‘En el gobierno preferimos la productividad sobre la competitividad’ afirmó el Presidente Gustavo Petro en el congreso de Asobancaria, planteando un dilema que han discutido grandes teóricos de la economía desde hace más de treinta años. Sería difícil afirmar con seguridad cuál de las dos han priorizado en Colombia los formuladores de política pública, dado que en la realidad, el país tiene bajísimos niveles de productividad y es poco competitivo con sus pares latinoamericanos. Sin embargo, hoy, ante la nueva globalización e incluso ante las nuevas dinámicas del comercio nacional e internacional, el dilema entre productividad y competitividad es completamente falso.
Fue Michael Porter en los 90s, quien, avecinando el mundo globalizado en el que vivimos hoy en día, afirmó que un país debía aprovechar sus ventajas competitivas y diseñar estructuras de incentivos para fabricar bienes y servicios con mayor valor agregado y lograr mayor competitividad. Por otro lado, Paul Krugman, en el mismo periodo, establecía de manera recalcitrante que, a pesar de vivir en un entorno altamente globalizado, lo más importante sería la productividad -no la competitividad- dado que gran parte de los bienes y servicios estarían destinados para consumo interno. Probablemente ambos tenían razón.
El Gobierno en las discusiones públicas ha planteado un dilema que posiblemente ni siquiera sea una disyuntiva en el hoy por hoy del policy making. Es deseable que un país sea altamente productivo para así lograr ser más competitivo. La creación de economías de escalas e inversión en investigación y desarrollo (I+D) es sin duda primordial para lograr ambas metas.
Colombia tiene altísimos problemas de productividad y qué bueno que el gobierno esté decidido a verlo con lupa como lo afirmo el Presidente en el evento de Asobancaria. Tenemos millones de unidades productivas pequeñas con poca capacidad de asociación -en el campo y la ruralidad, esto es aún más evidente-. También, tenemos una matriz productiva que no innova desde hace 30 años -¿cuántos de nosotros, luego de tanto tiempo, seguimos presentando al café como el gran producto de exportación colombiano?-, y aún más preocupante, tenemos una estructura exportadora basada en servicios, Colombia no tiene ningún producto de alto valor agregado para insertarse en las grandes cadenas de suministro y de valor.
El Gobierno Petro ha hablado de reindustrialización y productividad con cierta arrogancia, como si hubiesen descubierto la panacea a través de conceptos que el país ha venido trabajando por años, prometiendo relanzar industrias como la de textiles y calzado y buscando potencializar las exportaciones.
Al día de hoy, el Gobierno ha tomado decisiones que pareciesen ir en contravía de ese desarrollo productivo y reindustrialziación de la que hablan: el impuesto al patrimonio o mejor el impuesto anti-startup omnipresente en la tributaria, las erráticas declaraciones de Petro de imponer un impuesto a la salida de capitales y aún más, la revisión ‘injustificada’ de instrumentos de política comercial como el TLC con Estados Unidos, no son más que salidas en falso en contravía de la productividad y la competitividad.
Porter y Krugman, posiblemente tenían razón. Sin embargo, lo realmente importante es que el gobierno supere estos falsos dilemas a través de acciones concretas que permitan que el país desarrolle una estructura empresarial y de producción altamente competitiva y productiva a través de decisiones de política contundentes que favorezcan y no amenacen la actividad empresarial del país.
Con nuestro sistema educativo es imposible lograr productividad y competitividad, se han preguntado porque en el Japón, una pequeña isla sin muchos recursos naturales son tan ricos?
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