Que tire la primera piedra quien no se ha comido una empanada en la calle.
El pasado 11 de febrero, un joven en Bogotá salió de su trabajo. Antes de abordar el bus de TransMilenio compró una empanada a una vendedora en la calle. Acto seguido, un policía le pide su cédula. Él la entrega creyendo que iba a revisar los antecedentes. La sorpresa fue grande cuando recibe una multa de $883.324 pesos por estar fomentando la invasión del espacio público.
El hecho se convirtió en noticia y la polémica por las sanciones al uso del espacio público se encendió. Hubo todo tipo de burlas y memes que se tomaron las redes. En el Congreso también recibimos la noticia con gran sorpresa. Personalmente, pienso que no es posible que se sancione de esa manera una actividad tan cotidiana como lo es comprar una empanada en la calle. Más aun, cuando el comercio informal es la fuente de ingresos de un 75% de los trabajadores en Colombia, según cifras del Ministerio de Trabajo.
Por esa razón, junto a otros compañeros congresistas, presentamos un proyecto de ley que busca modificar un artículo del Código Nacional de Policía para que nadie vuelva a ser multado por adquirir, recibir o comprar productos o servicios en el espacio público. En otras palabras; queremos asegurarnos de que nadie vuelva a ser multado por comprar una empanada en la calle.
De igual forma, le estamos dando un espaldarazo al Derecho al Trabajo. Colombia es un país de escasas oportunidades laborales donde los altos niveles de desempleo obligan a la gente a hacer cualquier cosa para subsistir. Y cuando hablamos de cualquier cosa, nos referimos también a la delincuencia. Esto no puede seguir ocurriendo.
Si se persigue a quienes se dedican al empleo informal, lo único que se va a conseguir es que los niveles de inseguridad en las ciudades aumenten. La idea del proyecto de ley que radicamos más de una decena de congresistas es, no solo evitar multas irracionales, sino darle un poco más de garantías a los trabajadores informales cuando la policía les haga un llamado de atención.
Como he dicho en reiteradas ocasiones, desde el Congreso de la República estamos tratando de entender cuáles son las necesidades y problemas del ciudadano de a pie para proponer soluciones prácticas, efectivas y funcionales. Hay proyectos e iniciativas que en el papel pueden ser brillantes, pero si no tienen conexión con la realidad nacional, su utilidad es nula.
Y digo lo anterior porque yo también he comido, no solo empanadas, sino chicharrones, ‘quibbes’, bollo limpio, dulce de coco, y demás delicias típicas de la gastronomía cordobesa en la calle. Algunas veces los mejores bocados solo se consiguen en la esquina. Disfrutar de estos placeres, que en muchos pueblos de la costa caribe son casi que tradición, no puede sancionarse como si fuera un acto criminal. Hacerlo es casi que represar nuestra cultura.
@ErasmoZB
Nunca he comprado comida en la calle. Sufro de colitis ulcerativa, soy casi anoréxico, y lo que ingiero es comida de extraterrestres. Yo sí puedo tirar la primera piedra, y quienes me conocen saben que nunca acepto ni compro comidas expendidas en la calle, y que difícilmente compro de un restaurante. Las excepciones a la regla sí existen.
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