Precluyó el proceso en contra del exdefensor Jorge Armando Otálora, por las acusaciones de acceso carnal abusivo y acoso sexual que Astrid Helena Cristancho, su exsecretaria privada, hizo en contra del funcionario hace 2 años, y que obligo a Otálora a renunciar a su cargo.
“Las relaciones sexuales consentidas entre adultos no son delito”, sentenció la Corte Suprema de Justicia, y agregó, “En sus 16 meses como secretaria en la Defensoría del Pueblo, la doctora Astrid Helena Cristancho dio muestras de afecto no propias de una persona mancillada, sometida o apabullada por razón del acoso de su superior”.
Nosotros escribimos un artículo justo en el momento en que Daniel Coronell, con su amarillismo y protagonismo arraigado, utilizó sus columnas para acabar con el defensor, algo que hace frecuentemente con sus enemigos, utiliza su poder para desprestigiarlos, y justo también cuando muchos medios de comunicación se prestaron para ese juego de poner en la palestra pública a Otálora sin que un juez lo hubiese condenado.
Hubo una “relación consentida y voluntaria” ratificó la Corte, y aclaró: “puede que no sea lo mejor para la institución y para la ética pública que un superior se relacione afectivamente con su subalterna”, esto tampoco constituye delito.
La Corte señala que si bien hay versiones de funcionarios que hablan del “carácter recio del defensor” no se hallaron evidencias de que su forma de ser la haya utilizado para doblegar la voluntad de sus subalternas con fines sexuales.
La pregunta es, ¿Quién le devuelve la honra al ex defensor?, ¿Quién le devuelve su trabajo?, ¿Por qué Daniel Coronell no presenta disculpas públicas a Otálora?
Y también es momento que algunos medios y algunos periodistas revisen su papel y que entiendan que no son investigadores del CTI, ni de la Fiscalía, ni son jueces, ni nada parecido. La función nuestra es informar, parte y contraparte, y que el lector, radioescucha, televidente u otro, saque sus conclusiones.
“El comportamiento sexual durante un año y medio después de la primera relación permite inferir que, en aquella ocasión, como en todas, primó el consentimiento sobre el abuso, el querer sobre el sometimiento y la voluntad sobre la amenaza”, determinó la Corte Suprema de Justicia.
Mujeres como Astrid Helena Cristancho dañan a las verdaderas víctimas que ahora lo van a pensar dos veces para denunciar, porque se pierde credibilidad en este tipo de situaciones.
¡Daniel Coronell debe disculparse públicamente con exdefensor del Pueblo!
Acá, el artículo que escribimos en ese entonces después de las grotescas columnas de Daniel Coronell, personaje que le hace mucho daño a nuestra profesión.
La delgada línea entre el acoso sexual y la relación consentida
Publicado en: La Sal en la Herida 25 de enero de 2016
Después del escándalo en medios, del supuesto acoso laboral y sexual, por parte del defensor del pueblo Jorge Armando Otálora, contra Astrid Helena Cristancho, su exsecretaria privada, es bueno reflexionar sobre esa línea delgada que se tiende, entre el acoso sexual y la relación consentida.
Sin referirnos explícitamente a la situación del Defensor y su exsecretaria, es bueno poner de presente otros casos que abundan en las empresas, y que pocos denuncian, y por supuesto la opinión pública poco conoce.
Siempre se habla de acoso sexual por parte de jefe hombre a subordinado mujer, pero no al contrario, tampoco de acoso sexual, hombre a hombre, o mujer a mujer. (Ojo, que no suene a declaraciones de ex reina de belleza, porque en este caso nadie se complementa con otro).
Lastimosamente ha hecho carrera en la sociedad el acoso sexual en contra de mujeres por parte de hombres, y lo curioso del caso, es que se denuncia mucho después, no en el momento, y que generalmente, todos respaldan a la abusada, le dan crédito, y toman partido en contra del supuesto acosador, en muchos casos sin escuchar su versión. Los medios de comunicación se van lanza en ristre contra el acusado, le piden su renuncia, lo crucifican y lo condenan a muerte. Los movimientos feministas se solidarizan con la supuesta abusada y hacen un despliegue machista, (porque no hay nada más machista que un movimiento feminista), en contra del supuesto victimario. Adicional a eso, la acusación de una mujer tiene mucho más peso que la defensa de un hombre, el hecho, sin comprobar, causa repudio nacional antes de hacer, como dicen, una investigación exhaustiva.
Hoy en los medios solo se escuchaban voces en contra del Defensor. pero pocas en su defensa. Sin pretender oficiar como abogados del diablo, ni salir a justificar cualquier abuso o acoso en el que haya incurrido el Defensor, nos parece que esa clase de temas, antes de salir a la opinión pública, deben ser investigados primero. Los periodistas no podemos oficiar como jueces, no podemos usar nuestras columnas, nuestros micrófonos o nuestras cámaras para salir a acusar y a condenar. Nuestra labor es informar hechos comprobados, o si se habla de opinión, opinar, valga la redundancia, pero sin pasar al extremo de injuriar o calumniar.
