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Aunque se podría afirmar  que desde un principio se sabía, que una vez más la justicia se iba a poner del lado de los asesinos,  en algún momento alcancé a pensar que dada  la relevancia y la repercusión mediática que alcanzó el caso, fiscales y jueces no  iban a ser tan descarados de empezar a torcerse.  

 
En algún momento alcancé a imaginar que una vez presentadas  las pruebas científicas,  por  contundentes e incontrovertibles,  se iba echar al retrete  esa  versión infantil, descerebrada, estúpida, con la que la niña malcriada y presumida le vio la cara a la policía, a los bomberos, a la familia de la víctima y hoy le ve la cara a todo un país que reclama  justicia. 

Por un momento supuse que después de tanto soborno, manipulación de pruebas, mentiras, artimañas para desviar la investigación, lágrimas de cocodrilo, en fin,  después de tanta cochinada, se iban a esclarecer los hechos,  y a castigar a los culpables.

 
Pero no fue así… Y entonces volvemos al tema inicial; se sabía, estaba cantado. Primero  se prohíbe la entrada de cámaras -prueba de que no va a ser un juicio limpio, la justicia sabe que su honestidad está en entredicho y, con la excusa de no prestarse al show,  lo primero que hace es restringir la entrada de los medios-,  y  hoy,  por extemporáneas -un tecnicismo, otra excusa, un ardid jurídico cuando supuestamente lo que se busca es la verdad-  rechazan las pruebas científicas y solo son aceptadas las versiones de los testigos. 

 

¿La razón? las primeras son contundentes, irrefutables y dejan  en evidencia lo que se sabía  desde un principio, que la  niña miente, que  el joven Colmenares fue asesinado, y que,  dicho sea de paso,  se necesita ser muy bruta, muy descerebrada  para suponer que alguien se iba a comer semejante  cuento tan chimbo; la víctima se comió un perro, salió a correr como un loco, se cayó al caño, y zas,  desapareció; y todas las demás estupideces que dijo… Caso  contrario  sucede con la consabida  versión de los testigos,  que hasta para el más desprevenido  es obvio que  tienen fuertes inconsistencias.

Cerraron el paso a las pruebas fehacientes, irrebatibles,   y dejaron pasar tres testimonios  que,  de seguro, los abogados de las acusadas desvirtúan  en par voliones. A ese paso podremos decir, una vez más, ¡que viva la impunidad! La justicia de este  país, hasta sus más altas esferas, es corrupta, sobornable, una completa  mierda.

 

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