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Bogotá
colapsó. Deberíamos pensar en la fundación de una nueva ciudad-capital
a propósito del Bicenternario. Sería la mejor celebración de la
Independencia. Planear el futuro como los brasileños
cuando en los años sesenta diseñaron Brasilia para descongestionar a
Río de
Janeiro y así poblar otra zona de su inmenso país.

 

Pensemos
en nuestras
planicies casi deshabitadas de los Llanos Orientales e imaginemos una
ciudad a la orilla del río Meta, cerca a Puerto López
donde dicen que está la mitad exacta de Colombia. Pensemos en el
corredor del Magdalena Medio, otra llanura salpicada de pequeños
puertos de varios departamentos, que se podrían unificar en una gran
ciudad trazada con grandes parques y avenidas, arborizada, sin
trancones y con un gran río navegable de por medio como vía de
transporte y fuente de alimento. Pensemos también en los mosquitos y en
el calor
insoportable. Preferible mil veces a desgastarnos en el tráfico infame.
Espacio, espacio es lo que tenemos…

El antiguo Teusaquillo de los muiscas que encontró Quesada en 1538 se
derrama ahora mismo en una inmensa ciudad
desastrosamente planeada. Todos los días se levantan edificios
nuevos, pero las vías siguen siendo las mismas de hace 20 años.
Bogotá no se desocuparía ni mucho menos desaparecería; antes
mejoraría en circulación y en calidad de vida si lograramos trasladar 
gran parte de las entidades públicas de la nación (edificios y
palacios) y una gran universidad con hospitales a esa nueva ciudad en los Llanos Orientales o en el Magdalena
Medio. Ya no hace falta que Bogotá sea la sede del poder central para
que sea importante. Lo es por sus centros de negocios y por muchas
otras cosas.

En cambio, hace falta poblar, unificar más de la mitad del
territorio nacional a merced de grupos ilegales. Eso sí, dejemos quietico el trapecio amazónico: ese pulmón
debe permanecer intocable de carreteras o grandes centros urbanos.
Toquemos más bien esas pampas orientales regadas de ríos navegables que fluyen
hacia el Orinoco, subaprovechados. O bien,
edifiquemos esa ciudad-capital en el Magdalena Medio para unir verdaderamente
el interior del país con la Costa Caribe. 

El centro de Bogotá ya no da abasto. En tan pequeño rincón diseñado en tiempos coloniales se aprietan
cantidad de ministerios y más de 20 universidades. Medio país viene a
parar allí. Ya no da abasto. Se ha vuelto inaccesible desde el norte, el
sur y el occidente – y no sólo por el cierre o el arreglo de vías para
poner transmilenio. Ni el utópico metro, me temo, podrá
descongestionar un centro de calles estrechísimas, casi sin parques e insultado de grises parqueaderos. Deberíamos recuperar el centro de Bogotá como
patrimonio arquitectónico.

Ojalá que la celebración del Tricentenario (porque no hay mal que
dure cien años) sea en esa nueva ciudad: CIUDAD COLOMBIA, podría
llamarse, o NUEVA COLOMBIA, o COLOMBIAPOLIS…

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