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Algo que todos los extranjeros siempre hemos admirado de los Estados Unidos es la percepción de que en esa sociedad la justicia, el respeto por la ley y el orden, y el respeto a la policía y las instituciones, es algo predominante. Normalmente en nuestras regiones hacemos comentarios como: “Ojalá aquí hubiera justicia como en EE. UU.”, “ojalá aquí la gente respetara la ley como en EE. UU.”, o “aquí no hacen justicia si los EE. UU. no destapa las ollas podridas”. Esa sensación de seguridad y de confianza en un sistema que generalmente funciona es algo que, en nuestras naciones, en el mejor de los casos, es esporádico y que no reconocemos como una característica de nuestras sociedades. La culpa de que seamos así se la hemos endilgado a nuestros políticos corruptos, a nuestros sistemas educativos, a la corrupción de la justicia y las fuerzas de la ley, ¡y hasta a nuestros ancestros!

Por lo menos así ha sido hasta ahora. La sociedad estadounidense está sufriendo una transformación de valores que parece indicar el fin de eso que admirábamos. Los ciudadanos no confían en sus instituciones, la justicia está siendo politizada y manipulada por el presidente de turno y su partido, para que le sirvan como refrendador de sus acciones. La policía nunca ha estado tan debilitada y cuestionada debido a los abusos de poder que han cometido. El presidente se ha encargado de poner en duda la legitimidad de la oposición, del FBI, de los organismos de inteligencia, de las cortes y hasta del sistema electoral, base de la democracia más representativa del mundo.

El gobierno usa el departamento de justicia como la punta de lanza para castigar a sus enemigos y favorecer a sus amigos. Los americanos, a favor y en contra del actual gobierno, sienten que respetar las leyes y las instituciones no es tan importante, que hay fuerzas ocultas diseñadas para manipular la sociedad americana, la economía y las libertades individuales. En momentos tan críticos como el que vivimos con la pandemia, el respeto por las medidas de protección y seguridad es tan bajo que controlar la epidemia parece imposible.

¿Por qué está ocurriendo esto, y qué consecuencias puede tener? Es indudable que el actual gobierno, con su eslogan de “acabar con el pantano” de corrupción y poder en Washington, lo que ha logrado es debilitar todas las instituciones del estado, que, si bien tienen problemas, siempre han tenido un nivel alto de respeto y confianza entre la población. Debilitar las instituciones es un elemento fundamental dentro de la estrategia para introducir una doctrina social y de estado donde los intereses de ciertos grupos políticos, económicos, religiosos e ideológicos empiecen a prevalecer, y con ello crear una nueva clase de instituciones que legitimen esos cambios y los hagan permanentes.

Las consecuencias ya se empiezan a ver y pueden ser profundas. La confianza en la imparcialidad y transparencia del sistema judicial, policivo y de control del estado se empieza a debilitar y con ello esa convicción de los ciudadanos de que en su país tendrán justicia y libertad. Sectores sociales se sienten perseguidos, los ricos y poderosos no serán tratados de la misma manera que los vulnerables y pobres, intereses políticos y económicos tendrán protección del estado. Frente a esto, los ciudadanos no le verán más sentido a elementos como el respeto por la ley y a cumplir con sus obligaciones. Empezarán a sentir que sus votos no cuentan, que sus representantes en el congreso no los representan y que el sistema no existe para protegerlos, sino para favorecer a aquellos cercanos al gobierno de turno, y a aquellos con poder.

Estas elecciones representan un momento crítico, quizás el más crítico en generaciones, para que esos valores que alguna vez el mundo admiraba de la sociedad americana no desaparezcan, y el proceso largo de reconstrucción de la confianza en sus instituciones y sus valores, empiece. De otra manera, esos valores que admiramos y añoramos para nuestras sociedades van a desvanecerse y Estados Unidos se va a parecer, cada vez más, al resto de nosotros.

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Mi nombre es Adolfo Ramírez. Soy consultor y tengo un master en Diplomacia y Relaciones Internacionales. Me apasiona la politica internacional, latinoamerica y Colombia. Convencido de la necesidad de abrir siempre el dialogo a todas las opiniones.

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Reconocimiento a un melómano que acaba de fallecer y que cultivó la melomanía en miles de clientes. Además. reflexiones en torno a un concierto bastante raro, el de Carlos Santana y la Fania. 

 

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En la noche de ayer, domingo, falleció de un infarto Saúl Álvarez, el fundador de la tienda La Musiteca, ubicada en el paseo comercial de la calle 19 con carrera 8, en Bogotá. Ese local fue el precursor de toda la ola de vendedores de música de la zona. Su negocio estuvo ubicado primero en una de las casetas metálicas que quedaban sobre la calle 19.

