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No sé ustedes, pero lo que soy yo  no sé cuánto diera por vivir en el País de Santos, en el país de Santos todos los días baja el desempleo, todos los días no sé cuántos miles y miles salen de la pobreza.

En cambio en el  otro, en el país del tal paro,  familias enteras pidiendo  plata en los semáforos; y al bus, cada diez cuadras, encaramándose   un rehabilitado, un mendigo diferente  a pedir limosna o a vender algo. Un país en donde la gente vive inconforme, en donde la plata no alcanza, la gasolina es cara, las deudas son impagables, en donde sólo un exclusivo,  y muy reducido,  grupo de privilegiados vive bien;  de resto, pobreza en el campo, pobreza en la ciudad, y  lo peor, no hay empleo.

En el país de Santos, por el contrario,  se han creado 2.300.000 nuevos empleos, cada mes 150.000 personas dejan de ser pobres… y no sé qué cuántas otras bellezas más.

En el país de ensueño, o país Santos,  todas  son buenas noticias, todo es progreso, desarrollo, equidad,  indicadores positivos, en el país de Santos todos estamos bien,  la salud funciona, la plata alcanza,  los sueldos son de lujo… no es por nada, pero todo es tan bello e ideal.

 

¿Cuál es el problema entonces? Que la es gente es boba, y  se pone es a fiarse de la realidad, en lugar de creer en lo que dice el presidente.

¿La solución? Creámosle  al hombre, si él dice que el país va bien es porque va bien, si dice que la plata alcanza es porque alcanza.  «Es que no tengo empleo», olvídese,  sí tiene, si el presidente  dice que usted tiene empleo es porque así es,    créale hombre, no sea terco. Él es el que sabe, él es el Presidente de la Republica, no usted.

 

Además, ¿por qué tendría que decirnos mentiras?, ¿qué interés tendría en  hacerlo?, ni porque tuviera  intereses políticos, o estuviera  en plena campaña de reelección… «Pero es que…» Pero  es que nada,  él ha dicho que no está campaña, y no está, créale, deje de  ser tan pesimista y resabiado.

 
Más bien, vámonos por la fácil, y,  al igual que lo hace el personaje este del que les hablo con la situación del país,  hagámonos nosotros también los de la vista gorda con nuestros problemas y miserias.

 
Si la terapia del hombre es pararse todas las mañanas de frente  al espejo a decir:  «el país está bien», «la gasolina es barata», «la gasolina es barata», «la guerrilla no miente», «la guerrilla quiere la paz», «aquí no hay pobreza», «este gobierno es justo», «aquí no hay desempleo», «yo no tartamudeo…»,  y creérselas;  haga usted, amigo ciudadano, amigo campesino,  lo mismo. 

 
Así las tripas le crujan del filo que tiene, diga:  «no tengo hambre», «me acabo de comer tremendo filete de robalo»;  ¿lleva de dos años sin empleo?, diga «tengo empleo», «un muy buen empleo, en donde me pagan un mundo de billete…» Y así como lo hizo con el tal paro, hágase usted también sendos pajazos mentales y  llame a sus problemas de la misma forma:  «la tal miseria», «la tal gasolina cara», «el tal costo de vida por las nubes»,  «el tal desempleo ese»…

Y cree  en su mente un  país,  siquiera  parecido,  al fabuloso país de Santos.  

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