Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.

Los cambios internos y externos en la política norteamericana se hacen cada vez más confusos frente al comportamiento habitual de la potencia mundial. Aun en un mundo unipolar, los Estados Unidos se encuentran inmersos en una crisis política y económica que pareciera estarlo destinando a disminuir o incluso, según algunos críticos, perder su liderazgo en el concierto internacional. Para añadir a la confusión, el gobierno del presidente Obama está enviando señales mixtas al mundo. Pareciera ser más agresivo en la guerra, como se ve en las acciones en Afganistán, que su antecesor, pero igualmente tiende la mano a los regímenes más violentos (Irán, Corea del norte) para abrir caminos de entendimiento.

En realidad lo que ocurre es una revolución sin precedentes en el pensamiento político americano. Internamente la división entre los partidos no podría ser peor, al punto de obstaculizar el progreso de reformas fundamentales con objetivos puramente electorales (hacer ver al otro tan malo que no debe ser elegido!). Obama logró a través de maniobras legislativas aprobar la reforma que posiblemente lo consagrará en la historia aun mas, dejando atrás el hecho de ser el primer presidente de Color en los Estados Unidos o haber obtenido un premio nobel de la paz y haber dirigido la nación en la crisis económica más grande desde la gran recesión de los años 30. Obama tiene grandes retos y planes por delante que virarán aun más la democracia y la sociedad americana a terrenos desconocidos para la superpotencia. El sistema de «Cap and Trade» para el cambio climático, las leyes de reforma a la educación, la inmigración y el libre comercio con varias naciones están en su agenda, cambios casi tan transformadores como la reforma de salud misma.

En el ámbito internacional Estados Unidos es un nuevo poder. Después de recibir una imagen destruida por la arrogancia del gobierno Bush, Obama se ha dedicado a enmendar relaciones, promover el dialogo y reconstruir alianzas. Sin embargo hay elementos que continúan inevitablemente en el mismo sentido ideológico de la era Bush. La guerra contra el terrorismo, léase Irak y Afganistán, las relaciones con la China y las presiones monetarias y de proteccionismo frente a la desigualdad de los valores de las monedas, entre otros aspectos. Aun así, los cambios también son dramáticos. Venezuela parece haber desaparecido del mapa de las prioridades de la política exterior. Irán está en el centro de esta política, pero con la diplomacia y las sanciones económicas como única estrategia viable, y con la decisión de que convenciendo a Rusia y a China sobre dichas sanciones es más importante que tomar acciones unilaterales. La nueva posición más critica con Israel y sus acciones para entorpecer la paz en el oriente medio, algo inimaginable hace apenas un par de años. La mano abierta al dialogo con el mundo árabe, Corea del Norte e incluso Cuba son medidas sin precedentes en la política exterior americana de los últimos 30 o 40 años.

Se ciernen también nuevos nubarrones en el futuro de la superpotencia: La guerra de las drogas ya está en el patio trasero y una acción decidida tendrá que tomarse para salvar a México de la debacle que eso representaría para la región. Venezuela es aun un agente desestabilizador en América Latina, y el apoyo a Colombia será aun más fundamental. En Asia, China continúa demostrando su interés de ser tratada como una potencia, aunque reconoce aun el liderazgo norteamericano. Irán busca usar la intimidación del poder nuclear para reafirmar su condición de potencia regional, pero la inestabilidad política interna podría llevar a la región a un conflicto de proporciones inimaginables. Irak, Pakistán y Afganistán luchan contra su inestabilidad política y miran a los Estados Unidos como su único elemento de apoyo para continuar con sus imperfectas pero nacientes democracias.

Estados Unidos parece seguir solo en su papel de líder global. Europa está inmersa en sus propios problemas en desde la postguerra y la creación de la Unión Europea ha demostrado no estar interesado en ayudar o intervenir. Es más cómodo ver a otra nación hacer el esfuerzo y pagar por ello que involucrarse directamente. Japón está sumido aun en la recesión y los países asiáticos tienen demasiados problemas internos, políticos y económicos, para ejercer alguna influencia. China continúa con su interés de ganar influencia global, pero sigue aferrada a los antiguos conflictos acerca del Tíbet y Taiwán, que le quitan legitimidad y validez, y ni hablar del sistema comunista de control y represión.

Para ser líder, hay que dar ejemplo, pero más importante hay que ser un líder que promueva un sistema, unas ideas que sean atractivas para quienes supuestamente deben seguirlo. Estados Unidos con todos sus abusos, intromisiones y control, promueve de igual manera un modelo político y económico que todos, amigos y enemigos, quieren lograr e imitar. El modelo Chino es atractivo solo para dictadores que quieren mantener la represión y el control, pero generar mayor riqueza y desarrollo. No es definitivamente un líder que el mundo quiera imitar. Es por ello que Estados Unidos, con sus problemas, sus cambios y sus dificultades, es y será la potencia a imitar y seguir, un jugador fundamental en el concierto internacional.

Compartir post