La mayor distinción que un papa puede hacerle a un obispo es designarlo cardenal. En los 2022 años que han corrido Después de Cristo, Colombia suma en total nueve cardenales, el nombramiento del décimo, se dio el pasado 27 de agosto conforme a lo anunciado por el papa Francisco el pasado 29 de mayo.
¿Quién es el décimo cardenal colombiano?
Monseñor Jorge Enrique Jiménez Carvajal nació en Bucaramanga el 29 de marzo de 1942. Se ordenó como sacerdote el 17 de junio de 1967, cumpliendo así 80 años, de los cuales 55 han estado al servicio de la Iglesia Católica. Su voz se quiebra al contar todos esos años que siguen siendo insuficientes cuando hay tanto consuelo que darle al mundo.
“No es fácil la vida en Cartagena porque hay tanta gente que sufre y en Cartagena hay tanta gente que no tiene comida, que no tiene qué vivir, tanta gente desanimada, hay tantos jóvenes que han perdido la esperanza. Eso me preocupa muchísimo.” Afirma Jiménez.
A su edad pensó que estaba en el retiro. El 25 de marzo de 2021 finalmente el papa Francisco le acepta la renuncia al cargo episcopal como arzobispo de Cartagena y de manera sorpresiva, solo un año y dos meses después, el 29 de mayo de 2022, el mismo papa lo nombra Cardenal. Entonces recuerda que su misión es atender a los “llamados”; que su vida está dedicada al servicio y que en ella se hace la voluntad de Dios.
Si bien es un honor altísimo ser cardenal, sabe que conlleva un gran trabajo:
“La Iglesia siempre está desafiada y el papa nos recuerda un motivo especial para poder entenderlo, porque resulta que el espíritu del mal existe y el espíritu del mal hace mucho daño a tantos hombres, a tantas mujeres, a tantas instituciones, a la familia, a nuestra patria, al mundo, a la vida. El espíritu del mal es una realidad.”
Es puntual y comprometido. Si fuera por él, todo se atendería de manera inmediata, no le gustan las dilaciones, ni las prórrogas. Entiende que todo debe cursar un proceso y lo respeta, se amolda, pero no aplaza nada que pueda resolver enseguida. El mismo se define como una persona impaciente.
“Hay que tener paciencia, saber que nuestros límites son una realidad y yo quisiera que las cosas fueran más rápido, pero sé que las cosas, sobre todo las cosas importantes, los cambios verdaderos, requieren tiempo, requieren formar personas que quieren cambiar corazones, y eso es lento, eso lo saben todas las parejas, todos los casados. Los jóvenes por eso sufren mucho, porque quisieran que las cosas sucedieran de una vez”. Afirma monseñor Jiménez.
Monseñor se siente realizado, dice que si tuviera que empezar la vida, nuevamente elegiría ser sacerdote. “Le doy gracias a Dios que me dio la posibilidad de ser sacerdote y de ser obispo, porque me dio la posibilidad de servir, ser sacerdote es una experiencia muy linda yo se lo digo a los jóvenes y los invito, les digo que vale la pena entregar la vida al servicio, es un don, es un regalo recibir el llamado.”
Su familia es tan sagrada como su vocación y su fe. Cuando se trata de un asunto familiar no escatima en atenderlo. No es para menos, fue precisamente en su núcleo más cercano donde vio y conoció el amor, de donde se inspiró para servir al mundo a través del sacerdocio como decisión de amor incondicional a la humanidad. “Yo conocí el amor, en el amor que se tenían mis padres” me dice con una nostalgia profunda.
“El amor se aprende a través del testimonio, ese amor permanece. Y ese amor que se tenían mis padres, en gran parte mis hermanos los tuvieron con sus hijos y en sus vidas, lo han transmitido a nuevas generaciones. Tengo una familia preciosa, ese es un motorcito en la vida, el amor real, el amor de la convivencia permanente, el amor del perdón permanente, porque todos tenemos que vivirlo perdonando todos los días, porque somos limitados, somos imperfectos y necesitamos del perdón.”