Solo pensemos lo siguiente, en caso que el Defensor sea inocente ¿quién le va devolver su honor y su honra? Eso ya no se puede hacer, siempre quedará en la retina y en el oído de la opinión pública que es un acosador y un abusador. Ahora bien, si es culpable, es la justicia la que debe condenarlo.
Otra cosa que nos parece cuestionable, ¿porque las denuncias vienen tarde?, ¿por qué aparentemente existen relaciones consentidas, aunque sean por temor?, ¿por qué se deja llevar todo a estos extremos? Si el miedo es perder sus empleos, finalmente los perderán, si el miedo es que nadie sepa, finalmente todos lo sabrán, y si el miedo son las represalias, pues al chantaje no se debe ceder nunca, pase lo que pase.
Un lector, que me pidió reservar su nombre, me dice que fue víctima de un acoso laboral, por parte de jefe femenino, con tinte de acoso sexual, pero tuvo la dignidad de renunciar. Y esa renuncia lo llevó a un descalabro económico, del cual, hasta ahora, se está recuperando. Hubiera podido denunciar, pero era claro que nadie le iba a creer. Era pelea, dice él, de tigre con burro amarrado, y era la palabra de un subordinado contra su jefe, y más aún, de una jefa, amiga íntima dela jefe de personal, pero no le siguió el juego ni consintió la relación, porque ahí es donde se pasa la línea, y luego ya es difícil diferenciar el acoso del consentimiento.
Si se es víctima de un acoso laboral o sexual, la persona abusada debe acudir directamente al Ministerio de la Protección Social para interponer una queja, explicar su situación, pero también, anexar las pruebas.
En los lugares donde no haya oficina del Ministerio de la Protección Social podrá hacerlo en la Alcaldía, en la Personería Municipal o la Defensoría.
No hay por qué esperar tanto, ni dejar que el miedo los lleve a situaciones más ‘embarazosas’. Como dice mi amigo Felipe Arias, “No se quede callado, denuncie”.
¿Por qué esperar a que el acoso laboral y sexual pase al entorno del consentimiento, donde se confunden los sentimientos, y luego salir a cobrar? Eso hace perder credibilidad en el denunciante y la sociedad no debe aprovechar esos ‘escándalos’ para tomar partido a favor o en contra, y el periodismo no debe hacer de esa ‘noticia’ algo amarillista y sensacionalista, para llenar espacio en las ondas hertzianas o en los tabloides.
Ese tipo de cosas no se deben ventilar así, ni entregárselas a los medios, porque eso demuestra a las claras que se quiere hacer daño o tomar venganza. Y volvemos a lo mismo, ¿a quién se le cree más? ¿a una mujer supuestamente víctima de un acoso laboral y sexual o a un hombre ‘victimario’? ¿Será que el periodismo le daría espacio a ese episodio si fuera al revés?
Esa línea delgada de la que hablamos, entre el acoso sexual y el consentimiento la podemos evitar denunciando de inmediato, y no publicitando mucho después, dejando la sensación que se quiere algo a cambio.
Si el jefe propone el subordinado dispone, y si un jefe insinúa, ¡pues el subordinado denuncia, y ya! y de inmediato.
Nadie niega que el humorista Bill Cosby estuvo inmerso en casos de agresión sexual, pero ¿cuántas mujeres se subieron después a ese bus solo por ganar dinero?
Este artículo es un llamado a la calma y a la sensatez, un rechazo al amarillismo y al sensacionalismo que hacen los medios, y una exigencia a las autoridades para que investiguen y juzguen, pero dentro de las instituciones, no en los micrófonos, no en el ‘Sistema Radial Acusatorio’.
Ninguno de nuestra sociedad tiene el permiso de juzgar a la ligera y de condenar sin pruebas, dejemos que la justicia opere, y luego damos la noticia, ¡no seamos tan irresponsables!
En esta sociedad colombiana hay muchos tabúes, hay doble moral y doble comportamiento, se pone a la gente en la palestra pública sin clemencia, pero no hacemos auto reflexión. Y no estamos justificando ningún comportamiento abusivo por parte de alguien, pero si es bueno evaluar entornos, motivos, situaciones en general, sin entrar a juzgar a la ligera.
Nosotros llevamos 33 años en los medios de comunicación, y sabemos cómo se maneja este tipo de información, es carne de cañón, es comidilla del día, es material para titulares y es la de abrir, sabemos cómo los columnistas ‘preocupados’ que ‘denuncian’ este tipo de cosas, pasan factura y logran ser más leídos, y más reconocidos, pero los directamente involucrados no les importa, allá si se destruyen sus vidas, la consigna es la ‘chiva’, pase lo que pase.
Los directores de medios no deberían hacerles el juego a estos episodios, no deberían juzgar a priori, ni confundir a la opinión, el verdadero motivo de nuestra profesión de periodistas es informar responsablemente, servir y respetar la integridad de las personas. Y cuando se hace opinión, como lo hacemos en esta columna, se pueden fijar posiciones, pensamientos y derroteros, sobre el proceder público de quienes son motivo de nuestras columnas, pero su vida personal y su intimidad no nos compete.
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