 

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Recuerdo que cuando yo era niño, iba casi todos los domingos al mercado de las pulgas que en ese entonces era por la carrera tercera. Y si estaban abiertas las casetas de discos, era el momento de bajar y mirar esas rarezas que a uno de niño lo dejan marcado para siempre.

 

La última vez que estuve, hace no más de dos meses, le compré el disco de Hercules & Love Affair, y el Dig Lazarus Dig!!! de Nick Cave. De paso le eché ojo a la hermosa caja que tenía de los Talking Heads, prometiéndome que un día de estos volvía a la tienda a comprarla... Qué impresión tan tenaz saber que si vuelvo, Saúl ya no va a estar ahí.

 

Hoy me enteré del deceso a través de José Plata, locutor de Radiónica, y luego lo confirmó por Facebook otro coleccionista, Mario Jursich. En su proyecto Musicpimp, Alejandro Marín también recuerda los últimos discos que le compró... ¿Cuáles le compraron ustedes?

 

Vive.in publicó en alguna ocasión una corta reseña de Musiteca, dentro de su guía de lugares interesantes de Bogotá. Allí aparece la imagen de Saúl, sosteniendo una de sus joyas de colección.

 

La pérdida de Saúl Álvarez es un golpe certero en la cultura del melómano que creció haciéndole encargos a este rebuscador consumado. Era demasiado raro que no pudiera conseguir algún encargo caprichoso de esos que a uno se le venían repentimanente a la cabeza.

 

Para quienes estén interesados en acompañarlo en la velación, supe que será a partir de esta tarde en la Funeraria Gaviria de la 13 con 42.

 

Paz en su tumba. Sea momento para despedirlo con una buena canción: 'Phoenix', de Wishbone Ash.

 

 

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¿Qué pasó con la Fania?

 

El pasado concierto conjunto de la Fania All Stars y Carlos Santana estuvo lleno de matices que harán de la noche del jueves 12 de marzo de 2009 una experiencia inolvidable. Sobre todo porque, pese a que fue un gran concierto con más de cinco horas de música, fue también, extrañamente, una gala de confusos errores que dejaron deslucida a una de las agrupaciones más interesantes de la historia de la música popular latina.

 

Empecemos por el final. Empecemos por Carlos Santana... ¡Qué concierto! El tipo le dio gusto a todo el mundo. Para quienes disfrutamos de sus grandes clásicos, no se midió en gastos y tocó 'Oye cómo va', 'Samba pa ti', 'Evil Ways', 'Jingo' y una que me encanta y que no me imaginaba en el repertorio: 'No One To Depend On', que me la canté a grito herido... y en uno de sus "potpurríes", metió 'A Love Supreme', un fragmento de la pieza de jazz de John Coltrane que Santana tocó con John McLaughlin en el disco 'Love Devotion Surrender', en su etapa más experimental y espiritual al 100%... cosa rara, definitivamente. Supongo, específicamente por ese fragmento, que es un concierto diseñado para gustarle también a los fanáticos que extrañan a ese Santana salvaje.

 

 

Yo sentía que me había desconectado de la música del guitarrista mexicano desde hace mucho tiempo, porque no me he sentido nunca identificado con la onda que se produjo del álbum 'Supernatural' para acá. De hecho, su música de los noventa también me parecía muy aburrida. Yo soy seguidor del Santana que comenzó en el 'Live At Fillmore' en 1968 (antes de Woodstock) y que llega al 'Inner Secrets' de 1978; luego le reconozco su importancia por 'Blues for Salvador' (1987) y me encantó el 'Santana Brothers' (1994). Pero de resto, no me gustó nada mas.

 

Y coincido con algunas teorías que dicen que Santana tenía un talento que se desarrolló hasta un punto máximo y ahí comenzó a repetir la fórmula, años tras año. Cuando ya parecía no tener más ideas nuevas, y ya invadido por una espiritualidad acaramelada que alteró su visión musical con una mística de la paz y el amor al extremo, salió con los duetos al estilo 'Supernatural', a promocionar nuevos talentos como la carrera en solitario de Rob Thomas, etc etc etc.

 

Pues bien, quienes nos creemos tan críticos con Santana desfallecimos en el concierto del pasado jueves. Si bien, el guitarrista tiene una sola fórmula para hacer todo lo que hace, lo hace de manera genial. Vale que se repita, vale que se desvíe, vale que no tenga ideas muy novedosas... las que ya tuvo hacen historia.

