Conformamos equipos. Estructuramos proyectos. La pregunta es ¿qué tanto nos entrenamos para afrontar las dificultades profundas o crisis? ¿Cómo estamos desarrollando equipos resilientes?

Vamos por partes. Una crisis es definida generalmente como una situación grave y decisiva que pone en peligro el desarrollo de un asunto o un proceso. Desde el coaching la definición es otra, y es vista como un “quiebre”, un punto de ruptura que genera estados de ánimo, pensamientos y acciones, que de no ser vistos como una oportunidad de mejora pueden desembocar en algo inmovilizante. ¿Y la resiliencia? Pues es esa capacidad en los miembros de una organización no solo darle la cara a este quiebre, sino salir fortalecidos de allí.

Esto aplica en todos los ámbitos. En lo corporativo: una caída abrupta en las ventas, proyectos que no avanzan según lo planeado, problemas de reputación, fusiones o procesos empresariales mal manejados ante alguna de sus audiencias, etc…; o en lo personal: pérdida de empleo, una infidelidad en una relación, pérdida de un ser querido, etc.

Ahora, visto también desde lo emocional, toda crisis también no solo está atada sino que es consecuencia de nuestro recorrido por diferentes etapas caracterizadas por emociones específicas que de no superarlas nos pueden bloquear el camino para avanzar hacia el momento de la resolución de la situación-

Familiarizarse con las etapas que sobrevienen a una crisis y que ponen a prueba nuestra capacidad resiliente, ayuda en este entrenamiento.:

ETAPA 1: INCREDULIDAD. Han cancelado el proyecto que tanto habíamos mimado. Nos decimos una y otra vez: ‘No me puede estar pasando esto. No me lo puedo creer’.

La incredulidad, la primera etapa de un contratiempo, cumple una función importante: actúa como amortiguador entre el impacto de enterarnos que se ha producido algún tipo de crisis y el torrente de emociones poderosas que se desata después.

En esencia, la incredulidad nos proporciona un útil respiro en tanto que niega la existencia de la crisis. En esta etapa el equipo debe ser capaz de abordar conversaciones que no se habían abordado antes. Parar, respirar y elegir soltar aquello que no les permite hacerse cargo de lo que ocurre.

La otra capacidad que hay que aplicar aquí es la que consiste en armonizarnos con nuestros sentimientos. La incredulidad y la negación están bien al principio, pero luego es necesario tomar conciencia de nuestros sentimientos, con el objeto de aprender de ellos y seguir adelante. Debido a la intensidad de las emociones negativas que con toda probabilidad experimentamos durante un contratiempo, sobre todo durante las primeras etapas, a menudo sentimos la tentación de no enfrentarnos a ellos. Pero uno de los principios de la inteligencia emocional es que debemos estar abiertos a los sentimientos negativos tanto como a los positivos.

ETAPA 2: IRA. Hemos empezado a enfrentarnos a la realidad de la situación, pero también nos estamos diciendo cosas como: “Esto es tan injusto. Nos esforzamos tanto. Ya todo estaba listo”. Los equipos se quejan, no son proactivos, vuelcan su ira en conversaciones de pasillo, de culpabilidad. Aquí, para lo que nos debieron haber entrenado es en gestión de emociones, aceptar que hay enojos, pero desde otra mirada ¿qué nos está diciendo esta rabia que sentimos? ¿cómo podemos mirar esta situación con ojos de posibilidad para avanzar? Cuando un material resiliente sufre una presión, la soporta, se estira, se dobla, pero no se rompe. ¿Cómo evitamos que este equipo se rompa en su estado de ánimo?

ETAPA 3: DESEO DE VOLVER ATRÁS. No es de extrañar que, pese a la re-evaluación, aún quisiéramos que las cosas fueran como antes. El deseo de volver atrás es un poco como la etapa de la incredulidad, en la medida en que sirve como amortiguador e impide que nos estrellemos con la situación estresante. La nostalgia sigue presente. La manera más eficaz de manejar esta etapa es reconociendo que, en efecto, nos gustaría volver a los viejos tiempos, pero que eso es imposible. Y preguntarnos ¿qué espacios podemos volver a construir? ¿Qué es aquello que no estamos soltando?

ETAPA 4: ACEPTACIÓN. Es la etapa que nos permite ver luz en el túnel. Comenzamos a recuperar nuestra confianza porque sabemos que lo peor ya ha pasado. Nuestra rabia y depresión han quedado atrás (aún así, no debemos olvidar que podemos retroceder a etapas anteriores o estancarnos entre dos etapas), y la motivación empieza a volver. Aceptamos que nuestra situación laboral anterior ya no existe y que nos enfrentamos a una nueva. El equipo debe entrenarse en diseño de futuro, en utilizar toda la energía que recibió en ese golpe para colocarla a su favor ―como lo haría un material resiliente―. Planificar una estrategia, tomar los aprendizajes vividos y convertirlos en acciones, en nuevas conversaciones.

ETAPA 5: ESPERANZA. Empezamos a recobrar el optimismo. Tenemos una meta importante en mente, sabemos qué pasos debemos dar para llegar a ella y nos sentimos razonablemente seguros de que llegaremos. Nuestra esperanza nos proporciona el nivel de estímulo necesario para pasar a la siguiente etapa. Y es aquí cuando el equipo no solo vuelve a un estado de tranquilidad, sino de mayor sabiduría.

¿Cómo logramos todo lo anterior? Entrenando. Dedicando tiempo para fortalecer a nuestros equipos en las habilidades y competencias que requieren para avanzar: comunicación asertiva, conversaciones de feedback, de diseño de futuro, de negociación, gestión de emociones, toma de decisiones, entre otras. Un equipo resiliente le dice SI a la admiración, SI a la curiosidad y SI al aprendizaje.

 

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Soy Master Coach Ontológica Profesional Acreditada. Mi pasiones son la escritura, el coaching y la formación organizacional en habilidades de coaching, competencias conversacionales, comunicación en todas sus formas (oral, escrita, estratégica) y los juegos para el aprendizaje (modalidad virtual). Te invito a conocer cómo puedo apoyarte a ti o a tu empresa en el desarrollo de competencias de comunicación y liderazgo. Contacto: contacto@facilitarclic.com o en el Whatsapp +57 315 4786927

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