Quien aún hoy no hace parte de una minoría, o de un grupo vulnerable u “odiado” está jodido.
Y es que una vez logras ubicarte en el papel de víctima estás hecho. A partir de ahí todo es ganancia. Cualquier crítica o reclamo es considerado como un acto de fobia o de odio en tu contra y puedes hacer lo que te pegue la gana. Para la sociedad te conviertes en una especie de intocable y hagas lo que hagas siempre te van a quedar debiendo.
Vean no más a los israelís, hacen lo que se les antoja con sus vecinos, los bombardean, ocupan sus territorios, y pobre de aquel que se atreva a reprocharles algo, ahí mismo lo califican de antisemita y le restriegan que hace 80 años Hitler se ensañó con ellos. Como si nosotros tuviéramos la culpa. Como si aparte de esa no se hubiera cometido otra injusticia en la historia de la humanidad. En fin, le han “sacado todo el jugo” que han podido a su tragedia, y se apropiaron del papel más ventajoso de esta sociedad, el de víctimas.
Innegable, estamos bajo la dictadura de los vulnerables y de los perseguidos históricamente. Serlo ya no constituye ninguna desventaja, todo lo contrario, es lo mejor que te puede pasar.
Es por todo esto que, como man locho y representante oficial del CML, Colectivo de Manes Lochos, he empezado a adelantar gestiones y a hacer lobby para que la pereza sea considerada una discapacidad, y/o un trastorno mental, y los perezosos seamos declarados población vulnerable.
Para tal fin, y muy juiciosos, hemos estado recopilando ofensas, malas palabras, burlas acometidas en nuestra contra, y así poder aducir que durante años nos la han montado, que el bullying ha sido ancestral, y que la persecución y los ataques en nuestra contra han sido sistemáticos.
Las mujeres alegan que por ser menos violentas que los hombres un mundo dominado por ellas sería más pacífico, pues bien, contragolpearemos y reclamaremos el poder con un as bajo la manga: nunca en la historia de este planeta un perezoso ha declarado una guerra. Que pereza madrugar a invadir otro país o trasnochar bombardeándolo. En la guerra no se puede “pegar el ojo” y eso para un flojo es fatal.
Sigamos, una vez con nuestro combo de frescos alcancemos la personería jurídica, y la sociedad nos reconozca como tal, vamos a empezar a exigir derechos a la lata, y a reclamar porque en todos los puestos de privilegio sea nombrado uno de los nuestros. Legislaremos a nuestro favor y reclamaremos por temas como: Los lochos ganamos menos, y tenemos un techo de cristal que nos da pereza romper. ¿Por qué no hay gente floja en los altos cargos, o porqué este año ningún locho fue nominado a los Oscar?… En fin, vamos a sacarle todo el provecho posible a nuestra condición.
Pero antes, precisamos de un acontecimiento emblemático, un hecho que los periodistas califiquen de desgarrador y que nos permita argüir que fuimos víctimas. Un evento que podamos celebrar de cuando en cuando y en el que se conmemore un acto de violencia en nuestra contra, algo así como “la noche de los bostezos rotos”.
Imagino algo como esto: Corresponsal: “Estamos aquí, cubriendo en vivo y en directo, siendo testigos de horror de como miles de buenos para nada están siendo violentados, sacados a esta hora de la madrugada de sus camas y de debajo de las enaguas de sus mamás por un grupo de radicales. La asonada se está agudizando, los están bañando con agua helada y se los están llevando obligados y a rastras a trabajar”.
Vamos a exagerar, si nos despiertan a las 5 am vamos a decir fue a las 3 am. Si fuimos mil vamos a decir que fuimos 2 mil. Y para que el recuerdo se conserve fresco en la mente de todos y poder seguir exigiendo a partir de ahí, y cuales judíos, vamos a estar filmando películas sobre el tema, y recordándolo a cada rato. “Hoy se conmemoran 3 días de aquella ignominia, mañana 4, pasado mañana 5…”
Y así como hoy nadie se atreve a burlarse de las mujeres, los gays, o los negros, como si ellos fueran los únicos que merecieran respeto, así mismo aspiro a que suceda con nosotros. Estoy cansado de que las mujeres me rechacen y se rían en mi cara por ser un don nadie. De ahora en adelante rechazarle una cita o rehusarse a “ir a la cama” con uno de los nuestros será considerado discriminación. No importa si nos rechazan por gurres, mantenidos, o porque simplemente están en todo su derecho, la ley siempre fallará que fue por nuestra condición, y para la opinión pública quedará como un acto de odio y discriminación. La condena social va a ser tan despiadada que nos van a empezar a dar gusto y la razón en todo.
