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No quiero que me traten igual que a los hombres, porque no soy igual que los hombres. Igual que no soy igual a los gays, ni a los negros, ni a mi hermana, ni a otras mujeres. No soy igual simplemente porque ¡soy yo!

Con mis diferencias y mis puntos de vista. No quiero que me traten igual a nadie, quiero que me traten con respeto y que respeten mis derechos de ser yo. No creo en dios, no creo en el matrimonio, no creo en estereotipos porque al fin y al cabo todos somos un poco de cada cosa buena o mala.

Todos hemos sido racistas y machistas. ¡Sí! Hay que aceptarlo, las mujeres muchas veces somos más machistas que los hombres. Por ejemplo, cuando yo digo que Andrés está embarazado, muchas personas me abren los ojos. Sin embargo aquí suena más lógico para mí poner el término en masculino, ya que no es solo la mujer la que debería asumir ese estado. Pero esto no es más que mi punto de vista, que es cuestión de perspectiva.

No solo necesitamos igualdad e inclusión, lo que más necesitamos es respeto.

La inclusión no es un tema que podemos dejar manosear, últimamente se convirtió en una moda mal liderada, que cruza la delgada línea de llegar a lo absurdo, y muchas veces generando lo contrario, excluyendo por reclamar inclusión.

La inclusión es la facultad de que todos los miembros de una comunidad participen de forma equitativa y marcos educativos, legales políticos y culturales. ¡Perdón todos y todas!

La inclusión no es un tema de hombres y mujeres o de heterosexuales y homosexuales es un tema que viene desde la humanidad, desde el respeto y desde el reconocimiento por nosotros mismos, pero sobre todo desde el amor propio.

La inclusión no es más que RESPETAR el punto de vista y las preferencias de los demás, OJO que no estoy diciendo que no necesitemos igualdad en muchos aspectos; pero no es una cuestión de ser mujer o hombre.

Sí, me he sentido excluida y menospreciada por mis opiniones, porque muchas veces mi criterio no ha sido suficiente por ser mujer, pero también yo he excluido a los hombres por no creer en sus sentimientos y por negarles su derecho a ser sensibles. ¡No sea tan niña, que no fue tan duro! ¡Los hombres no lloran! ¡Tú también lo has hecho!

Estamos en una sociedad con carencia de valores, valores incluso hacia nosotros mismos por no respetar nuestro propio criterio o por no hacerlo respetar.

Todos y todas no es más que lingüística, lo realmente importante es la igualdad en salarios, en derechos civiles, penales que también afectan a los hombres.

En la diversidad está la sostenibilidad de la humanidad, imaginen un mundo en que todos seamos sensibles o racionales, el mundo necesita la diversidad para mantenerse equilibrado.

Nadie más que yo lidera la igualdad, pero no solo para las mujeres, para reconocernos como seres humanos y dejar las etiquetas.

En el último mes he trabajado con varias campañas que empoderan a las mujeres a sentirse bien con ellas mismas, a reconocerse, a aceptar su valor y a respetarse. Pero esto aplica para todos necesitamos amor propio, ¡mucho!, pero también amor al prójimo.

La libertad de expresión y las redes sociales nos han hecho sentir que tenemos el derecho de meternos en la vida de los demás y juzgarnos. El juzgar a los demás por ser gays, religiosos, conservadores o liberales no es más que un irrespeto y una carencia de valores. No es más que una opinión porque los conservadores pueden ser infieles y los liberales comprometidos.

El juzgar a los demás no es más que un reflejo de nuestras propias inseguridades. Y todos lo hemos hecho en algún momento.

Empecemos a cambiar nosotros mismos y las células más pequeñas de la sociedad que son las familias. Así veremos el cambio en el mundo.

Dejemos de pensar en hombres y mujeres, esto ya es exclusión. Pensemos en seres humanos, con derechos y responsabilidades. Somos diferentes pero tenemos los mismos derechos.


Nos vemos la próxima semana aquí mismo, si quieren ver más de mi pueden ir a mis redes en twitterfacebook o en instagram. También los invito a ver las otras entradas de mi blog La de las gafas

Juliana Matiz

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