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Comencemos por definir qué casa es el hogar de tu alma.

Así como tu cuerpo es la casa donde habitan tus sentimientos, emociones, sueños, deseos y anhelos que reposan en tu alma.

Y hoy te pregunto; ¿ahora que estás en casa cómo sientes tu hogar? Porque si estás en casa es bueno comenzar a agradecer por ese techo, por esas paredes que hoy dices que te encierran asomándote por las ventanas como anhelando una libertad que ya tienes sin percatarse de ella.

La tienes desde que naciste. Sólo que te has encerrado en un mundo de ilusiones que están afuera, inventadas por el ego y la vanidad.

Pero recuerda que estar en casa es estar adentro. Es que es adentro de ti donde están las verdades».

Allá afuera están las ilusiones; pero tu verdadera esencia está en la habitación principal de esa casa que es tu corazón.

No hay un lugar más seguro que estar en casa.

Es tu refugio, es donde te resguardas de las tempestades, donde habitas, donde duermes y donde sueñas.

Te sientes protegido en casa porque sabes que allí está la poderosa energía y luz del amor de Dios con el que se formó un hogar.

Y aquí, en este punto, no se trata de creencias. Se trata de amor: Y estoy seguro que hasta el más agnóstico o ateo cree en el amor; porque allí, desde su hogar también ama a sus hijos, a su pareja, a sus padres y a sus hermanos. Como mínimo a su mascota y en ultimas, si convive con su soledad, se tiene que amar así mismo.

Es que la presencia de Dios en un hogar está en un pan sobre la mesa. En las bendiciones que ofrece desde la puerta principal cuando unos salen y otros entran.

Su amor está en cada sonrisa, en cada lágrima, en cada imperfección, en cada discusión, pero especialmente en cada reconciliación.

Y ese es un verdadero hogar. Como anuncia el aviso que dice: “Aquí no somos perfectos, nos aceptamos como somos y nos queremos como somos”.

Esa es la esencia de una familia que procura estar unida sin necesidad de estar juntos.

No sé si estás junto a tu familia en esta cuarentena, pero te pido que trates de estar unido a ella».

Ahí estás haciendo parte de un hogar que no necesita a los miembros de una familia reunidos en una misma casa, porque existen fuertes lazos que sostienen la unión, la conexión.

Sí; esta es una cuarentena para conectarse con tu interior, con los tuyos, con tus raíces, con tu esencia, y en ella, descubrir lo esencial.

Ahora estás viendo que esencial no es el carro lujoso que no puedes es usar, las joyas guardadas sin poder lucir, la ropa fina o los catorce pares de zapatos.

Ahora se ha hecho primordial un buen par de pijamas y unas pantuflas».

Se ha hecho esencial una buena olla para el arroz de todos, o un magnífico libro que te recuerda que lo tangible es material, pero que lo esencial es intangible como el aroma del guisado, el sonido de la aspiradora o el calor de un hogar donde se siente al amor, la alegría, la paz y la armonía.

El hogar es el templo de una familia que se forma y crece bajo el techo del amor.

Es allí, el lugar donde se siembran las semillas de los valores y con el ejemplo de los padres, se aprenden los principios que nos acompañarán por siempre.

Hoy el coronavirus nos entró a casa. Pero la conciencia nos reunió en el hogar».

Un hogar, que como templo de amor debe respetarse y hacerse respetar.

Llenarse de armonía y de luz para que nos guste y siempre queramos estar allí, sintiéndonos bien y además protegidos.

En el hogar se aprende de Dios y se experimenta la fe, reconociendo que su amor habita en cada corazón y que, en la suma de ellos, brilla la luz suprema que ilumina ese espacio de convivencia para todos.

Invitemos a Dios y toda su corte celestial a llenar de bendiciones nuestro hogar y limpiarlo de impurezas cada día.

Que sea un lugar de protección, y sanación, donde exista la luz divina para iluminar nuestros sueños y llenarnos de inteligencia creativa, para realizar proyectos de vida y llevarlos a cabo con prudencia y sabiduría.

«El hogar es como una cueva para la familia, con puertas y ventanas que la llenan de luz». JMC

 

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