Si en los comerciales se debe incluir siempre a una mujer de raza negra -preferiblemente con corte de cabello afro- , y en las películas siempre las ubican en el rol de mami, de femme fatal, así mismo presionaremos para que en cada película se incluya a un don nadie en el rol de don Juan, y de héroe.
Y a todo el que no esté de acuerdo con nuestro cómodo estilo de vida lo declararemos perezofóbico, acuñaremos el término y a denunciar se dijo. Esta nueva fobia, la perezofobia, – odio irracional a los lochos y perezosos- va a ser calificado como el más abyecto de los delitos. Y esto es apenas el comienzo, poco a poco vamos a ir abriendo nuevas subcategorías: “gurreofobia” “ruinobofia”: fobia de las bonitas a intimar con manes gurres y que no tienen ni dónde caerse muertos. Estamos seguros de que con todo esto nos va a ir del carajo y vamos a empezar a vivir sabroso.
Vamos a delicarnos por todo. Y lo que logremos de aquí en adelante, más que por nuestro talento y esfuerzo, va a ser por nuestra condición de “desventaja”. La gente le va a tener tanto pavor a criticarnos, y a llevarnos la contraria, que, al igual que “yo no es que sea racista, pero…”, va a exclamar: “no es que sea lochofobico, pero… ”, como preludio a cada comentario negativo o critica en nuestra contra.
Cada que a alguno de nosotros lo sancionen, al carajo si es por algo justo, nos pondremos salsas, alzados, saldremos a protestar, a hacer bulla, a enseñar las tetas – bienvenidas las féminas que quieran unirse a nuestra causa – a arengar que estamos siendo perseguidos, revictimizados, y que todo es un vil ataque por nuestra condición. Crearemos nuestro propio logo, slogan y bandera.
Eso sí, tendremos especial cuidado de cargar siempre con nosotros el arma más letal con la que puede contar un vulnerable: un teléfono celular con cámara. Así que no se les haga raro si el día menos pensado sale a luz pública una situación como esta: Un haragán a punto de hacer conejo, de esfumarse de un restaurante sin pagar, cuando, de manera respetuosa, la mesera lo aborda y le pide el favor de que cancele la cuenta. Quién dijo miedo, el don la encara y, no sin antes haberla empezado a grabar, le pregunta si lo está discriminando. “No, no, señor -responde ella “muerta” del susto -, cómo se le ocurre, es más, no sabía que usted…”
“¿Cómo así – pregunta el locho abriendo sus ojos como si le fueran a echar gotas -, se está usted atreviendo a negar el holocausto zángano?”. “No, no, señor, de ninguna manera – responde ella aturdida e intimidada y cruzando los dedos para que al energúmeno ese ni se le ocurra preguntarle a cuántos emparamaron la noche de los tales bostezos, porque no tiene ni p… idea, y eso sería una causal más de agravio -, es solo que…” Para no alargar más el cuento, les resumo, a la mujer la echan del trabajo y el muy fresco se va sin pagar lo que se comió. Fin de la película.
La pastilla a la que, supongo, usted hace referencia fue diseñada tratar otro tipo determinado de calvicie, la alopecia areata. La única «solución» para la alopecia androgénica es el injerto capilar, que no es una solución sino un tratamiento quirúrgico que no elimina la causa. Igual, gracias por la sugerencia.
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Una nota al margen don Jorge: Debe cambiarse su seudonimo, ya parece hay una cura comprobada contra la alopecia. Me parece muy interesante su articulo, ahora la forma mas expedita para sobresalir y obtener beneficios, es declararse victima y generar compasion, pena ajena, o verguenza. En realidad, siempre ha sido asi, por algo siempre han existido los limonsneros y vividores, solo que con el auge de las redes sociales, estas actuaciones se viralizan y se vuelven costumbre.
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