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Uno de los sueños de cualquier hombre en sus cabales es que la novia sea una mujer así como las que salen en la revista Soho o en Don Juan. Por supuesto yo no soy la excepción. O era, hasta que lo pensé bien. Claro, si un hembronón de estos me pide que tengamos algo y yo ando soltero, yo le jalaría, ni tarado que fuera. Como le dijeron a Petro: «Pues alcalde, a la de pelo negro le hago, sin mente». Pero eso sí, la hago rogar un poquito para que no se me note el hambre.

Les voy a explicar por qué creo que puedo ser la excepción: Una mujer así, escultural, pasada de buena, me despertaría todo tipo de malos pensamientos, de bajos instintos. Pilas, no me malinterpreten, no estoy en contra de los malos pensamientos. Qué rico dejarse llevar por los bajos instintos. El problema es que una mujer así, no me despierta malos pensamientos a mí, también se los despierta a TODOS los demás.

Fuente: http://bit.ly/cf82Kp

Fuente: http://bit.ly/cf82Kp

Nombe, qué jartera andar con un hembronón de estos por la calle. Uno siempre se imagina que al caminar con estas mujeres uno saca pecho y camina orgulloso siendo la envidia de los demás. Pero créanme: eso no pasa. Por andar espantando buitres, perros y hienas, uno no tiene tiempo de sentirse orgulloso. Mejor dicho, toca es andar con bate en mano. Y es que si uno sólo generara envidia, vaya y venga. Rico que a uno le dijeran: «Caray, señor Gamboa, me muero de la envidia por semejante mujer con la que anda». O los transeúntes murmuraran entre sí: “Con una mujer así yo me caso”, “Con esa nena lo que menos hago es pelearle”, etc. Pues no. Desengañémonos, carajo.

Cuando tienes una novia cochinamente buena, los amigos no te dicen “marica, su novia es muy muy linda, lo felicito”. ¡NO! Si vas caminando con ella por la calle, justo pasarás frente al edificio en obra, en pleno medio día donde todos los obreros estarán sentados en lo que será la portería del edificio, o en su defecto jugándose la final de fútbol Rusia – Kazakhstan. Y eso es como las palomas, que cuando una ve comida todas llegan. “UUUUUY MAMIIIIITAARRICAAAAA, QUIEN FUERA BIZCO PA VERLA DOS VECESSSS”, “C-SSSITA RRRICA!! YO ME LE COMERÍA EL PERRO CON TAL D’ENTRAR A SU FAMILIA!!”. OK, yo estoy siendo decente. Todos sabemos que los obreros son un poco más explícitos. Por ahí leí uno que decía “Yo soy British Petroleum porque quiero perforarte hasta que te derrames” o “Yo soy British Petroleum porque me gusta derramarme sobre las sardinas”. No los incluí porque dudé si los obreros conocen la British Petroleum. Humilde opinión.

Sin ir tan lejos, cuando uno va a una reunión de amigos y llega con LAAA viejota, nadie te va a saludar con cortesía, sino con rabia. Los más cercanos y decentes luego de saludarte te llevan a un lado y te dicen: “Marica, ¿ya se la comió? ¿Qué tal tira?”. Otros ni siquiera te apartan sino que te lo preguntan frente a ella. De quinta, pero son amigos. Desgraciados.

PocahontasEn fin, yo no quiero eso para mí. Qué jartera. No disfruta uno por andar espantando chulo. Obvio, es diferente con los traquetos porque ellos sólo tienen que decir “¡Care-cuchillo! Llame al ‘Changua’ y dele piso a ese man que está jodiendo a Mayerli”. Y ya está. Breve. Lo que pasa es que yo no tengo espíritu de traqueto. Yo soy de los que más bien procuran hacer respetar mi novia, sin embargo hay casos imposibles así que seguramente terminaría encendido a golpes con medio bar. Y yo mis clases de Jiu-Jitsu las dejé hace rato.

Yo prefiero una mujer normalita y terrenal. Una mujer con cerebro que me rete intelectualmente. Yo quiero una mujer que me enamore por su forma de ser y que se deje enamorar, que sea romántica como yo. Una que sonría cuando se despierta a tu lado. Una que por las noches te abrace cual garrapata y disfrute tu compañía. En la que se pueda confiar porque sabe que es para uno. Una con la que pueda hablar durante horas de cualquier cosa y reírme como enano (juemadre, no puedo evitar pensar en cómo se ríen los enanos. Nada que me sacan de la duda).

Una mujer con la que los comentarios no tengan que ser explicados (qué vaina tan aburrida tener que explicar los chistes… como que toca andar con el tarrito de Play-Doh a mano). Creo que una de las cosas más importantes de una relación de pareja es la conversación. Cuando uno es viejo sale barriga y se cae el pelo. A ellas se les caen las tetas y pierden la cintura. Pero si uno sigue hablando con la misma emoción y pasión tiene el paraíso en casa. Un consejo muy sabio y popular es buscar como pareja a alguien con quien puedes pasar mucho tiempo hablando. Al final eso es lo que queda.

