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El país no se detiene. No para su ritmo trepidante ni aún en diciembre en época de reconciliación y fin de año. Un nuevo capítulo de Odebrecht parece empezar a abrirse. Rafael Merchán, exsecretario de Transparencia de Presidencia y quien iba a testificar en favor de Luis Fernando Andrade en su batalla titánica contra la Fiscalía, fue encontrado muerto en su apartamento por un supuesto suicidio.

Sin embargo, varias noticias de gran calado redujeron un escándalo sobre el que todavía no se contestan varias preguntas necesarias para el país y la democracia.

El jueves pasado, hace solo una semana, se conoció por la noche que el director de Medicina Legal, Carlos Valdés, decidió renunciar a su cargo por una serie de inconsistencias sobre las conclusiones absolutas de Medicina Legal en los análisis efectuados a las muestras de tejido del cuerpo de Jorge Enrique Pizano y a la toalla que encontraron en su casa con supuestas muestras de su sangre.

La teoría inicial de Medicina Legal de acuerdo a una necropsia realizada por el médico que recibió el cuerpo de Pizano, fue que él, el excontroller de la Ruta del Sol II, iba a suicidarse. Compró un kilo de cianuro y preparó el mortal conjuro en una botella de agua saborizada. Su último sorbo de vida sería a una botella H2o llena del cianuro fatal que le produciría una muerte absolutamente dolorosa y traumática.

Pero Pizano no alcanzó a cometer su plan. En el baño de su casa, mientras se afeitaba en el ritual previo al suicidio, a Pizano le dio un infarto al miocardio y murió. Sin embargo, antes de eso el exauditor que sabía mucho de los sobornos de Odebrecht se produjo un corte con la máquina de afeitar y utilizó para limpiar la sangre una toalla de su baño.

Su cuerpo fue cremado porque inicialmente se concluyó que su muerte había sido natural. Parte de la verdad se fue con sus restos. Pero la botella de agua cianurizada con la que Pizano pensaba suicidarse, permaneció inmóvil en su escritorio durante varios días.

Su hijo Alejandro vino desde España a su funeral y, una vez en la casa de su padre, vio sobre su escritorio la botella que no alcanzó a beber Pizano. Llena y tal como su padre la había dejado lista para el suicidio. Alejandro quiso probarla y solo un par de sorbos fueron suficientes para detener su vida y dejar a una familia que venía en camino en el vientre de su esposa.

Una tragedia.

Las muestras del cuerpo del padre fueron preservadas con formol y ante las dudas de la opinión pública por las muertes seguidas de ambos Pizano, Medicina Legal procedió a efectuar análisis de laboratorio con el fin de saber con criterio científico qué había ocurrido.

Rápidamente Medicina Legal dio por descartada cualquier posibilidad de un asesinato. Las primeras declaraciones de Valdés concluyeron que la causa de la muerte de Pizano, tal como lo había dicho el médico que hizo la necropsia, había sido infarto contundente al miocardio, porque los tejidos, según los exámenes, no tenían presencia de cianuro.

Sin embargo, sus afirmaciones no podían ser absolutas. Días después se demostró que Medicina Legal no podía concluir que en el cuerpo de Pizano no había cianuro porque los tejidos habían estado preservados en formol, y ese compuesto hace que el cianuro desaparezca rápidamente de cualquier muestra. Así lo dijo el profesor Jorge Ariel Martínez del Departamento de Farmacia de la Universidad Nacional. Pero Valdés, director de la entidad institución en ciencias forenses en el país, nunca advirtió tamaño detalle.

Lo hizo solamente un par de días antes de su renuncia en una entrevista con la Revista Semana cuando el sindicato de su entidad ya había hecho públicas las dudas. Pero como los tejidos no eran suficientes, apareció una toalla. La toalla con la sangre de Pizano.

Vuelve y juega.

Valdés dijo que la toalla que había sido encontrada en la casa de Pizano contenía su sangre y su saliva y ambas sustancias analizadas en los laboratorios habían dado negativo para cianuro. Una prueba más que parecía hacer incontrovertible la versión de que el exauditor con poderosos secretos había muerto por causas naturales.

Pero sin buenas bases un simple viento puede tumbar cualquier castillo de naipes.

Un informe del propio Instituto de Medicina Legal revelado por los colegas de La W concluyó que en realidad no había sangre humana en la toalla de Pizano. Valdés renunció seis horas después. Pero sus explicaciones no fueron suficientes.

El entonces director dijo que había sido un error suyo porque había preguntado a los laboratorios si en las muestras encontradas en la toalla había o no cianuro y el laboratorio le contestó que no. Valdés, según dijo, se confió de que las manchas cafés en la toalla eran sangre, lo dio por hecho y no lo preguntó a los laboratorios, que le contestaron solamente lo que el director preguntó.

Y le respondieron que la saliva sí era de Pizano y que no había cianuro allí. El informe que recibió Valdés y que no leyó como director de Medicina Legal concluía que la sangre no era humana. Aquí viene la primera pregunta que aún no tiene respuesta: el informe dice textualmente que no había “sangre humana”. ¿Quiere decir eso que sí había sangre, pero no era humana?

Si la toalla sí tenía sangre, ¿a qué ser vivo correspondía? y si tenía sangre no humana y saliva de Pizano, ¿cómo llegó a la misma toalla la saliva de Pizano y la sangre de otro ser vivo?, ¿hubo un montaje?

¿Por qué a pesar de todas las circunstancias extrañas que rodean la muerte de ambos Pizano, Medicina Legal descartó con semejante celeridad la posibilidad de un asesinato?

Lo cierto es que Medicina Legal depende de la Fiscalía General y el señor fiscal no ha nombrado hasta el momento de la publicación de esta columna a un nuevo director del Instituto. Valdés dijo en la rueda de prensa que, a pesar de su error, las pruebas de laboratorio a la toalla de Pizano seguían siendo válidas. Pero no aclaró, como lo dicen los expertos, que luego de nueve días de estar expuesta al ambiente, el cianuro pudo haberse evaporado fácilmente de la toalla.

Valdés es un ciudadano con valor, eso el país lo conoce. Debería entonces aclarar las preguntas luego de su renuncia y apoyar una investigación urgente de una organización científica independiente y del exterior sobre la muerte lamentable de Jorge Enrique y Alejandro Pizano.

Aunque al día siguiente hayan matado a Guacho y expulsado del país a Carlos Pino, no se pueden evadir las preguntas.

Esperemos que la muerte de Rafael Merchán no tenga que ver con este oscuro capítulo que atraviesa el país.

@santiagoangelp

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