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No puedo dejar pasar este tema del agua sin preguntarme: ¿y si hubiera sido Petro el que como alcalde hubiera tenido que decretar el racionamiento?

Los grandes medios de comunicación lo estarían desollando vivo. Estarían calificando la medida de improvisada, anti técnica, nefasta, autoritaria, tercer mundista, y propia de un gobernante mediocre e inepto.

Peñalosa estaría reventando el twitter reclamando que a Petro le falta gerencia, ejecución, y argumentando que el problema del desabastecimiento del agua se soluciona con más Transmilenio.

Estarían comparando a Bogotá con la Venezuela chavista, y alegarían que estamos peor que la Guajira.

Los grandes medios tendrían corresponsales regados por los barrios más pobres reportando en vivo y en directo la tragedia que han tenido que padecer miles de bogotanos de bajos recursos. Transmitiendo y actualizando recuentos pormenorizados y en tiempo real de los hospitales y albergues colapsados, y de los niños y ancianos afectados. Estarían invitando a marchar y a revocar a este gobierno “asesino” y “genocida”.

Y ni imaginar los titulares de la prensa: “miles de bogotanos han tenido que ir a trabajar cochinos”. “ Petro nos tiene oliendo a feo”. “Petro desató un caos sanitario”. “Petro nos quiere matar de sed”. “ Que retroceso, volvimos a los aciagos años 90”. “Petro nos expropió las duchas”. “Así empezó Chávez”. “Petro hirió de muerte a Bogotá, pero la ciudad no puede llorar por falta de agua”.

Lo estarían culpando del nivel de los embalses, y acusando de estar deshidratando a los más necesitados. “Si durante la toma del palacio de justicia Petro, aparte de guerrillero, hubiera sido alcalde no hubiera habido agua para apagar las llamas. ¡Que horror!”. “¿Qué decirles a los que dicen que usted cortó el suministro para crear caos y así poder reelegirse?”

Pero como el que la tomó fue un consentido de las élites y de los medios, entonces la califican de medida brillante y pedagógica. Y hasta le celebran un chiste flojo como si fuera la gran genialidad.

Basta ver un par de entrevistas en un gran medio tradicional para notar la lambonería, la imparcialidad y la pleitesía hacia este caballero. Lo abordan con respeto. No lo contradicen ni lo interrumpen, tampoco lo miran rayado. Es tal la admiración que le profesan que hasta le hacen ojitos y lo escuchan con la boca abierta, como si se tratara de un reputado científico o de un sabio. Con actitud pedagógica, le piden qué explique una y mil veces la misma tontería – los horarios de racionamiento, qué días va a dejar sin agua a los unos, qué días va a dejar sin agua a los otros – como si se tratara de la cosa más compleja e ingeniosa del mundo. “Alcalde, ¿cuándo, cómo, dónde, cuéntanos qué estabas haciendo cuando se te iluminó el coco, y se te ocurrió tamaña genialidad?”

Que sea una medida necesaria no implica que haya que celebrarla o que dé para hacer fiesta; mucho menos le quita lo simplista, impuesta, y el hecho de que fue tomada a la carrera. Pero como, repito, pertenece a la rosca, y a una de las pocas familias que, según ellos, saben, pueden y deben gobernar – al resto las sabotean y se lo impiden -, los periodistas están encantados con la medida. Constantemente nos invitan a apoyarla, a estar del lado del gobierno y a trabajar todos unidos. Y la presentan, no solo como un juego divertido y didáctico fruto de una planeación rigurosa y académica, sino como una oportunidad para tomar conciencia, para reconocer la importancia de racionar, para reencontrarnos con nuestro yo salvaje y sacar a pasear ese europeo que todos llevamos dentro.

Qué oportunidad ni qué ocho cuartos, que a uno le quiten el agua -sea Petro, Galán, Peñalosa, Pastrana, Pardo Koppel… – es un problema, nos conduce a una situación incómoda y precaria. Ahora, si a partir de aquí vamos a empezar a considerar como una oportunidad cuanto percance y tragedia nos ocurra, empecemos por recordar lo que ocurrió en el 2012, no como el caos de las basuras – como se cansaron de llamarlo-, sino como una oportunidad para entender…  qué sé yo, lo puercos que somos, o la cantidad de desechos que producimos. Y el día que en este país haya hambre, como una oportunidad para hacer dieta. Y bauticemos desde ya a la Guajira y al Chocó como tierra de oportunidades y avances.

¿A esto se referían con ejecutar, gerenciar, con ser gobernados por un equipo técnico y preparado? ¿En qué se diferencian estas medidas a las tomadas por Claudia López, o el mismo Petro y que no se cansaron de calificar de mediocres e improvisadas? ¿Para eso van a estudiar a Harvard, Columbia o George Town, para venir después aquí a cortar el agua y a cambiar el horario del pico y placa? Porque esto último es todo lo que ha propuesto este genio respecto al tema del desastroso tráfico en Bogotá.

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