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Giovanni Acevedo El Tiempo

Algunos urbanistas, políticos y ciudadanos del común dicen que la calle es de todos, y que como es de todos entonces “todos” debemos poder utilizarla con tranquilidad. En esa tesis hay varias contradicciones.

¿Cuál es la solución al problema en el que se han convertido los vendedores ambulantes? ¿Barrerlos con todo y sus mercancías, esconderlos y negarles la posibilidad de ganarse la vida y de esa manera ofrecerle tranquilidad al peatón divinamente, para que camine sin ofrecimientos comerciales a todo pulmón? No lo creo. Pensemos en personas. Pensemos en que un grupo de esas personas necesita movilizarse, y movilizarse ágilmente para atender sus compromisos. Otro grupo de esas personas necesita comer, sobrevivir, sacar adelante a sus familias. ¿Qué deben hacer las autoridades responsables?

Como todo problema social, solucionarlo no resulta tan sencillo como puede ser construir un puente vehicular o instalar nuevos semáforos. Este tema, que para unos es un problema incómodo y para otros es la forma de no morir de hambre, requiere de políticas complementarias, medidas de implementación a plazos inmediatos, medianos y largos. Aquí el problema no es que una parte de los ciudadanos caminan lento y con malos olores por algunas de las principales calles bogotanas. Aquí el problema es que estas personas que viven de vender sus productos en el espacio de todos muy seguramente han llegado al punto final de su búsqueda por la supervivencia, y de ese carro de perros calientes, o de pizza callejera depende la alimentación, el alquiler y la supervivencia de cientos de familias. Entonces retirarlos de un punto, puede que eleve la percepción de seguridad de unos cuantos ciudadanos, y le de algunos “me gusta” al alcalde, pero sin duda, al mismo tiempo, le está metiendo el dedo en la llaga de una población que necesita hacer algo para vivir, a una realidad.

Yo entiendo que, si la calle es de todos, entonces todos debemos poder utilizarla siempre con reglas, con límites que garanticen que esa libertad no se va a terminar desbordando. Ahora, no todos necesitamos utilizar la calle, o los espacios públicos para lo mismo, y aquí está el nudo de esto. ¿Es más importante la necesidad de caminar tranquilo sobre la acera, o la necesidad de trabajar sobre la acera para salir adelante? Es una pregunta estúpida, tan estúpida como la medida de Peñalosa de querer quitar a los vendedores ambulantes sin antes, asegurarse que estas personas no vayan a sufrir traumatismos en su economía familiar. Esta no es una pregunta estúpida, ¿no podemos lograr que el espacio público en serio sea para todos sin pasar por encima de nadie? En otras partes del mundo sí. Los mejores urbanistas alrededor del mundo se han dado cuenta que la forma como se venían desarrollando las grandes ciudades demostraba errores a medida que sus poblaciones aumentaban. El uso de la bicicleta a obligado a modificar las vías y la inseguridad ha empujado a las administraciones a pensar muy bien que deben hacer para que sus ciudadanos puedan caminar tranquilos.

En Buenos Aires, la capital de la Argentina, se decidió darle uso a los espacios que quedan debajo de las estructuras del tren para convertirlos en centros comerciales o líneas de comercio gastronómico. Esto no solo mejoró la percepción de seguridad, sino que generó empleo y revitalizó espacios que estaban sirviendo para los expendedores de droga y como escondite de ladronzuelos. Además, si se camina por Avenida Santafé, o Corrientes, o Córdoba, que son arterias de la ciudad, se puede encontrar sobre la acera, revisteros, floristerías, comercio de diferentes mercancías. Tal vez esto sea porque en esta ciudad se piensa un poco más en la gente.

Giovanni Acevedo El Tiempo

Dentro del metro también se pueden ver intérpretes de diferentes géneros instalados con sus bafles e instrumentos en los pasillos de las estaciones, y al interior de los vagones puede usted comprar pañuelos desechables, esferos, bebidas frías, libros infantiles y si está de buenas, hasta espectador de una rápida obra de teatro. A Bogotá le hace falta inclusión social, en Bogotá debemos dejar de dividirnos entre los ricos y los pobres, entre los del norte y los del sur, entre los que van en carro y los que se apretujan en Transmilenio.

No apoyo la revocatoria de Peñalosa, pero pareciera que Peñalosa con todo lo que dice, y hace sí.

 

Giovanni Acevedo.

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