Por: Cristian Torres Rodríguez
Cada día los medios de comunicación abordan noticias, informaciones, hechos y comentarios que son publicados con una trascendencia descomunal aupada por la resortera de las redes sociales, de la cual surge la duda si en realidad son noticias que valen la pena abordar o si el periodista puede darse la licencia de pasar de largo con su criterio editorial.
Eso sí anotar, una cosa es la seriedad informativa que puede brindar un medio de comunicación con sus profesionales abordo que contrastan fuentes, pese a la originalidad ausente, y otra muy distinta es un escupitajo proveniente de una cuenta anónima de Twitter.
Sin embargo, la mayoría de los medios de comunicación tienen en sus páginas web, impresas, radiofónicas y televisivas, un tsunami de titulares que ahoga y confunde al consumidor primario y dicho sea de paso, que también confunde la seriedad de la que se ufanan los medios con la de millares de tuiteros.
Desde la academia se señala que el periodismo es un servicio social para la gente, que informa a la opinión pública, a la sociedad para que tome las mejores decisiones, que incluso, es tomado como eslogan por varios medios de comunicación, no obstante, a veces eso parece que no se cumpliera, porque hoy vale más el clic que el criterio y en ese congestionado tránsito de cibernautas haciendo clics en cualquier titular aunque ni exista noticia, se volvió negocio y produce lo contrario, desinformación.
Preguntas para los periodistas, ¿Todo lo que diga un político por estridente que sea es noticia?, ¿Es responsabilidad del medio de comunicación registrar todo porque sí, porque lo dice un político aunque sea mentira o, es necesario el filtro editorial?, más grave aún, ¿El periodista puede darse el lujo de pasar una declaración de uno de estos exóticos personajes sin contrastar fuentes? A veces parece que sí.
¿Dónde está la responsabilidad de informar al ciudadano de a pie? Gran parte de los medios hoy están secuestrados por los mitos y declaraciones de tamaño bíblico, se leen rayos deshomosexualizadores, propuestas de imponer cortinas de hierro en el Cauca, mentiras más espesas que los bigotes de Stalin y opiniones de políticos con tono de obispo aunque ellos mismos sean más perversos que el mismísimo Rasputín. ¿Todo hay que registrarlo?, ¿No será que al dar protagonismo a ciertos personajes, estos ganan réditos políticos con el favor de los periodistas para persuadir a incautos electores?
Más preguntas para los periodistas, ¿Acaso registrando mentiras se dice la verdad?, ¿Hay periodistas que cayeron en el juego de cuantas veces se diga la mentira se convierte en verdad? O ¿Los periodistas están siendo más ingenuos que los electores con la fábrica de propaganda a tantos impresentables?, para finalizar y desde otra arista, ¿toda fuente oficial es verídica? Los periodistas tienen la palabra.
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