Quiero una mujer con la que pueda irme de rumba y gozarme completamente la noche, pero también tomarme un café tranquilamente y llegar igual de feliz a mi casa. El plan es lo de menos, la compañía es lo de más. Me atraen las mujeres que saben lo que quieren y no se andan con rodeos. Me alejo un poco de las que todo el tiempo dicen «es que no sé». Me gusta que sean consentidas porque soy consentidor, pero que consientan porque también soy consentido, solo que hay momentos para todo, para ser y para no ser. Hay que medirse. El ser consentido es algo que no se puede aparentar porque sale al revés.

Claro, no soy tan mentiroso como para decirles que el físico no me importa. Los que me conocen bien, saben que desde siempre me han gustado las mujeres bien latinas, con sonrisa que enamore, sobretodo las de pelo negro, largo y liso, como siempre lo he dicho. El sabor latino me encanta.

En fin, no pido mucho, ¿cierto? Y si creen que estoy soñando, les juro que sí existen. ¡Yo las he visto! Y los que me conocen bien saben que me la merezco. Y creo que ya la conseguí. ¡Ja!


Actualización: Los que me han leído antes saben que me gusta narrar las cosas de una manera divertida, relajada y de alguna manera satírica. Aunque los temas sean serios y profundos, la idea es que se diviertan leyendo tanto como yo escribiendo. Ahora, claro que cualquier tema puede tener un fondo, digamos, serio. Si hablo del alcalde, es un trasfondo político y se indignarán los petristas. Si hablo del Papa, puede que se indignen los mahometanos, luteranos, o me manden una carta desde El Tibet. En este caso, el trasfondo es social y, si se quiere, antropológico: A los hombres nos gustan las mujeres caderonas, tetonas, con boca sexy, etc. etc. Eso no tiene discusión. A las mujeres les gustan los tipos «malos», los que rompen el plato y no lo niegan, los que son perros, etc. Es naturaleza humana.

Aunque la mayoría están de acuerdo con lo que dije, algunos me han hecho notar que estoy generalizando y no puedo decir que las mujeres bonitas son brutas. Tienen toda la razón. Hay mujeres muy lindas e inteligentes. Muy. Es por eso que escribo esta actualización. Y cuando digo que me rete intelectualmente no estoy diciendo que me ponga a presentar el ECAES o me pida el ICFES. Todos sabemos que hay conversaciones muy interesantes, y cada quién tiene sus temas: a algunos les gusta hablar de cine, de política, de economía, de anatomía del pingüino. Entre gustos no hay disgustos. Yo no quiero que me hablen técnicamente y me expliquen cuál es la reacción química del beso, porque se pierde el romance. Lo que quiero de mi pareja es que podamos hablar de muchas cosas sin cansarnos.

Ahora, si criticamos el tema de los estándares de belleza, como sociedad estamos mal, tampoco lo podemos negar. La cultura traqueta ha trastocado muchos aspectos en Colombia. Por ejemplo, esa marca de carro es traqueta (por ahí pasaron las «burbujas», los Mazda 6). Esa vieja seguro es prepago. Y así podemos dar chorrocientos mil ejemplos. Las novelas de moda son sobre traquetos, para no ir más lejos. Clichés hay de todo tipo y sí, yo satirizo y caricaturizo la situación de tener una mujer absurdamente llamativa. (Luego escribiré algo similar con la plata: Ser famoso no es tan chévere, uno no puede salir en chanclas a carulla porque le caen los paparazzi).

Entonces mi mensaje final es el siguiente: 1. No se lo tomen tan en serio, es una sátira. 2. No quiero decir que las mujeres «bonitas» son brutas. No. Hay mujeres hermosísimas que son muy inteligentes. Les tengo muchos ejemplos, pero solo mencionaré a mi novia, con quien estoy feliz y espero estarlo toda la vida (igual, las relaciones se construyen todos los días). Por otro lado, a los tipos que viven en el gimnasio levantando pesas todo el día también los catalogan de brutos o superficiales. Y no los ven acá rasgándose la lycra indignados. Este es un mundo de clichés.

La conclusión, así, en negrilla, es que lo importante no es cuáles son las medidas de ella, ni cuántas piscinas haga él sin descansar. Lo importante (para mí) es que la pareja sea alguien con quien se pueda compartir mucho tiempo hablando, con quien se pueda uno divertir jugando XBOX, jugando cartas en la sala de la casa o saliendo de rumba, da igual. Con quien uno pueda irse de paseo a la finca o pueda jugar té canasta con las tías y la abuelita. Qué rico uno poder hablar toooooda la noche con esa persona y no cansarse. Que si está buena o no, ya es otro tema.


Entradas anteriores: «Sal con alguien valiente«, «Le pasó a un amigo: La tenista«, «Si a Bogotá no hubiera llegado Petro«.


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