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El país más afectado invernal y moralmente de América tuvo su fecha más importante del año el 26 de febrero cuando su Corte Constitucional tumbó el referendo. Ahí comenzó otro capítulo de la historia colombiana en términos políticos. 
Ganó Santos con los votos pero sin el carisma populista de su antecesor, por lo que necesitó hablar de Unidad Nacional y restaurar la diplomacia con los países vecinos, sin conquistar todavía el apoyo de buena parte de las clases medias (más de 3 millones) que votaron por Mockus.  
Más allá de la desdibujada figura del profesor Mockus y de su partido extraviado, esas clases medias (esas que creyeron en su discurso de la educación) nunca han llegado al poder en Colombia. Y sólo la participación en política de una clase media «ilustrada» reforzará la vida universitaria, el ministerio de educación y de cultura, la ciencia y la investigación. Si permanece en manos de oligarcas populistas, como el alcalde de Bogotá, destrozos y ruinas en vez de obras persistirán. La fuerza que se debe ejercer para mantener una pelota inflada bajo el agua es la presión que ejercen ciertos políticos contra los pobres y los excluidos. Pese a sus graves problemas actuales, México sí impulsó esta clase media en el gobierno de Lázaro Cárdenas y de ahí Conaculta y el FCE. 
La ley de víctimas es otro suceso interesante de la historia del 2010. Pero el sistema jurídico colombiano, que en teoría es de los mejores del planeta, pocas veces alcanza rotundos efectos en la realidad sino viene respaldado por  la fuerza legal del ejército. La ley de víctimas sólo tendrá fuerza con la unión del juez y el soldado, más la presión de la sociedad civil. Así se obligará a los violentos a soltar sus tierras y reparar a las víctimas.
El problema de las víctimas: otra cuestión insoslayable en la historia colombiana cuya situación ha atraído la mirada de pensadores del mundo entero, como la del filósofo español Manuel Reyes Mate experto en memoria histórica, reconciliación y justicia. Con respecto a las víctimas no hay olvido que valga: siempre son actuales. Las heridas nunca dejan de manar sangre. El tiempo no cura nada. Es necesario el reconocimiento moral de quien ha sufrido injustamente. Íngrid Betancourt fue víctima por más antipatía que levante su familia y sus desplantes y su afán de protagonismo. Fue víctima.
Hay que hacer, sin embargo, diferencias. Los jefes de las FARC abatidos por el ejército NO son víctimas porque son culpables. Tampoco los paramilitares y aquellos militares involucrados en falsos positivos. Ellos deben pagar por sus víctimas porque no hay perdón mientras no haya castigo, ni menos olvido mientras no haya libertad para expresar el dolor. Víctimas fueron los judíos masacrados en los campos de concentración. No los nazis por más que después fueran derrotados y juzgados. 
Por lo demás, debería  hacerse un estudio de los diversos elementos que subyacen al uribismo (elementos publicitarios, regionalistas, militares, ideológicos, constitucionales…)  para explicar bien por qué este hombre duró tanto en la presidencia de Colombia (2002-2010).
En fin. Notas para la historia reciente, la que más de cerca nos incumbe.
ª Detalle de «Sansón cegado por los filisteos», de Rembrandt.

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