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La semana anterior, el congreso boliviano aprobó una ley que será puesta a consideración del pueblo para permitir la cuarta reelección de Evo Morales. Hugo Chávez modificó la constitución con un “referendo” para permitir la reelección indefinida en Venezuela. El presidente ecuatoriano introdujo un proyecto que está cercano a ser aprobado para reformar la Constitución y permitir la reelección indefinida. El presidente Ortega en Nicaragua hizo lo propio en su país, logrando que la reelección indefinida se establezca como ley de la nación.

¿Es esto acaso parte del libro de instrucciones del Chavismo a sus aliados del socialismo Bolivariano? ¿Un paso necesario para la consolidación de la revolución y el debilitamiento progresivo de sus democracias? Lo que acaba de ocurrir en Bolivia es un signo preocupante que debería alertar los organismos regionales, supuestamente concebidos para la defensa de la democracia en América, como la OEA. Uno a uno los miembros del socialismo bolivariano van reformando sus constituciones para convertirse en posibles dictaduras legitimadas a través de las urnas, pero con un aparato político tan poderoso que las opciones reales de un partido opositor para acceder al poder son tan bajas que es prácticamente imposible que la democracia funcione adecuadamente.

Bolivia dió pues el último paso para que su líder, uno de los máximos representantes del Chavismo y su filosofía en el continente, se perpetuara en el poder. Bajo la receta de la revolución bolivariana, el líder que la implantó puede ya mantenerse al frente del país de manera indefinida, pero sino es dicho líder, el movimiento político que representa tendrá ya todas las herramientas para hacer de las elecciones en ese país una simple entrega del mando al siguiente líder de la revolución, tal como pasa con la “elección” del secretario del partido comunista en la China, o en Cuba, o en Corea del norte. En estos países hay elecciones, pero no hay más candidatos. En las naciones de la revolución bolivariana, nos quieren hacer creer que si hay más candidatos, pero aquellos que tienen posibilidades de derrotar la revolución en las urnas terminan en la cárcel, o perseguidos, o sin acceso a los medios de comunicación, o exiliados, o fuera de cualquier posición que les permita avanzar de manera seria su plataforma política de oposición al régimen, o todas las anteriores. Ya ha ocurrido en Venezuela, ocurre con los medios en Ecuador y Nicaragua y con el debilitamiento de la oposición en todos ellos.

Para América latina lo que acaba de ocurrir en Bolivia abre tristemente un capitulo que creíamos cerrado. El continente parecía haber logrado dejar atrás el caudillismo y la dictadura. La democracia se había instaurado en todas las naciones del continente con la excepción de Cuba. El modelo del socialismo bolivariano pareció nacer del descontento popular frente a la inequidad e injusticia social que la democracia no parecía resolver, en naciones donde la oligarquía dominante y la corrupción de los partidos políticos y de quienes ostentaban el poder llegó a niveles tan altos que la democracia empezó a perder sentido. Esa revolución Bolivariana sin embargo lo que buscaba era el poder, y por lo que vemos en todas sus naciones, perpetuarse en el. Antes en esas naciones sus pueblos aún tenían la posibilidad de elegir de manera libre a sus gobernantes, y en muchos casos, ese hecho produjo transformaciones muy positivas, como ocurrió en otros países de la región. La realidad, vemos ahora, es que la revolución bolivariana es un plan para implantar un modelo económico y social en el que ya es evidente su total fracaso, pero que garantiza a un selecto grupo de revolucionarios, su control del aparato político y económico del estado a perpetuidad. La situación de las naciones de este bloque es tan lamentable que la única manera de poder continuar en el poder es acabar, de manera democrática, con la democracia.

Esto es lo que Evo Morales y sus políticos pretenden sellar en Bolivia. Ojala que el pueblo Boliviano despierte frente a esa realidad y no permita que la única herramienta que les queda para decidir el destino de su país les sea arrebatada. Deben mirar los ejemplos de Ecuador, Nicaragua y sobretodo, de sus mentores en Venezuela, para ver lo que se avecina si no defienden su democracia.

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