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“La Fuerza le da al Jedi su poder. Es un campo de energía creado por todas las cosas vivientes. Nos rodea, nos penetra, y mantiene unida la Galaxia.”

Obi-Wan Kenobi

Un campo de energía que te rodea y da poder. Un poder que sale de la vida y te da vida. Lo recibes y lo entregas. Te alimentas de La Fuerza, pero ella también te permite alimentar a otros.

Este blog, como lo dije en el primer post, se llama ‘La Fuerza de Anto’ por dos razones: porque soy fan acérrimo de Star Wars y porque el camino de la Artritis Juvenil me mostró el tremendo poder que ha debido exhibir Antonia, a sus tres años, para hoy estar en un camino que seguramente tendrá final feliz.

Pero también porque, a través de este tiempo, hemos sentido que La Fuerza nos rodea. ¿Cuál Fuerza? La que han creado alrededor de nosotros nuestra familia y amigos. Nuestros seres más queridos.

Son ellos la energía vital de la que nos alimentamos para poder afrontar lo que sea. Los que han llenado a mi Anto de valentía para no quedarse postrada y, por el contrario, batallar porque su infancia, en medio de algunos dolores, chuzones y medicinas, sea feliz y tranquila.

Son ustedes, a quienes amamos y agradecemos, los que nos han sostenido. Quienes en los momentos más difíciles nos han mostrado que se puede sonreír. Nuestra familia. Nuestros amigos, que ya son del alma. Cada semilla que han sembrado, a través de una palabra de aliento, unas horas de cuidado, una nariz roja voluntaria, o un simple consejo, han servido para que nuestra guerrera supere obstáculos, miedos y dolores.

Gracias a todos ustedes, familia y amigos, hoy, 8 meses después de que dejara de estudiar en medio de dolor y fiebre, Antonia regresó a un colegio. El miedo fue reemplazado por el entusiasmo. Comienza un nuevo punto de giro en la vida de nuestra pequeñita.

Anto y majo

 El retorno

 El regreso de Anto al jardín implica también su regreso a la ‘vida social normal’, llena de amiguitos, juegos, lápices y aprendizajes diarios. Pero también de retos. De nuevos esfuerzos.

Porque será la primera vez que lidiará con la AIJ ella sola, por fuera del entorno seguro del hogar. Quizá no parece gran cosa, pero lo es. Para nosotros, mamá y papá, es un momento de alegre temor. De expectativa. De cruzar dedos porque nada le duela y porque todo fluya con normalidad.

Para Antonia, será otro paso enorme en su lucha. De hecho, desde que enfermó ha tenido que retomar caminos que dejó olvidados por culpa del dolor. Desaprendió muchas cosas. Pero ella, sola y a punta de voluntad, los recuperó.

Por ejemplo, hace 8 meses, cuando empezó la enfermedad, Anto retrocedió en dos temas: volvió a usar pañales y a dormir con los papás. Algo que ya había superado desde los dos años.

Pero cuando empezó a mejorar, supo que debía retomar el camino donde lo había dejado. Se esforzó – no con pocos accidentes- por volver a controlar su cuerpo. Rechazaba los pañales y se llenaba de furia cada vez que no alcanzaba a llegar a su tacita. Pero lo logró. Y precisamente cuando nos llegaron unos calzoncitos de entrenamiento carísimos que habíamos comprado en internet.

También luchó por regresar a su cuarto, que pocos meses antes la llenaba de pavor. Fueron acercamientos tímidos. Una siesta, un rato de descanso en la noche, hasta que un día, cuando menos nos imaginamos, pasó su primera noche sola en 8 meses. Hoy, ya es normal que lo haga. Claro, hay que arrullarla y contarle un cuento.

Pero fueron ella y su voluntad las que lo lograron. No hubo ‘estímulo de terceros’. Fue un logro propio y como tal se lo hemos reconocido.

Por eso hoy, cuando se levantó, decidida y lista para afrontar su nueva vida escolar, entendí que, al igual que a sus miedos, Antonia vencerá a esta enfermedad cuando menos nos demos cuenta.

Y es que quizá, mientras nosotros pensamos en el intercambio de golpes que nos damos con la AIJ, ella ya tiene planeada la estrategia para derrotarla, por sorpresa, con un golpe sorpresivo y magistral.

Para ello usará, sin duda, La Fuerza.

 

SU FUERZA.


No me olvido de ustedes…

 Para terminar, quiero rendir un homenaje, tardío quizá, a cada uno de los maravillosos seres humanos que me acompañan a diario en eltiempo.com. Son un grupo de jóvenes cuyo talento es tan gigante como la bondad casi infantil que llevan de su corazón.

No hay día que no reciba de ellos palabras de ánimo. Verlos es ya de por sí inyectarse de alegría. Y hasta han tenido la paciencia de entender mis ausencias del trabajo y mi poca disposición a algunos planes. Siempre un detalle, siempre una muestra de cariño, siempre un abrazo oportuno. Gracias a todos. Son la muestra viva de que para ser buen periodista hay que ser buena persona.

Nos vemos la próxima semana

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