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Paz y prosperidad traerá el «nuevo» gobierno. «La experiencia parece enseñar que en beneficio de la paz y la concordia conviene que todo el poder pertenezca a uno solo».La ovación por Uribe en el discurso de Santos no deja mayor manto de duda sobre esta paradoja a la que llegaba, en el cercanísimo año de 1770, el agudísimo Spinoza. «Ningún Estado – agregaba en su «Tratado Político» – se ha mantenido tanto tiempo sin cambios notables como el de los turcos; y, por el contrario, ninguno ha sido menos duradero ni ha conocido más sediciones que las democracias» (Cap. VI, 4). Claro. Mientras las ciudades europeas del barroco experimentaban democracias sangrientas, Turquía, la Turquía de los califas, permanecía en una paz inalterable.
 
Santos dijo que no más odios. Unidad. Paz. Pero si esa paz llegara a ser una cosa obscena más parecida a la servidumbre, al militarismo que al civilismo, a una soledad internacional que a una unidad nacional, no habría para los colombianos nada tan desastroso como la paz. ¿Es la relación entre gobernantes y gobernados como la de padres e hijos o como la de amos y esclavos? Spinoza responde que entre padres e hijos (gobierno democrático) existen muchas más querellas y discusiones más ásperas que entre amos y esclavos; sin embargo, no favorecería a la familia ni a su gobierno que la autoridad paterna se cambiara en dominación y que los hijos fueran como esclavos. «Es, por lo tanto, la servidumbre y no la paz, la que reclama que todo el poder se reúna en las manos de uno solo. La paz no consiste en la ausencia de guerra, sino en la unión de las almas, es decir, en la amistad» (Ibíd). 
 
Puede ser también que Uribe y Santos sean republicanos (lo son, apoyaron a McCain) para quienes la libertad sea igual a SEGURIDAD. Que, siguiendo al habilísimo Maquiavelo, hayan comprendido por fin que la virtud principal del Estado es la seguridad, porque ella es condición para vivir libres, protegidos del terrorismo y de ejércitos fuera de la ley. Y que poco importa a la seguridad del Estado cuáles son los motivos interiores que inducen a los hombres a administrar bien las cosas (como lo quiere el profesor Mockus), siempre que realmente las administren bien; que la honradez, es decir, la ética, es una virtud privada; la virtud del Estado es la SEGURIDAD. En otras palabras que un gobierno, cualquiera que sea, no se cae por perverso o inmoral sino por inepto e ineficaz.
 
¡Qué maquiavélicos!
 
Así es como la política va templando a los jóvenes. En ella no hay ninguna idealidad o utopía; toda ella está regida por los vicios y pasiones humanas (interés, amor, odio, cólera, envidia, soberbia, resentimiento, miedo y esperanza), así como la naturaleza está regida por el calor, el frío, la tempestad, el trueno y todos los meteoros.

Que hay que persuadirnos de la imposibilidad de hacer vivir de acuerdo con la razón a la multitudes, pues eso no ocurre sino en la ficción. Que hay que leer más a menudo a este tipo de filósofos como Maquiavelo y Spinoza para desengañarnos de falsas utopías, pero sobre todo para reforzar y asegurar aun más nuestra idea de la auténtica LIBERTAD. Así sabremos que el despotismo es concentración y unificación del poder; que la libertad, en cambio, dispersión y multiplicación de poderes. Y que si bien los reyes de Persia eran honrados como dioses no tenían, sin embargo, poder para cambiar las leyes establecidas. «En niguna parte – decía Spinoza en su época – se ha elegido un monarca sin haberle puesto condiciones expresas al ejercicio del poder». Dios (ser absolutamente libre), que Colombia no sea la excepción.

                              

 

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