 

Y ahora trajo consigo a una banda interesante, con dos cantantes de perfiles interesantes, con los que grabó recientemente el álbum 'Multidimensional Warrior', reinterpretando todos sus éxitos. Un espectáculo muy sólido.

 

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Tan sólido, que aún hasta hoy me pregunto por qué los organizadores pensaron que podían integrar los dos espectáculos, el de Santana con el de la Fania... ¡Son completamente diferentes! Y si Santana traía una planificación, es respetable porque tenía ganas de tocar durante tres horas (y por eso llegó a las 12 de la noche tocando). La última vez que estuvo en Colombia, fue espectacular pero fue tratado casi como un artista de apertura frente a Soda Stereo. Esta vez quería vengarse y por eso jugó con el público a "¿Se quieren ir a dormir ya?"...

 

En la foto de la derecha, Ismael Miranda.

 

Si el mánager de Santana fue el que ordenó que sacaran a la Fania del escenario alrededor de las 9:05 p.m., eso sí está muy mal. Especialmente porque la anterior fue posiblemente la última oportunidad de ver a todo este combo de estrellas reunido. Será seguramente el último concierto de Ismael Quintana en Colombia. Y además junto a Cheo Feliciano y Johnny Pacheco, quienes tampoco pueden esconder el peso de los años, y Adalberto Santiago, Ismael 'niño bonito' Miranda y Andy Montañez.

 

Pretendían quienes juntaron a todos estos artistas que se iba a resolver una diferencia histórica en Bogotá, como homenaje al fallecido Ralph Mercado. Creían que Santana se iba a unir a la Fania, posiblemente a tocar 'El ratón' o 'Oye cómo va' en homenaje al hombre que precisamente intentó comprar a Carlos Santana hace más de 30 años, cuando le ofreció un cheque en blanco firmado, como comprando su voluntad. Fue en ese entonces que, como Santana rechazó la jugosa oferta, entonces su hermano Jorge Santana, el 'malo' (por el nombre de su banda, porque es buenísimo guitarrista) aceptó la propuesta y surgió la grabación de 'El ratón' que veíamos en el post de ayer.

 

A las 9:00 p.m. fue el turno de Richie Ray y Bobby Cruz tocando con la Fania. Salieron a tocar el 'Jala jala'. Papo Lucca le dio paso a Richie en los teclados para llegar al sonido bestial. Pero por sonido bestial, todos entendíamos otra cosa: Cada viento iba por su lado, los trombones nunca se entendieron. La voz de Bobby fue sepultada por una interferencia, piano y vientos iban a ritmos distintos, como si no tuvieran retornos. Aldredo de la Fe miraba a sus compañeros descompuesto, como si pudiera arreglar algo en el camino pedregoso hasta la primera nota. Impresionante. Recuerdo a un amigo melómano agarrándose la cabeza, sin entender por qué sonaba todo tan mal. Ninguno de nosotros entendió.

 

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Papo Lucca, Bobby Valentín y Alfredo de la Fe, desconcertados durante el concierto de la Fania.

 

Lo que pasó con la Fania fue vergonzoso. Y fue una culpa compartida, entre quienes forzaron el show y los mismos protagonistas, el grupo: una demorada salida al escenario en la que ni los presentadores del show sabían qué era lo que estaba pasando; partituras extraviadas y instrumentos desencajados, cantantes que aparecieron con la ropa con la que estaban ensayando porque nunca les llegaron los vestidos. Roberto Roena haciendo muecas de que le llevaran algo que nadie entendía bien qué era. Canciones que comenzaban y a los 20 segundos debían detener, porque iban en un tono diferente. En fin, un completo desorden.

 

Si bien cada miembro de la Fania merece todo el respeto que se han ganado a través de la historia, era importante que un concierto de este envergadura estuviera muy bien preparado. Para muchos colombianos, fue el concierto de despedida, y esa no era la imagen adecuada para cerrar.

 

Ojalá vuelvan todos juntos para un concierto exclusivo para ellos. Ojalá que así sea. 

 

Suerte y pulso.

 

 

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1 Comentarios
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  1. echeyentoncescual

    Por esas y muchas razones más es que la gente vota Trump. El dormilón Biden es una marioneta, y queda en manos de su sagaz vicepresidenta, una recalcitrante izquierdista que quiere destruir la cultura norteamericana (la que respeta, cree, en suma, esa que describe en peligro) para implantar esa que teme (la que saquea, quema, protesta, si no le cumplen los caprichos

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