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Es desesperanzador que en un país donde se pierden cuatro mil millones de dólares de recursos públicos, la guerrilla se pasea armada por una población para hacer proselitismo por la paz, los niños de la Guajira se siguen muriendo de hambre como hace años, las bandas criminales tienen azotado al pueblo como siempre y una larga lista de vergonzosos males; los funcionarios se caen por rumores y chismes de cama antes que por la corrupción que hoy día tiene en cuidados intensivos toda la institucionalidad del país.

Los espectadores dignos de sus payasos de circo, han comprado boleta en primera fila para el reality show más taquillero de los últimos tiempos. El audio porno -porque el video muestra poco- es la noticia más difundida del país, muy a pesar de que la audiencia se rasgó las vestiduras y lapidó en redes a la maléfica periodista que publicó lo impublicable, pero encantó tanto que hasta lo aprendieron de memoria y recitan con exactitud el tamaño de los penes costeños y los apartes que más morbo les causa.

Hace apenas un par de semanas, el Defensor del Pueblo también renunció por lo que al parecer es otro asunto de cama que no debería despertar con tanto fervor el interés nacional como sí la podredumbre de la que seguimos siendo testigos silenciosos. Y no es que invite a desconocer los delitos de acoso sexual y abuso de poder, de existir deben condenarse, lo que reprocho es cómo un pobre espectáculo, carente de argumento y lleno de sensacionalismo, acapare toda la atención de un público que está demostrando ser acrítico, hipócrita y fútil.

¿Qué diferencia hay entre lo que hizo Vicky Dávila con el video del hoy exviceministro Ferro y lo que al día siguiente hizo Blue Radio con la familia de Ferro en su cabina de emisión? Ninguna. Tanto se ha criticado a Vicky, a quien tampoco me interesa defender, por haber revelado un video que en nada aporta a la investigación de la Comunidad del Anillo pero que sí lesiona la intimidad de una persona, y resulta que al día siguiente el país se paralizó y convirtió en heroína a la esposa de Ferro por dar unas respuestas libreteadas por un muy asertivo estratega de comunicación en crisis, ignorando que así como Vicky nos metió en la sexualidad de dos hombres, Blue Radio nos metió en la intimidad de Ferro y su esposa. Un pobre novelón, insisto, que da cuenta de una audiencia consumidora de show, de espectáculo e inerme para la defensa de lo público, para el activismo serio y la crítica objetiva.

Como mejor que Vargas Llosa no lo puedo decir, lo cito, en una columna donde resume su libro: “La civilización del espectáculo”:

“¿Qué quiero decir con civilización del espectáculo? La de un mundo en el que el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal. Este ideal de vida es perfectamente legítimo, sin duda. Sólo un puritano fanático podría reprochar a los miembros de una sociedad que quieran dar solaz esparcimiento, humor y diversión a unas vidas encuadradas por lo general en rutinas deprimentes y a veces embrutecedoras. Pero convertir esa natural propensión a pasarlo bien en un valor supremo tiene consecuencias a veces inesperadas. Entre ellas la banalización de la cultura, la generalización de la frivolidad, y, en el campo específico de la información, la proliferación del periodismo irresponsable, el que se alimenta de la chismografía y el escándalo.”

Eso es lo que somos y aunque un poco de reflexión no baste, la esperanza es que pensar recurrentemente en esto nos invite a sentir un poco de lástima por nosotros mismos y a desear cambiar esa frivolidad que nos muestra como una sociedad carente de todo criterio.

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