encontrarte bella.
Pero algo no cuadra. Te miras y no te gustas. Miras con más esfuerzo, y nada. Te parece que tu barriga está inflada, que tus brazos son demasiado gruesos o tus muslos muy anchos. No ves la belleza prometida porque tienes mucho de esto o poco de lo otro.
Antes de que caigas en la trampa de creer que estás fracasando en tu voluntad por encontrarte bella, quiero que veas de dónde vienes. Seguramente, llevas muchos años mirándote como quien analiza partes. Eso te lo enseñó la cultura de las dietas, esa que te reduce a muslos, piernas y brazos. Hace rato que te miras en el espejo y ves fragmentos. Ese aprendizaje lo recibiste de tu entorno, no es algo inherentemente a ti, no es tu voz auténtica esa que habla de lo inadecuado de tus piernas o de tu cintura, o sobre lo prohibido de mostrar tu barriga en público.
El cuerpo no sabe de partes porque funciona en red, como la lluvia, como un árbol. Él sabe de procesos y sobre lo que se siente cuando se navega el mundo. Pero la cultura nos contó otra historia: una de insatisfacción y aprobación, en la cual el cuerpo es moneda de valor, pero solo vale si se ve como tiene que verse. El desmembramiento ocurrió cuando confiaste en las dietas que te enseñaron que tu cuerpo es solo su apariencia y cómo este fracasa en su tarea de verse como debería. Pero aprendiste a solucionarlo y a mirarlo a la distancia como quien califica algo que no es suyo, y día tras día te entrenaste para salirte del cuerpo y entregarle el mando a la mente.
La mente, cuando va al volante, es una líder déspota. No porque sea mala sino porque es una máquina que fabrica historias y más historias. Y si tu narrativa habla sobre la insuficiencia, tu cerebro creará evidencia que lo corrobore y te sumergirá en una negativa manera de conocerte.
Cuando mente y cuerpo se divorcian, ocurre una ruptura que hace que la vida sea más difícil. Por ejemplo, comer desde la mente es fuente de confusión. Es la razón por la cual las mujeres intentan controlar su alimentación, pero solo consiguen el desespero de no lograrlo. Semejante enredo permite que la industria de las dietas, un gigante de 66 billones de dólares anuales, venda soluciones que son parte del problema. Las compramos porque son la ilusión de control, que las mujeres estamos ansiosas por recibir.
Y ahora, volvamos a la belleza. No la alcanzas porque estás atorada en tu forma de concebirte y eso no es tu culpa. Como buen ser humano, creíste en las historias que otros crearon para ti. Te dijeron que el cuerpo era lo primero y que conseguir que luciera bien era un imperativo social. Pero ya no. Ahora, de repente, tienes permiso para amar tus imperfecciones. Y junto con quererte como eres, vino también la cultura que promueve un estricto régimen de alimentación sana y ejercicio, que explotó mediáticamente con la moda del fitness.
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