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Por: Luz Esperanza Álvarez Morales

Para los sectores progresistas y de izquierda, la histórica victoria en las urnas ha sido como una gran fiesta, de esas en las que se sobreestimulan y liberan neurotransmisores, y la serotonina parece no tener límite. Pero después de una gran fiesta siempre llega “el bajón” y puede ser proporcional en desaliento, desmotivación y maluquera general. 

No es un secreto que Gustavo Petro logró movilizar y canalizar amplias y diversas demandas sociales, incluso las que parecían contradictorias entre sí, no obstante algunas alianzas pudieron haber “sorprendido”, como el apoyo del Partido Conservador. De alguna manera, entre alas radicales, tibias, derecha, izquierda, tradición, renovación y un largo etcétera, el Gobierno se convirtió en una olla a presión cuya temperatura tendrá que ser regulada casi milimétricamente. 

En eso no ha habido mucho éxito. Aunque no comparto esa evaluación apresurada de los medios sobre el primer mes de Petro, sí considero que hay elementos que permiten identificar rutas y amenazas que, probablemente, acelerarán el bajón anímico y caldearán los ánimos lo suficiente como para generar en el siguientes semestre los primeros levantamientos sociales.

Una sopa de narrativas

Mensaje para las administraciones de la posteridad: antes de cualquier otra cosa, lo primero es sentarse y hablar. El Gobierno parece estar haciendo un trabajo de la universidad y de forma virtual, algo así como “cada uno haga su parte y después unimos todo”. El resultado ha sido una ola de confusión e incertidumbre, pero también de altas expectativas que no se suplirán en el corto ni mediano plazo. Los y las Ministras parecen en campaña y hacen que cada vez sean más difusas las prioridades y alcances del Gobierno.

 

Política de espectáculo

No es nuevo que Colombia está subsumida en unas dinámicas de espectáculo y desinformación. Ahora a los políticos no les da un ápice de vergüenza admitir que financian bodegas. El periodismo, que debería ser el centro de las evaluaciones y control político, terminó en nóminas paralelas, sirviendo al poder de una forma descarada, a costa de perder toda fiabilidad: saben que hay un grueso de audiencia a la que el criterio, la rigurosidad y la objetividad no le interesa. Los medios de comunicación están volcados —o derrotados— por la banalidad de las redes sociales: entretenimiento rápido, clics, información a medias, pero viral. 

La administración cae en el juego, o porque “gobiernan” desde Twitter o porque carecen de preparación en sus salidas al público. La primera práctica ha llevado a un ambiente de especulación porque en 160 caracteres toda idea queda incompleta; la segunda a que fragmentos y actuaciones sean descontextualizados, ridiculizados y viralizados. Seguimos en la peor de las pandemias. 

 

Gatear, caminar, correr

En la política, como en el amor, los afanes no suelen verse bien. En poco más de un mes ya estamos hablando de cuatro reformas, y más allá de eso, de cambios profundos en el país: el aumento en la gasolina, en impuestos, en el sistema extractivo, en combustibles y energía, en la legislación laboral, en la Policía, en la extradición, entre otras. Muchas ofertas, muchos campos por abordar, ¿es sensato hablar de todos y tratarlos todos al tiempo? Sí, queremos un Gobierno que trabaje, que actúe, que cambie; pero la olla está en la estufa.

La temperatura sube: no hemos terminado de entender el impuesto a los alimentos ultraprocesados y ya nos montamos en la discusión del FEPC, mientras se habla de gravar las pensiones (superiores a 10 millones de pesos), de retomar conversaciones con el ELN y las relaciones con Venezuela, de cambiar las reglas de la extradición y de la posibilidad de que Petro intervenga la CREG. 

 

Cortar cobijas

Tempranamente el Partido Conservador formó disidencias, ¿será que queda algo de ideología y decencia entre tanta politiquería y mermelada? Bueno, habrá que ver por dónde va ese “motín”. En todo caso, no está de más recordar que los partidos que se declararon de Gobierno podrán cambiar de opinión, así que no hay nada garantizado aún. La baja presencia de la Vicepresidenta no deja de llamar la atención. Los desacuerdos entre integrantes del Pacto Histórico (que se veían venir en esa colcha de retazos y que será siempre el gran reto de esta coalición), aún están bajo control, pero bajo la presión constante de la oposición y los medios, principalmente, quienes piden a cada integrante responder por las embarradas de todos. Es el costo político de la lista cerrada. 

 

¿Más rojo de lo que parecía?

Como se han llevado las relaciones internacionales no debería pasar desapercibido: desde el discurso de posesión y el guiño al sueño bolivariano, pasando por la invitación a Nicaragua y Venezuela de volver al Sistema Interamericano, la tan discutida ausencia en la OEA y el probable distanciamiento con Estados Unidos en un eventual gobierno republicano, son caldo de cultivo para un viraje en las relaciones comerciales en el mediano plazo. Guarden este artículo. 

En conclusión, urge hidratarse y bajarle a las revoluciones. Un levantamiento social en este momento sería de lo peor que podría pasar pues no hay forma de que salga bien: 1. La Policía no ha sido reformada, más allá de una trivial propuesta de uniformes; 2. Aún si estuviera reformada, aparentemente, no se puede omitir que las Fuerzas Armadas incluso han hecho llamados a la desobediencia y el levantamiento; 3. Con tantos cambios, ¿por dónde empezar a dialogar?

 

Igual que en el bajón: hay que calmarse y dejar descansar.  

 

Twitter: @LuzEsperanzaA

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