Como pocas veces, el técnico se mostró hastiado. Y con razón. Luego de miles de chismes, de una opinión descalificada y de juicios abusivos, los colombianos tuvimos que ver la despedida de Pékerman en una rueda de prensa fría, injusta con su legado. Se fue el técnico que...
Bogotá
Por: Javier Alexander Borda DíazPor momentos superamos algunos de nuestros peores males, pero en nuestro ADN aún permanece una voluntad penosa.
De nuevo el mundo nos pone a especular fantasías. No se trata hoy de tener un país en paz sino de prever, como el más soñador de los hechiceros, en una selección Colombia capaz de llegar a la final de un Mundial, lo que sería el final de nuestro mundo.
Nos toca recurrir a todo en estos momentos. A la fe, a la esperanza, al técnico, a los jugadores, al equipo, a la hinchada, a la energía y a la esperanza. Quizás este texto pueda ayudar.
El hincha se envalentona y pavonea cuando su equipo gana. A veces, hasta humilla. Lo ridículo es que ese mismo que se burla del mal ajeno se esconda o se moleste cuando pierde.
Varias cosas difícilmente cambiarán: los hinchas de Millonarios vociferarán reclamos, los colegas periodistas dirán que el campeonato es mediocre pero emocionante y veremos al menos un gamín vestido con camiseta de fútbol y puñal.
Es bueno reconocerse a sí mismo. Por eso, Santa Fe debe saber que su hinchada defrauda y Millonarios, aceptar que hace rato dejó de ser el mejor equipo de Colombia.
Algunos casos que hemos visto en los últimos días son simplemente infames.
Los adultos estamos viciados, a diferencia de los pequeños que ven el fútbol sin prejuicios ni reproches. Lo acabamos de comprobar en Colombia, cuando un niño despertó nuestro asombro en plena cancha del estadio El Campín.
Sale Hernán Peláez, entra César Augusto Londoño. Lo que marcará el suceso del programa radial será aferrarse al poder que tiene la anécdota en el fútbol, más que la simple noticia.