Y entonces le digo:
- Y Dios es amor…
– Sí, lo dice Juan en la Biblia.
-Y usted cree que Dios es el sentimiento del amor dentro de nosotros o es una figura, ¿una persona?
Sin titubeos me responde:
-Es una persona que tengo la fortuna de conocer.
Jorge Bergoglio y Jorge Jiménez
Tienen mucho más en común que sus nombres de pila. Se conocen varios años antes de que Bergoglio fuera designado papa.
Monseñor Jiménez fue presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano-CELAM (1999-2003) y en ese tiempo conoció a Jorge Bergoglio como obispo de Buenos Aires. La oportunidad más bonita que tuvo de tratarlo fue en el año 2001 en el Sínodo de los Obispos, en Roma, en el Vaticano, fueron tres semanas en la que se acompañaron charlando de camino al lugar de la reunión y así se tejió una amistad. Luego, tuvieron otro encuentro en el año de 2007, en la Conferencia General de los Obispos de América Latina, Bergoglio era el encargado de la redacción del Documento en Aparecida, un santuario de la Virgen María en Brasil. “Tal vez los dos momentos que hemos vivido más intensamente de cercanía y de amistad” puntualiza Jiménez.
¿Qué los unió?, le pregunto.
–Admiro en él, desde el principio, su amor a la persona de Jesucristo, es un fiel discípulo de Jesús. Eso particularmente lo descubrí en la reunión de Aparecida cuando estábamos haciendo la redacción del documento. Era un tema que iba y volvía y ahora como papa, con tantas oportunidades de escucharlo y de seguirlo, se aún más que es un tema recurrente, se ve que es la fuerza de su vida y eso es una coincidencia muy bonita.
Secuestrado en 2002
Es inevitable hablar de su secuestro. Son experiencias de vida que marcan. Lo evité para no repetir las entrevistas que ya le han hecho, pero lo mencionó, justo cuando indagué qué puede esperar Colombia de su trabajo como Cardenal. Es claro que falta que el papa le dé indicaciones precisas de lo que será su nueva misión, pero me dice que siempre tiene en mente a tantos colombianos que sufren el secuestro.
“En una semana me lograron liberar, pero siempre pensaba en ellos, siempre oraba por ellos. Tanta gente que sufrió en Colombia a causa de esa historia. Nos falta conocer bien esa historia y sentirla, porque a veces no nos ponemos en el zapato de ese sufrimiento y de ese dolor, es un sufrimiento tan descarnado, tan dramático, trágico, muchos colombianos lo han padecido y sabemos también que hay un discurso oficial sobre la reconciliación y el perdón, que todos sabemos que no son procesos fáciles, pero estoy convencido que son procesos que viven el amor. Yo considero como católico, que perdonar es un don que Dios le regala a uno, porque lo humano, lo que sale de nuestras entrañas, más bien es la venganza, Dios nos invita a perdonar 70 veces siete, es decir siempre, siempre hay que perdonar.
La visita del papa a Cartagena
De 1.118 municipios que tiene Colombia se escogieron solo cuatro para la visita del papa Francisco. Para monseñor Jiménez fue una inmensa alegría saber que Cartagena fue una de ellas, dice “me sentí feliz porque amo a Cartagena y porque aquí hay tantos hombres y tantas mujeres que aman a Jesús”.
Para Jiménez la visita del papa trajo un mensaje de esperanza y de ánimo para los pobres y para lo que más sufren, lo que más recuerda es el encuentro en la Catedral con todos los enfermos, ver el ánimo de las personas en busca de un consuelo, “eso es lo que busca el que sufre, una palabra de aliento que el papa Francisco siempre la da, es el mayor predicador que ha habido después de Jesús, habla de la esperanza en medio del sufrimiento”, aseguró monseñor.
