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La tecnología, particularmente la Inteligencia Artificial, está desafiando el modelo educativo actual, en el cual los alumnos van a clases a escuchar pasivamente una información, para luego ser evaluados por su capacidad de memoria sobre lo que se les dijo, sin tener en cuenta la aplicación del conocimiento a la realidad del mundo laboral.

Hoy los abogados y los médicos, por ejemplo, tienen a su disposición herramientas tecnológicas que les permiten de manera eficiente y eficaz, encontrar y contrastar información para resolver las situaciones y casos con precisión y agilidad. Sin embargo, también son indispensables sus habilidades para el análisis y la toma de decisiones, que la tecnología no puede hacer por ellos.

Estas habilidades han sido denominadas “duraderas”, en el informe “Teaching durable skills” realizado por Minerva Project, y que según esta organización educativa, “pueden agruparse en competencias más amplias como el pensamiento crítico, la creatividad, la comunicación y la colaboración, como un conjunto de habilidades que pueden transferirse entre dominios y contextos, y que perduran, independientemente de la evolución tecnológica y sectorial del mundo”. Minerva utiliza la palabra “duraderas” para diferenciarlas de las habilidades técnicas.

Y es aquí, precisamente, en donde debería cambiar el modelo educativo, pues independiente a la tecnología, sus avances y al conocimiento técnico específico de cada labor, las empresas requieren profesionales que sepan pensar, analizar y comparar, de manera que esto le agregue valor a los procesos, los resultados y en general al trabajo de las compañías.

Es importante la formación de personas en aquello en lo que son irremplazables. La educación necesita girar hacia la estimulación de la creatividad, la innovación y la solución de problemas y oportunidades con un pensamiento crítico, lo cual ayuda a cerrar la brecha entre lo que se enseña y lo que las empresas requieren.

Minerva asegura que “Dado que las habilidades duraderas suelen abarcar todos los ámbitos, enseñarlas requiere que las instituciones rompan los silos académicos tradicionales y empleen un enfoque interdisciplinario en la enseñanza. Al practicar una habilidad en contextos múltiples y diversos, los estudiantes comienzan a integrar esta habilidad en su trabajo y visión del mundo, creando un «hábito mental».

El Foro Económico Mundial, en un artículo de Sean Hughes, pone de presente cuatro razones por las que el modelo tradicional ya no es sostenible:

  • Las clases obligan a los alumnos a consumir pasivamente la información en lugar de trabajar activamente con ella. El aprendizaje pasivo no es óptimo y produce peores resultados educativos que otros métodos (de aprendizaje activo).
  • Los conocimientos transmitidos a través de las clases suelen ir a la zaga de los rápidos avances tecnológicos, las tendencias de la industria y los requisitos profesionales. Los profesionales acceden al mercado laboral equipados con competencias «perecederas» que no se ajustan a las necesidades y demandas de los empleadores.
  • Las evaluaciones de alto nivel (redacciones, exámenes) solo captan un momento del itinerario académico de un estudiante y ofrecen una visión retroactiva, pero poca información práctica.
  • También tienden a evaluar los tipos de competencias equivocados (memorización y recuerdo) y lo hacen en condiciones artificiales que rara vez imitan los escenarios del mundo real, donde la resolución de problemas en colaboración y las soluciones con recursos abiertos son más habituales.

En Colombia, de acuerdo con cifras del Ministerio de Educación, hay cerca de 2.500.000 colombianos estudiando pregrados y posgrados, una cifra que va en aumento y que nos lleva a preguntarnos si el modelo educativo actual seguirá vigente o se adaptará conforme a las nuevas realidades del mercado para brindar mayores oportunidades de éxito y permanencia en la vida laboral.

 

 

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