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yolima-gomezPor: Yolima Gómez

Culpar a los “indisciplinados sociales” ha sido la manera más fácil y simplista de abordar el problema de los contagios en la Costa Caribe colombiana, y en esa corriente hemos caído todos como colectivo social, y lo más grave, las personas que representan la institucionalidad.

En consideración a que el tema es inquietante y no hay consensos, les invito a leer y a escuchar a dos personas que, de manera particular me ayudaron a entender por qué la propagación del virus, no solo es por la “indisciplina social”, y cómo esta percepción solo conlleva a rotular una comunidad de personas poniéndolas en desventaja. Además, quita responsabilidades a las instituciones, y a sus gobernantes.

Alfonso Múnera, profesor de la universidad de Cartagena, exembajador, estudioso de las pandemias, y los contextos históricos y socioculturales, donde se han propagado. Julián Fernández, médico de la Universidad del Norte, doctor en epidemiología. Ambos con vasta experiencia y formación les confiere la autoridad suficiente para que gobernantes y ciudadanos empecemos a eliminar de nuestros imaginarios sociales que, en la costa caribe, la propagación del virus se da porque el costeño es fiestero, relajado y por tanto, sin disciplina.

¿Por qué el discurso de la “indisciplina social” no ayuda en tiempos de pandemia? El discurso de “indisciplina social” nos carga de culpa, no nos ayuda a hacernos responsables, desconoce los determinantes sociales que conllevan a determinados comportamientos, y limita la toma de decisiones de las instituciones.

El discurso de la “indisciplina social” reduce las acciones de las autoridades y se centran en disciplinar, vigilar, castigar. No posibilita generar responsabilidad y conciencia, lo cual es más difícil en estos tiempos.

El discurso de la “indisciplina social” refuerza estereotipos que con o sin pandemia son padecidos por las personas del caribe colombiano.

Ahora, pensemos: ¿qué implica la disciplina? “La disciplina implica aprendizaje, es el esfuerzo sistemático por conducirse con base en unas normas y se usa como uno de los elementos para distinguir el grado de maduración de una ciudadanía, es una cuestión civilizatoria: hay un mejor ejercicio de ciudadanía colectiva en la medida que hay una mayor disciplina social. Julián Fernández

En razón a lo anterior, ¿de dónde proviene la cultura ciudadana? la “cultura ciudadana” no nace del aire: un buen ciudadano es aquel que tiene un trabajo y un ingreso estable que le permiten ordenar su vida; si tiene que rebuscarse para asegurar el sustento propio o de su familia, no puede pensar en “forma disciplinada” porque la vida sencillamente no se lo permite. La disciplina supone un elemento de estabilidad. Julián Fernández.

Ahora, para comprender mejor, revisemos los determinantes sociales, que no contribuyen en el autocuidado, que han llevado a culpar a la gente por “indisciplinada social”:

Primero: las epidemias golpean a las personas más pobres. Agravada por la densidad poblacional, propia de la pobreza urbana. Muchas personas en pocos metros cuadrados, con una temperatura que supera los 30 grados. Sin acceso a alguno de los servicios públicos vitales: agua potable, electricidad, alcantarillados, gas… Mala alimentación, la población más pobre, consume si acaso, dos comidas diarias y de bajo porcentaje nutricional. Desinformación, carencia de información, o la falta de claridad con la que ésta fluye, que les permita actuar con prontitud y con conocimiento más certero.

Segundo: las epidemias incrementan los estados de angustia, el miedo, la ansiedad, la tristeza, la incertidumbre. Lo cual baja las defensas, haciendo más vulnerables los organismos.

Tercero: desconfianza histórica en la institucionalidad, que además crece desmedidamente. Como dijo Antanas Mockus, la pandemia desnudó el dolor social de nuestra querida Colombia.

Cuarto: baja percepción de riesgo. Considerar que no es tan grave el problema. A esto se sumó el mensaje alentado inicialmente por la institucionalidad: “todos nos vamos a contagiar de a poco…”Afortunadamente se corrigió.

Quinta: ruptura de la cooperación colectiva. La cooperación es propia de los barrios empobrecidos. Una solidaridad que se suscita por compartir las mismas necesidades.

Por todo lo expuesto hasta aquí, asevera Alfonso Múnera: “no tiene nada que ver con inferioridad, indisciplina o incapacidad de controlar los impulsos o las emociones que es la construcción mental que se ha hecho de los costeños”.

Y para finalizar, Además de las normas de control y medidas punitivas, establecidas, estos dos expertos recomiendan:

  • Fortalecer el valor de la solidaridad.
  • Crear estrategias innovadoras de prevención.
  • Promover medidas a largo plazo, es decir, mayor participación de los líderes comunitarios, un liderazgo articulado que promueva medidas, que transfiera medidas a la comunidad e identifiquen personas de alto riesgo. Para lo cual se necesita trabajo de personas en campo que conozcan las comunidades y sus liderazgos.
  • Estrategias de comunicación que dejen claro el riesgo de manera transparente, clara y en tiempo real.
  • Contratar y entrenar rastreadores de contactos.
  • Eficacia de las EPS.

Y, sobre todo, que nuestra clase política salga de su vanidad y de jactarse de la opulencia producto de la corrupción y de la reproducción sistemática de la desigualdad social, para que se dediquen a servir y a cumplir el mandato otorgado las urnas con transparencia.

Redes: @yolicampos

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