El papa estuvo en la ciudad de Cartagena el 10 de septiembre de 2017. Las otras ciudades visitadas fueron Bogotá, Medellín y Villavicencio. Se trató de la tercera visita papal a Colombia, luego de las visitas de Pablo VI en 1968 y de Juan Pablo II en 1986.
PFrancisco_MJorge[1]Vida religiosa
En 1959 monseñor Jiménez inició su noviciado en la Congregación de Jesús y de María (Bogotá) (Padres Eudistas ). Estudió Filosofía en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá y Teología en el Seminario Eudista de Valmaría en la misma ciudad. El 17 de mayo de 1964 se incorporó a la Congregación de Jesús y de María. El 9 de noviembre de 1992 fue nombrado por el papa Juan Pablo II obispo de Zipaquirá y el 6 de febrero de 2004 arzobispo coadjutor de Cartagena. Allí comienza una labor de la cual destaca haber formado a más de 70 sacerdotes de la costa norte colombiana, en donde dice encontró mucha fe y ganas de luchar de la gente. Cree fervientemente en la juventud y su capacidad de transformación. Piensa que la mística del cariño de las personas está cuando le brindan un alimento, por eso siempre lo recibe y consume, aunque tenga otras indicaciones médicas.
Cree de suma relevancia dar nuevamente a los niños y jóvenes educación religiosa: “se nos olvidó darles el abecé para poder vivir en la vida, que es conocer a Dios. Yo quisiera que mi Iglesia se entusiasmara más por los jóvenes”.
Le pregunto, ¿cuál es el secreto para avanzar en la fe?
Me explica que está en la oración y que esta tiene dos caminos. El camino del encuentro con un Dios humilde, sencillo, que te dice que te ama, que eres su hijo, que te guía y da luz a tus pensamientos. Y el otro camino que es para presentar las necesidades propias y la de los demás.
“No nos equivoquemos, si el corazón no cambia, nuestras vidas no cambian. Y el más radical cambio del corazón lo propone Jesús cuando nos dice ámense los unos a los otros, como yo los he amado. Perdónense. Anímense, sirvan los unos a los otros. Ese es el camino, esa es la vida. Pero para eso nos toca cambiar nuestra manera de vivir, sacar de dentro nuestros egoísmos, los odios, los rencores, sanar los corazones. Y hay que saber escuchar. Dios siempre me habla, me enseña, me ayuda a entender la vida y a descubrir dónde agarrar, hacia dónde caminar. Eso lo encuentro en la oración. Ese es el gran misterio de la vida de Dios. Yo tengo la posibilidad de suplicar y de poner en las manos de Dios todas mis necesidades, las de mi familia, las de mis amigos y las de mis enemigos, y las de todos los hombres y mujeres.”
Teniendo en frente a monseñor, veo sus 80 años en cada palabra, en su intención de entregar mensajes diáfanos, en su lenguaje pragmático, directo, sin pretensiones de otra índole que cualquier individuo pueda comprender lo básico y para monseñor es encontrarse con la persona de Jesús, conocer su palabra de salvación. “ Si todos pudiéramos ver ello, Colombia no sería lo que es hoy, necesitamos a Jesús en nuestras vidas”, enfatiza.
Lo miro y me pregunto qué tan agitada podrá ser la vida de un cardenal, lo imagino tomando su vuelo a Roma y enfrentando los nuevos retos, me aventuro a preguntarle qué viene en adelante y me dice:
“Los sacerdotes somos discípulos de Jesús y estamos dispuestos a servir con el ejemplo de Él, hasta entregar la vida por los demás”.
Desde el 27 de agosto Colombia tiene su décimo cardenal de la historia. En la actualidad, monseñor Jiménez se convierte en el tercer consejero colombiano del papa, junto a monseñor Pedro Rubiano Sáenz y a monseñor Rubén Salazar Gómez, sin dudas, una señal de que el papa Francisco tiene muy presente a este país que ruega por la paz, el perdón y la reconciliación.
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