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Laura AmayaPor: Laura Amaya Meneses

El temple y el coraje del pueblo venezolano trascenderá en los renglones de la historia, cuando se hable sobre el desmoronamiento de una revolución y el ocaso de un déspota.

Las imágenes tomadas durante el evento Venezuela Aid Live, en el que se esperaba recaudar más de 100 millones de dólares, de los cuales solo se recaudaron 2,5 millones; la fallida entrega de ayudas humanitarias, la cual fue boicoteada por las fuerzas armadas bolivarianas; y la ruptura definitiva de las relaciones políticas y diplomáticas con el vecino país, evidencian el punto más tensionante entre Caracas y Bogotá.

Después de estos hechos, más las sanciones económicas ya en curso y las diversas acciones diplomáticas que han tratado de cercar al autoritario gobierno de Nicolás Maduro, el panorama nos deja diversos interrogantes. El primero, ¿será que ha comenzado el principio del fin de una dictadura que persiste en esconderse bajo la estela de socialismo?

El segundo gira en torno a una posible intervención colombo-americana a Venezuela, con el objetivo de restablecer su orden democrático; el tercero, nos lleva a cuestionarnos si la magnitud de la crisis habrá sacado de los brazos de Morfeo a Latinoamérica para que esta de paso a una verdadera integración regional; y finalmente, un cuarto interrogante, ¿cuáles son los verdaderos intereses de las grandes súper potencias en el tablero regional?

Las respuestas no son tan simples y mucho menos exactas. Las declaraciones del presidente Donald Trump sobre el posible envío de 5.000 soldados americanos a Colombia creó un ambiente de inquietud en la comunidad internacional, y algunos medios de comunicación jugaron su rol al generar especulaciones sobre una posible solución bélica a la crisis.

Por su parte, en Colombia, algunas corrientes políticas y gran parte de la ciudadanía manifestaron su apoyo con un estremecedor Hashtag el cual se hizo tendencia en las redes, este fue #IntervenciónMilitarYA.

No obstante, el Grupo de LIMA, principal instancia multilateral opositora al autoritario gobierno de Maduro, recalcó en su última declaración realizada desde Bogotá el pasado 25 de febrero, su convicción en que la transición al orden democrático debía ser conducida por los propios venezolanos, de manera pacífica y en el marco de la constitución. En efecto, optar por la otra vía daría lugar a una dramática catástrofe para ambos países y el continente entero.

En ese sentido, la alianza que se ha tejido con Estados Unidos y el presidente interino venezolano Juan Guaidó, la cual es llamada como “cerco diplomático” por el presidente Iván Duque, evoca en sí misma la regla de oro en la resolución de conflictos a nivel internacional, una solución pacífica y transicional. Asimismo suscita aquella hermandad casi siamesa que compartimos con Venezuela en nuestros casi 2.219 kilómetros de frontera.

Por otra parte, si bien la región se ha manifestado de manera activa, libre y soberana, con algunas excepciones, frente al compromiso de darle un giro real a la crisis, la integración de esta es un factor crucial a tener en cuenta en la ecuación. En el continente se respalda de manera mayoritaria una política de respeto a los valores que exhorta el modelo democrático, por ello hubo un reconocimiento de más de 12 países de las Américas al gobierno interino de Guaidó.

Es así como se reviven dos de las más antiguas falencias para consolidar una verdadera articulación latinoamericana. En primer lugar, el exceso de soberanía donde cualquier tipo de regulación supranacional o reciprocidad es tomada como injerencia y en segundo, los vaivenes ideológicos, ya que estos no permiten una continuidad en el manejo de la política exterior.

En la actualidad vivimos en un mundo poliédrico, donde el control y el ejercicio del poder no lo ostenta un hegemón o una superpotencia. Desde Washington, Moscú o Pekín no se pueden resolver por sí mismo los problemas que surgen a nivel global. De manera que comprender sus intereses resulta crucial para interpretar el nuevo orden mundial.

Los aliados más relevantes de Caracas son efectivamente Rusia y China. No obstante, la relación con Putin es mucho más estratégica que la que podría tener con Xi Jinping, la cual tiene un carácter  económico. En la última sesión del Consejo de Seguridad de la ONU se revelaron algunas cartas del tablero, y los rusos buscan generar contrapeso a Estados Unidos.

Por su parte, el gigante asiático es bien conocido por su pragmatismo en las relaciones internacionales, pero la firmeza con la que ha defendido a Maduro da una clara muestra de sus elevados intereses económicos. Pekín es el principal acreedor del gobierno venezolano, donde el petróleo y los altos préstamos resultan claves para abogar por sus propios activos. No obstante, es importante recalcar que no se debe permitir que estas potencias, a razón de sus intereses geopolíticos en la región, lleguen a encendernos la pradera, las consecuencias serían devastadoras para nuestros países.

Para concluir, responderé el primer interrogante y eje central de este artículo. La ausencia de diálogo y la ruptura de canales de comunicación con Caracas sentencian a Maduro a un aislamiento que dará origen a los últimos días de su régimen. Es un momento de inflexión en el que hay que dejar de analizar los derechos humanos desde el filtro de la ideología. Ha llegado la hora de que la postura del Grupo de Lima, de Guaidó y la oposición internacional a Maduro avance en la coordinación de planes estratégicos democráticos y pacíficos, con el noble objetivo de darle todo el apoyo al bravo pueblo de Venezuela.

Twitter: lau_amaya28

 

 

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