¿Te imaginas cómo sería nuestra vida si hubiéramos aprendido a liderar a través de conversaciones genuinas desde pequeños? Las conversaciones moldean nuestras relaciones, nuestro trabajo y hasta la manera en que vemos el mundo. Si desde temprano nos dieran las herramientas para conversar con empatía, quizás seríamos más conectados, más comprensivos y, sin duda, mejores líderes y lo más importante: mejores personas.
Llevo mas de una década entendiendo y entrenando en el liderazgo conversacional: una habilidad esencial no solo para liderar equipos, sino para conectar profundamente con quienes nos rodean, incluyendo a nuestros hijos. Al final, liderar en cualquier ámbito se reduce a esto: la calidad de nuestras relaciones depende de la calidad de nuestras conversaciones.
La conversación como corazón del liderazgo
A través de nuestras conversaciones expresamos ideas, gestionamos expectativas y enfrentamos conflictos. En ellas vivimos el liderazgo, mostramos nuestro compromiso y construimos la confianza. Sin embargo, muchas veces pasamos por alto la importancia de una conversación sincera y bien dirigida, especialmente en los momentos de cambio, que requieren una sensibilidad adicional.
Piensa en esos momentos difíciles de transformación, ya sea en el trabajo o en la vida personal. Sin una conversación que aborde lo emocional y lo humano, el cambio se vuelve un peso, no una oportunidad.
Imagina a un líder que necesita comunicar un cambio en su equipo y, en lugar de abrir una conversación honesta, se limita a una charla técnica, enfocada en números y datos. Pasa frecuentemente ¿o no? Los miembros del equipo, que están preocupados por su rol, sus emociones y su futuro, sienten que sus preocupaciones no tienen espacio. Este tipo de conversación falla porque no considera el lado humano del cambio, dejando a los miembros desmotivados o inseguros. Y este ejemplo no solo aplica en el ámbito laboral; nos pasa en la vida diaria, incluso en nuestras conversaciones con nuestros hijos.
Conversar con nuestros hijos nos acerca o nos aleja
Algo que agradezco profundamente a la vida es haber aprendido, desde que me formé como coach profesional en 2010, a relacionarme de una manera distinta con mis hijos. Sin planearlo, asumí el rol de madre y padre, y me encontré en esa disyuntiva de equilibrar firmeza con amor y empatía.
Elegí escucharlos (un elemento clave de la conversación), sacrificar parte de mi vida personal para estar presente con alegría y empatía cuando más me necesitaban, acompañarlos en la turbulencia de la adolescencia, en sus momentos de conflicto, en sus miedos, y asegurarles siempre que tenían en mí un espacio seguro para conversar. Hoy, al verlos cerca de convertirse en profesionales, puedo decir que, si he hecho algo realmente bueno en mi vida, fue conectar con ellos y confieso que la frase que más me gusta escuchar es «mami, ¿te puedo contar algo?» Y claro, ellos también me escuchan complacidos todas mis aventuras, porque no puedes esperar que el otro dé aquello que tu no das.
Ahora, cuando veo a tantos padres que luchan por conectar con sus hijos, estoy convencida de que las herramientas conversacionales tienen el poder de sanar relaciones. Nunca es tarde para empezar.
Como ves, el liderazgo conversacional no solo tiene impacto en el trabajo; es una herramienta poderosa en la crianza y en nuestras relaciones familiares. Cuando hablamos con nuestros hijos, también estamos liderando. Los niños y adolescentes necesitan sentirse escuchados, comprendidos y, sobre todo, valorados. Sin embargo, muchas veces, como adultos, damos instrucciones o corregimos sin detenernos a conversar realmente. Nos olvidamos de preguntarles cómo se sienten o de escuchar sus pensamientos, especialmente en esos momentos en que intentan comprender sus propias emociones. ¿Te imaginas el impacto que tendría que desde pequeños aprendan a expresarse y que se sientan seguros para hacerlo?
Un ejemplo común es cuando un niño tiene un mal día en la escuela. En lugar de preguntarles qué les pasó, muchas veces respondemos con frases como “tienes que esforzarte más” o “no te preocupes por cosas tan pequeñas”. Y aunque pueden ser bienintencionadas, estas respuestas cierran la puerta a una conversación más profunda. Los niños se quedan con sus emociones no resueltas y sienten que no tienen un espacio seguro donde compartir sus problemas. Si en cambio les preguntamos “¿qué fue lo que más te molestó?” o “¿cómo te hizo sentir eso?”, les estamos dando la oportunidad de expresar sus emociones y fortalecer esa relación de confianza.
Cuando lideramos una conversación con empatía y apertura con nuestros hijos, les damos el ejemplo de cómo gestionar sus propias emociones. Estamos enseñándoles que su voz importa, que su perspectiva cuenta, y que pueden sentirse seguros al expresarse. Ese es un aprendizaje que llevarán consigo para toda la vida.
La calidad de nuestras conversaciones define la calidad de nuestras relaciones
Cada conversación es una oportunidad para construir una relación de confianza o para debilitarla, tanto en casa como en el trabajo. La forma en que nos comunicamos puede hacer que alguien se sienta valorado o ignorado. Piensa en una conversación mal gestionada, como cuando intentas dar retroalimentación a alguien y centraste solo en las fallas, olvidando sus logros. Esa persona, ya sea un colega o tu hijo, puede sentirse menospreciada, y esa falta de consideración debilita la relación.
Lo mismo sucede cuando intentamos evitar conversaciones difíciles. Un ejemplo es cuando ignoramos el descontento en el equipo o en casa, esperando que se resuelva por sí solo. Esto solo lleva a una acumulación de tensiones, porque no existe el espacio para expresar cómo nos sentimos. Sin una conversación abierta, la relación pierde calidad y la confianza se desvanece.
Para que una conversación sea efectiva, debe estar liderada desde la empatía, la coherencia y la apertura, tanto en el ámbito laboral como en el familiar. Escuchar activamente y estar dispuestos a entender la perspectiva de los demás es lo que hace que nuestras palabras construyan y no destruyan. Si cuando alguien habla realmente lo escuchamos, nos ponemos en su lugar y buscamos entender lo que siente, esa persona se siente validada y comprendida. Lamentablemente, lo mas frecuente es que el otro escuche desde su propia necesidad o que aquello que se conversa en realidad no es aquello en lo que se cree, o está en el espacio de la insinceridad. En el trabajo, esto puede llevar a un equipo más comprometido; en casa, a una familia más unida; en el espacio personal, a relaciones más duraderas.
Gestionar el cambio y las emociones es esencial en el liderazgo, y nuestra habilidad para conectar y escuchar es lo que nos permite acompañar a los demás en ese proceso. Es importante recordar que las personas necesitan sentir que tienen un espacio donde sus preocupaciones, dudas y sentimientos son valorados. Esa es la esencia de una conversación de calidad.
Conversar es estar en el mundo
El liderazgo conversacional no es una habilidad reservada para el trabajo; es una forma de estar en el mundo. Cada palabra que elegimos, cada pregunta que hacemos y cada vez que escuchamos sin juzgar, estamos liderando. Imagina si todos empezáramos a cultivar esta capacidad para liderar con el corazón, con empatía y con la apertura de una conversación genuina. Imagina cómo se fortalecerían nuestras relaciones, en el trabajo, en la vida familiar y personal.
¿Qué puedes empezar a hacer diferente en la manera de relacionarte con quienes están contigo, a partir de la forma como conversas?
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